domingo, 6 de junio de 2010

COMO LUCHAR POR LA EXECELENCIA


“Queremos darle significado a nuestra vida, y cuando alzamos la mirada, luchamos por la excelencia, nos dedicamos a logro de las metas mas elevadas de nuestra sociedad, y es que nos alistamos en una antigua causa muy significativa, la eterna lucha del hombre por realizarse con lo mejor que hay en el.

Esas son las palabras de John W. Gardner, fundador de Common Cause y expresidentes de la Fundación Carnegie para el Adelanto de la Enseñanza. En esta lección, tomada de su libro extensamente leído, titulo Excellence, el señor Gardner lo estimulara que se interrogue seriamente acerca de si mismo y de la sociedad que nos rodea.
¿Qué significa para usted la palabra excelente?
¿En donde debe terminar la individualidad auto satisfactoria?
¿De que nos sirve nuestra libertad sin un compromiso moral?
¿Por qué muchos de nosotros nos volvemos más sabios a medida que envejecemos?
¿Qué es lo que esta haciendo la compañía en donde trabajo para fomentar su desarrollo?

Estados Unidos ha sido, y es una nación de éxito. Ciertamente hemos sido el pueblo que ha logrado mas éxito en el desarrollo de una economía prospera y una comunidad poderosa. No obstante, y a pesar de nuestros aplausos para los ganadores de nuestra entusiasta veneración hacia quienes se han levantado de “pobreza a la riqueza”, todavía seguimos ejerciendo nuestros derechos democráticos, en la mayoría de las ocasiones, para restringir o retrasar al ascenso de quienes nos parecen más ambiciosos que nosotros mismos. Y si todas nuestra tácticas no tienen éxito, los despojamos de los frutos adicionales de su éxito por medio de los impuestos. ¿Qué puede hacerse para fomentar, en vez de desalentar, el ideal del logro individual?.

Usted ya ha recorrido un largo camino desde que empezó con la lección ha llegado el momento de que empiece a pensar en el futuro, tanto para usted como para sus hijos………
Hace algunos años, sostuve una memorable conversación con el hijo de diez años de un maestro compañero mío. Yo caminaba a dar mis claves y el se dirige a su lección de violín. Entablamos conversación y se quejo de que todavía no podía tocar ninguna pieza de música en el violín, solo esos tediosos ejercicios. Le sugerí que eso se remediaría a medida que adelantara en sus estudios, lo cual lo llevo a responder con melancolía: “pero no quiero hacer ningún adelanto. Y espero incluso que puedo hasta empeorar”

La idea de la excelencia es atractiva para la mayoría de la gente, e inspiradora para algunos, pero tomada sola es una noción bastante abstracta. No es la poderosa fuerza impulsadota y universal que podríamos desear. Por consiguiente, debemos preguntarnos a nosotros mismos cuales son las ideas impulsoras y significativas que inspiran y sostendrán a las personas mientras luchan por alcanzar la excelencia.
En nuestra sociedad, no tenemos que buscar muy lejos para encontrar una idea de gran vitalidad y fuerza que pueda y deba servir a la causa de la excelencia. Es nuestro ideal bien fundado del logro individual. Ese ideal esta implícito en nuestra convicción concerniente a la valía del individuo. Apuntala nuestra creencia en la igualdad de oportunidades y esta expresado en nuestra convicción de que a cada individuo debe permitírsele el logro de lo mejor que hay en el.
El principal instrumento que hemos ideado para promover el ideal del logro individual es el sistema educacional, pero en nuestra comprensible preocupación por perfeccionar ese instrumento, hemos tendido a olvidarnos de los objetivos mas amplios `para los que fue diseñado. La mayoría de los norteamericanos honran la educación; muy pocos comprenden sus propósitos mas vastos. Nuestra manera de pensar acerca de la meta de la educación, con
Demasiada frecuencia sido superficial, constreñida y carente de alcance o perspectiva. Nuestra propósito educacionales deben considerarse dentro de la estructura mas amplia de nuestra convicciones concernientes a la valía del individuo y a la importancia del logro individual.

La educación en el sentido formal es solo una parte de la tarea más vasta de la sociedad de alentar el crecimiento intelectual, emocional y moral del individuo. Lo que debemos buscar es una concepción de un autodescubrimiento continuo, de una remodelación perpetua para comprender a nuestro mejor yo, para ser la persona que podríamos ser.
Esta es una concepción que sobrepasa con mucho en alcance a la educación formal. Incluye no solo al intelecto, sino a las emociones del carácter y la personalidad. Involucra la adaptabilidad, la creatividad y la vitalidad.

Y también involucra el crecimiento moral y espiritual. Decimos que queremos que el individuo realice todo su potencial, pero es obvio que no deseamos desarrollar grandes criminales o grandes pillos. No basta con aprender por el solo hecho de aprender: los ladrones aprender sus artimañas y los esclavos aprenden la sumisión. Podemos aprender ciertas cosas que limiten nuestra visión y falseen nuestro juicio. Deseamos fomentar el logro dentro de la estructura de las pugnas materiales y morales que en el mejor de los casos han caracterizado al hombre. en un mundo de grandes organizaciones y vasta fuerzas sociales que empequeñecen y amenazan al individuo, debemos alinearlos siempre que sea posible del lado de la individualidad; pero no podemos aplaudir una individualidad irresponsable irresponsable, amoral o absolutamente egoísta, dedicada a la satisfacción de los propios deseos.

La grandeza de Norteamérica ha sido la grandeza de un pueblo libre que ha compartido ciertos compromisos morales. La libertad sin el compromiso moral carece de propósitos y muy pronto llega a convertirse en algo auto destructible. Es un hecho irónico que medida que los individuos en nuestra sociedad han avanzado hacia el conformismo en su comportamiento externo, se han alejado de cualquier sentido de un propósito profundamente compartido. Debemos restaurar un vigoroso sentido de la individualidad, como un sentido de propósitos compartidos. El uno sin el otro conduce a consecuencias abomínales para nosotros.

A fin de ganar nuestro respeto mas profundo, el individuo debe tanto encontrarse a si mismo como perderse a si mismo. Esto no es tan contradictorio como pudiera parecer. Respectamos al hombre que se coloca al servicio de valores que trascienden mas allá de su individualidad, los valores de su profesión, de su pueblo, de su herencia y por encima de todo, los valores religiosos y morales que en un principio alimentaron el ideal del logro individual. Pero esta “dadiva de si mismo” solo se gana nuestra admiración si el donante ha alcanzado una individualidad madura y si el acto de dar no implica una irreparable mutilación de dicha individualidad. No podemos admirar a los servicios anónimos y sin voluntad del Estado, o de la Causa, o de la Organización, que jamás fueron individuos maduros y que han sacrificado toda individualidad al Bien Colectivo.

DESPERDICIO A GRAN ESCALA

En nuestra sociedad actual, hay una gran número de jóvenes que jamás realizaran su potencial. Su medio ambiente quizá no sea tal naturaleza como para que estimule tal realización, o quizá incluso puede atrofiarla. La familia atrapada en la pobreza y en la ignorancia muy rara vez puede proporcionar el estimulo tan necesario para el crecimiento individual. El vecindario en el cual la delincuencia y la desintegración social son condiciones universales no puede crear un medio ambiente en el cual los valores educacionales tengan un sitio predominante. En tal medio, el proceso mediante el cual los talentos se malogran, se inicia mucho tiempo antes del jardín de niños y sobrevive mucho tiempo después.
El hecho de que un gran numero de niños y niñas norteamericanos fracasen en el logro de su pleno desarrollo debe pesar considerablemente en nuestra conciencia nacional. Y no se tarta tan solo de una perdida para el individuo ; en una época en la cual la nación debe aprovechar al máximo sus recursos humanos, es inconcebible que debamos resignarnos a este desperdicio de potencialidad. Los acontecimientos recién nos han enseñado con una efectividad machacante la lección que debimos aprender de nuestras propias tradicionales: que nuestra fortaleza, creatividad y crecimiento futuros como sociedad, dependen de nuestra capacidad para desarrollar los talentos y potencialidades de nuestro pueblo.

Cualquier ataque adecuado a este problema llegara mucho más allá de las instituciones educacionales formales. Implicara no solo a la escuela, sino al hogar, la iglesia o la sinagoga, el campo de juego y a todas las demás instituciones que moldean al individuo. La sociedad para el bienestar infantil, el servicio de adopción, la casa de cuna, el hospital y la clínica, todos desempeñan su parte. y también lo hacen los proyectos de habilitación de barrios bajos y los programas de bienestar social que tratan de crear la clase de medio ambiente familiar de vecindario que fomente el crecimiento normal.
Pero no es solo durante la infancia cuando nos enfrentamos a obstáculos para el logro individual. Hay problemas de otra índole que hacen su aparición en una etapa posterior de nuestro lapso de vida.
Los oradores que se dirigen a los graduados durante las ceremonia de graduación son muy afectados a declarar que la educación es un proceso que dura toda la vida y, sin embargo, eso es algo que no debería ser necesario indicarle a ningún joven que tenga un ápice de sentido común. ¿Por qué los oradores siguen diciéndole? No es porque les agraden los sentimientos trillados y desgastados por un manejo reverente ( aun cuando así es) y tampoco es que subestimen a su auditorio. La verdad es que saben algo que sus jóvenes escuchan no saben, algo que jamás pueden comunicarse plenamente. No importa el grado de compresión intelectual que pueda tener un joven acerca de la idea de que la educación es un proceso que perdura toda la vida, jamás podrá saberlo con la intensidad, con la claridad profundamente grabada, con los visos de satisfacción y pesar con que lo sabe una persona de mas edad. La persona joven todavía no ha cometido suficiente errores que no sea posible reparar, todavía no ha pasado por suficientes bifurcaciones en su camino por el que no pueda retroceder.
El orador de una ceremonia de graduación quizá ceda a la tentación de dar la impresión de que las experiencias de aprendizaje de las viejas generaciones fueron todas deliberadas y un triunfo de carácter, un carácter del cual en cierta forma carece la joven generación. Podemos perdonarle eso. No es fácil hablar a los jóvenes de la falta de propósito que hay en todo lo que aprendemos, de la forma en que la vida nos sacude poniéndonos de cabeza y lanzándonos hacia nuestras experiencias de aprendizaje mas vividas, y de la forma tan intensa en que nos resistimos a muchos de los incrementos en nuestro propio crecimiento.
Pero no podemos perdonarlo tan fácilmente si deja fuera otra parte de la historia. Y esa parte de la historia es que el proceso del aprendizaje a todo lo largo de la vida ninguna manera es continuo y de ninguna manera es universal. Si lo fuese, la edad y la sabiduría se correlacionarían a la perfección y no existiría tal cosa un viejo necio, una proposición que esta en total desacuerdo con la experiencia común. La triste verdad es que muchos de nosotros, el proceso del aprendizaje, ciertamente, llega a su término a una edad muy temprana y muchos otros aprenden las cosas equivocadas.

Las diferencias que existen entre las personas en cuanto a su capacidad para un crecimiento constante están tan ampliamente reconocidas y aceptadas que no es necesario ahondar en ellas. No deben confundirse con las diferencias en el grado del éxito, es la forma en que el mundo mide el éxito, que logran los individuos. Muchos a quines el mundo cuenta como seres sin éxito han seguido aprendiendo y madurando a todo lo largo de su vida; y algunos de nuestros personajes mas propiamente literalmente dejaron de aprender hace muchas décadas. Todavía tenemos una comprensión muy imperfecta de la razón por la cual algunas personas siguen aprendiendo y madurando, en tanto que otras no lo hacen. En ocasiones podemos señalar a circunstancias adversas como la causa de un estancamiento en el crecimiento individual, pero no podemos identificar las condiciones que han obstaculizad o fomentado el desarrollo.
Por supuesto, las personas nunca resultan tan golpeadas por las circunstancias como parece suceder. El hombre que experimenta un mayor crecimiento personal como resultado de cierta circunstancia fortuita, quizá de cualquier manera estaba preparado para madurar. Pasteur decía que la suerte favorece a la mente preparada. El hombre derrotado por las circunstancias quizá pudo triunfar de haber estado hecho de otro material. Todos conocemos a individuos cuya madurez y aprendizaje solo pueden explicarse en términos de un impulso interno, de una curiosidad, de un elemento de búsqueda y exploración en su personalidad. El capitán Cook declaraba: “Yo …tenia ambición no solo de llegar mas lejos de lo que jamás había llegado antes hombre algunos, sino de llegar hasta donde le fuese imposible llegar a cualquier hombre”. En la misma forma que la inquieta búsqueda de Cook lo llevo a recorrer la faz de la Tierra, de la misma manera otros hombres se embarcan en odiseas de la mente y el espíritu.
Es una preocupación tanto para el individuo como para la nación que impulsan al orador en una ceremonia de graduación. Quizá muchos hombres siempre caerán en rutinas, quizá muchos otros siempre permitirán que se desperdicien sus talentos. Pero en la actualidad el desprecio existe a una escala tan grande que las personas sensatas no pueden creer que todo eso sea inevitable.

Desafortunadamente, el concepto del logro individual y del aprendizaje a todo lo largo de la vida, que anima al orador durante la ceremonia de graduación, no encuentra un reflejo adecuado en muestras institucionales sociales. Durante mucho tiempo hemos expresado alabanzas inciertas a esa idea y en la práctica la tratamos con suma ligereza. Igual que quienes confían su religioso al sábado o el domingo y se olvidan de ella el resto de la semana, hemos segregado la idea de un logro individual a un compartimiento de nuestra vida nacional y lo descuidamos en todo lo demás. Le hemos asignado a la “educación” una categoría independiente de la principal tarea de la vida, como algo que tiene lugar en escuelas y universidades. Es algo que se relaciona con los jóvenes entre los seis y los veintiún años de edad, y según parecemos creer, no es algo que necesita preocupar al resto de nosotros a todo lo largo de nuestra vida.

Esta manera de pensar hace ya mucho tiempo que debió someterse a un cambio drástico. Si creemos en lo que profesamos concerniente a la valía del individuo, entonces la idea de un logro individual dentro de una estructura de propósito moral debería convertirse en nuestra preocupación mas profunda, en nuestro interés nacional, nuestra pasión y nuestra obsesión. Debemos pensar en la educación como en algo de relevancia para todos y en todos partes, en todas partes, en todas las edades y en todas las condiciones de vida.
Además de nuestro sistema educacional formal, existe muy poco evidencia de una preocupación e esa naturaleza. Algunos grupos religiosos están efectuando una excelente labor; nuestros museos y bibliotecas son una legítima fuente de orgullo y los programas de educación adulta cada vez son más efectivos. Ciertas organizaciones que se preocupación por el bienestar social y la salud mental desempeñan papeles de una profunda importancia.

Pero, ¿que hay de las películas, la radio y la televisión, son sus inmensas posibilidades para contribuir al crecimiento del individuo? Seria justo decir que esas posibilidades no han dominado la imaginación de los hombres que controlan esos enormes medios de comunicación. Por el contrario, con mucha frecuencia dichos medios han permitido el triunfo de la concupiscencia por encima de todos los valores educacionales. ¿ Y que hay de los diarios y revistas, con sus potencialidades tan obvias para el fomento del crecimiento intelectual del individuo?. Cuando mucho, una reducida fraccion de los editores aceptan tal responsabilidad. Los editores de libros son menos vulnerables a esta crítica, pero no carecen de culpa.

Una búsqueda seria de la meta del logro individual nos adelantara todavía mas en este terreno. Las uniones, las logias, las organizaciones profesionales y los clubes sociales
Pueden contribuir considerablemente al crecimiento y el aprendizaje individuales, si se sienten inclinados a hacerlo, pero solo han experimentado esa inclinación en una forma esporádica. Hay incontables oportunidades abiertas para el patrón dispuesto a reconocer su responsabilidad en el fomento del desarrollo individual de hombres y mujeres empleados bajo sus ordenes. Ciertas compañías progresistas han logrado un inicio altamente significativo al aceptar esta responsabilidad. Lo que tratamos de sugerir es que cada institución en nuestra sociedad debería contribuir al logro del individuo. Por supuesto que cada institución debe tener sus propósitos y preocupaciones, pero por encima de todo lo demás que hace, debería prepararse para responder a esta pregunta planteada por la sociedad: “¿Qué esta haciendo la institución para fomentar el desarrollo de los individuos que laboran en ella?”
Ahora bien, ¿Qué significa todo esto? Simplemente que debemos ampliar mucho nuestra forma de pensar acerca de la educaron. Deberíamos pintar un mural mucho mayor sobre un muro muchotas amplio. Lo que tratamos de hacer es nada que construir una civilización mucho mas grandiosa y mas creativa. Proponemos que el pueblo norteamericano y todos los pueblos el mundo acepten, como una tarea universal, el fomento de desarrollo individual, dentro de la estructura de valores racionales y, orales. Proponemos que acepten como una vastísima meta la promoción de la continuidad del crecimiento y el aprendizaje individuales a todas las edades, en cada situación significativa , en cada forma concebible. Al hacerlo así, conservaremos la fe en nuestro ideal de un logro individual y, al mismo tiempo, aseguraremos nuestra fortaleza y creatividad continuas como sociedad.

Si aceptamos este interés por el logro individual como una autentica preocupación nacional, entonces las escuelas y universidades serán el corazón de un esfuerzo nacional. Estarán comprometidas a la promoción de un objetivo nacional y no, como lo hacen en la actualidad, nadando corriente arriba contra los intereses de un público que piensa que todo lo demás es más urgente. Las escuelas y universidades se verán grandemente reforzadas si su tarea se apuntala con un concepto público tan poderoso de la meta que debe perseguirse.
Y tanto las escuelas como las universidades se enfrentaran a un desafío que ya mas allá de todo lo que jamás han experimentado. Hemos dicho que gran parte depende de la actitud del individuo hacia el aprendizaje y hacia su propio crecimiento y madurez. Esto define la tarea de escuelas y universidades. Por encima de todo deben equipar al individuo para un interminable proceso de aprendizaje; deben aprestar su mente y su espíritu para una remodelación y una revisión constante de sí mismo. No pueden contentarse con el tradicional concepto de atiborrar a los alumnos como si fuesen salchichas, o incluso con el proceso posiblemente más aceptable de entrenarlos como focas. Una de las obligaciones más sagradas de las escuelas y universidades es incluir en los estudiantes las actividades encaminadas al crecimiento, el aprendizaje y la creatividad, lo que a su vez moldeara a la sociedad. Por supuesto, si otras instituciones trabajan en diferentes partes de esta tarea, las escuelas y universidades deberán prestar una atención particular a los aspectos intelectuales del crecimiento. Esta es exclusivamente su responsabilidad.
Si aceptamos sin resrva alguna estas implicaciones de nuestra creencia tradicional en el logro individual, habremos aprendido a venerar un propósito altamente grandioso en el corazón mismo de nuestra vida nacional, un propósito que elevara a toda la educación norteamericana y mundial a un nuevo nivel de significado. Habremos aceptado un compromiso que promete consecuencias que penetraran a fondo en nuestra manera de pensar acerca del propósito de las instituciones democráticas. Y habremos adoptado una filosofía que concede un significado personal muy rico a la búsqueda de la excelencia.

Inevitablemente condenamos a nuestros hijos al fracaso y a la frustración, cuando tratamos de fijarles sus metas.

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