domingo, 6 de junio de 2010

COMO APRECIAR TODO LO BUENO QUE SE TIENE


El mayor activo de cualquier universidad, incluyendo ésta, son las credenciales de los miembros de su facultad.
En la lección 1, usted conoció a Jo Coudert, que ha editado incontables libros de texto en el terreno de la psiquiatría y la medicina, y que posee un talento especial para la presentación de material complejo y personal, como ha quedado evidente. Su libro, Advice from a Failure, ha ocupado constantemente los primeros lugares de venta desde su publicación en el año de 1965. En la Lección 2 fue Howard Whitman, corresponsal de guerra, columnista de diarios, comentarista de televisión, productor y autor de cientos de artículos que versan sobre la vida en familia y las relaciones humanas. También ha recibido tres premios de la fundación Freedoms.
Ahora está a punto de enterarse de lo que piensa un hombre cuyo nombre ha sido muy conocido en gran parte del mundo civilizado durante casi medio siglo. Su libro, How to Win Friends and Influence People, con ventas que han sobrepasado con mucho la meta de los diez millones, en un principio fue un libro de texto que Dale Carnegie preparó para complementar los cursos para adultos que impartía (al principio a un costo de cinco dólares por noche) en las clases de la AJC (Asociación de Jóvenes Cristianos). Su tema: la confianza en uno mismo y cómo desarrolarla en el trato con los demás.
Sin embargo, en la filosofía de Dale Carnegie hay algo más que un simple aprendizaje de cómo influir en los demás para obtener un logro personal. Su erudición, su sentido común, su habilidad de reducir el éxito a sus meros aspectos esenciales, rescataron a miles de personas de una vida de fracaso y autocompasión.
¿Sienten lástima de sí mismos y de sus condiciones actuales? Escuchen a Dale Carnegie en otro de sus éxitos de ventas, How to Stop Worrying and Start Living…
Hace muchos años que conozco a Harold Abbott. El solía ser el que manejaba mis conferencias. Un día, él y yo nos encontramos en la ciudad de Kansas, y me llevó en su automóvil hasta mi granja en Belton, Missouri. Durante ese recorrido, le pregunté cómo evitaba las preocupaciones; y me contó una historia plena de inspiración, que jamás olvidaré.
“acostumbraba preocuparme mucho” me comentó, “pero un día de primavera, allá en 1934, caminaba por la calle Dougherty en Webb City, cuando vi algo que desterró todas mis preocupaciones.

Todo sucedió en cuestión de diez segundos, pero durante esos diez segundos aprendí más acerca de cómo vivir de lo que había aprendido en los diez años anteriores .Durante dos años estuve al frente de una tienda de abarrotes en webb city’’, me informó Harold Abbott, mientras proseguía con su historia. ‘’Perdí no solamente todos mis ahorros, sino que también incurrí en tantas deudas que necesité siete años para saldarlas. Había cerrado mi tienda el sábado anterior y en ese momento me dirigía al Banco de Comerciantes y Mineros para solicitar un préstamo a fin de ir a la ciudad de Kansas en busca de un trabajo. Caminaba como un hombre derrotado; había perdido todos mis deseos de lucha y mi fe. De pronto vi venir por la calle a un hombre a quien le faltaban las piernas. Iba sentado sobre una pequeña plataforma de madera equipada con ruedas de patines y se impulsaba a lo largo de la calle ayudándose con un trozo de madera que llevaba en cada mano. Me crucé con el justamente cuando acababa de cruzar la calle y empezaba a levantarse unos cuantos centímetros del suelo, sobre la curva, para subir a la acera. Mientras ladeaba su pequeña plataforma de manera en cierto ángulo, sus ojos se tropezaron con los míos y me saludo con una amplia y maravillosa sonrisa.’ Buenos días, señor. Hace una linda mañana, ¿no es verdad? Me comentó animoso. Mientras me quedaba mirándolo, comprendí lo rico que era; yo tenía dos piernas. Podía caminar. Me sentí avergonzado de mi autocompasión. Y me dije a mí mismo, si él puede sentirse feliz y mostrarse animoso y confiado sin piernas, ciertamente, yo puedo hacerlo con mis piernas. Empezaba a sentir que mi pecho se levantaba. Pretendía solicitar en el Banco de Comerciantes y Mineros únicamente cien dólares, pero ahora tuve el ánimo de pedir doscientos. Tenía intenciones de decirles que quería dirigirme a la ciudad de Kansas para tratar de encontrar un trabajo, pero ahora les anuncié confiado que iba a la ciudad de Kansas para obtener un trabajo. Logré que me concedieran el préstamo y obtuve el trabajo.
‘’Ahora, en el espejo de mi baño, he pegado las siguientes palabras y acostumbro leerlas cada mañana mientras me rasuro:
Me sentía triste porque no tenía zapatos, hasta que, en la calle, me encontré con un hombre que no tenía pies.
En una ocasión le pregunté a Eddie Ricken backer cuál fue la lección más grande que aprendió mientras anduvo a la deriva junto con sus compañeros en balsas salvavidas durante veintiún días, perdidos sin esperanza en medio del Pacífico . La lección más grande que aprendí con esa experiencia’’, me respondió, ’’fue que si tienes toda el agua fresca que necesitas para beber, y todo el alimento que quieres comer, jamás deberías quejarte de nada’’.
El Time publicó un artículo que hablaba de un sargento que resultó herido en Guadalcanal. Herido en la garganta por un fragmento de granada, el sargento recibió siete transfusiones de sangre. Le escribió una nota a su médico, preguntándole: ’’¿viviré?’’ A lo cual el médico respondió: ‘’si’’. Escribió otra nota preguntando: ’’ ¿podré volver a hablar? ‘’ de nuevo la respuesta fue afirmativa. El entonces, escribió una nota más, que decía, ‘’entonces, ¿de qué diablos me preocupo?’’
Por qué no deja usted de preocuparse en este mismo momento y se pregunta: ‘’ ¿de qué diablos me preocupo?’’ es muy probable que descubra que lo hace por algo relativamente sin importancia e insignificante.
Alrededor de un noventa por ciento de los aspectos de nuestra vida andan bien. Y alrededor de un diez por ciento anda mal. Si queremos ser felices, todo lo que tenemos que hacer es concentrarnos en el noventa por ciento que anda bien y hacer caso omiso del diez por ciento que anda mal. Si queremos preocuparnos, amargarnos y padecer úlceras estomacales, todo lo que tenemos que hacer es concentrarnos en el diez por ciento que anda mal y olvidarnos del noventa por ciento que es glorioso.
En muchas iglesias inglesas de la época de Crom Well están grabadas las palabras ‘’piensa y da gracias’’. Esas mismas palabras también deberían estar grabadas en nuestros corazones: piensa y da gracias. Pensar en todo aquello por lo que deberíamos estar agradecidos, y dar gracias a Dios por todas las dádivas y mercedes de que disfrutamos.
Jonathan Swift, autor de Los Viajes de Gulliver, fue el pesimista más devastador en toda la literatura inglesa. Se lamentaba tanto de haber nacido, que vestía de negro y ayunaba los días de su cumpleaños; y no obstante, en medio de su desesperación, este supremo pesimista de la literatura inglesa alababa los grandes poderes curativos de la jovialidad y la alegría. ‘’Los mejores médicos del mundo’’, declaraba, ‘’ son el Doctor Dieta, el Doctor Tranquilidad y el Doctor Alegría’’.
Usted y yo podemos disfrutar de los servicios gratuitos del ‘’Doctor Alegría’’ cada hora del día, si mantenemos nuestra atención fija en todas las increíbles fuerzas que poseemos, riquezas que sobrepasan con mucho a los fabulosos tesoros de Alí Babá. ¿Vendería usted sus ojos por mil millones de dólares? ¿Qué aceptaría a cambio de sus dos piernas? ¿De las manos? ¿Por su sentido del oído? ¿Por sus hijos? ¿Por su familia? Sumen todos sus activos y encontrarán que no venderían lo que tienen por todo el oro amasado por los Rockefeller, los Ford y los Morgan juntos.
Pero,¿ acaso apreciamos y valoramos todo esto? Ah, no. Como dijo Schopenhauer: ’’Muy rara vez pensamos en lo que tenemos, pero siempre pensamos en aquello de lo que carecemos’’. Sí, esa tendencia a ‘’pensar muy rara vez en lo que poseemos y siempre en aquello de lo que carecemos’’ es la mayor tragedia sobre la faz de la tierra. Y es muy probable que haya causado mayores sufrimientos que todas las guerras y las enfermedades en la historia de la humanidad
Fue lo que hizo que John Palmer se convirtiera ´´de un tipo simpático en gruñón`` y casi destruyó su hogar. Lo sé porque él mismo me lo contó.
´´poco tiempo después que me dieron de alta en el ejército``, manifestó, ´´empecé a tratar de levantar mi propio negocio. Trabajé arduamente día y noche.
Las cosas iban bastante bien, pero luego empezaron los problemas. No podía conseguir refacciones ni materiales, y temía que me vería obligado a cerrar mi negocio. Me preocupaba tanto que después de ser un tipo alegre, me convertí en un gruñón. Me volví tan amargado e irascible, que…bueno, entonces ni siquiera me enteré de ello, pero ahora comprendo que estuve muy cerca de perder mi hogar antaño tan feliz. Un día, un joven veterano inválido que trabajaba para mí, me abordó con las siguientes palabras: Johnny, deberías sentirte avergonzado de ti mismo. Parece que como si fueras la única persona en el mundo que tiene problemas. Supongamos que tienes que cerrar tu negocio durante algún tiempo… ¿y qué? Podrás volver cuando las cosas vuelvan a la normalidad. Tienes muchas cosas por qué estar agradecido y, sin embargo, siempre estas refunfuñando. ¡Hombre, ya quisiera yo estar en tus zapatos! Mírame, sólo tengo un brazo, la mitad de mi rostro ha desaparecido y a pesar de ello no me quejo. Si no dejas de refunfuñar y de quejarte, no sólo perderás tu negocio, ¡también perderás tu salid, tu hogar y tus amigos!
``Esas observaciones me pararon en seco en la senda que seguía. Me hicieron comprender todo lo bueno que tenía. Y allí mismo, en ese preciso momento, decidí que cambiaría y volvería a ser como antes, y así lo hice``.
Una amiga mía, Lucy Blake, tuvo que encontrarse al borde de la tragedia antes de aprender a ser feliz con lo que tenía, en vez de preocuparse por lo que carecía.
Conocí a Lucile hace años, cuando ambos estudiábamos redacción de cuentos cortos en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia. Hace nueve años, recibió el susto de su vida. En aquel entonces residía en Tucson, Arizona. Vivía… bueno, he aquí la historia tal y como ella misma me la contó: ´´vivía en medio de un torbellino: tomaba clases de órgano en la Universidad de Arizona, estaba al frente de una clínica del habla en la ciudad y daba clases de apreciación musical en el Rancho Desert willow, en donde me hospedaba. Asistía a fiestas, a bailes y daba paseos a caballo bajo las estrellas. Una mañana me derrumbé. ¡El corazón! ‘tendría que guardar cama todo un año en completo reposo’, me indicó el médico. Ni siquiera me alentó a creer que algún día recuperaría mis fuerzas. ´´ ¡En cama todo un año! ¡Ser una inválida, quizá morir! ¡Me sentí invadida por un gran terror! ¿Por qué tenía que sucederme esto a mí? ¿qué había hecho para merecerlo? Lloré y me lamenté, me sentía amargada y llena de rebeldía, pero guardé cama, tal como me lo ordenó el médico. El señor Rudolf, un artista que era mi vecino, me comentó: ‘ahora piensa que es una tragedia pasar todo un año en cama. Pero no será así. Tendrá tiempo para pensar y familiarizarse consigo misma. ¡logrará una mayor madurez espiritual en los siguientes meses de la que ha alcanzado en toda su vida anterior!’ Empecé a tranquilizarme, tratando de desarrollar un nuevo sentido de mis valores. Leía algunos libros inspiradores. Un día escuché a un comentarista de la radio, que decía: ‘sólo puede expresar lo que hay en el interior de su propio estado consciente’. Muchas veces antes escuché palabras como ésas, pero ahora llegaron a lo más profundo de mí misma y echaron raíces en mi interior. Me resolví a pensar únicamente en aquellos pensamientos según los cuales quería vivir: pensamientos de alegría, felicidad y salud. Cada mañana, tan pronto como despertaba, me obligaba a repasar mentalmente todas las cosas por las cuales debía sentirme agradecida.
No experimentaba ningún dolor. Tenía una hija joven y encantadora. El sentido de la vista. El sentido del oído. Una música maravillosa en la radio y tiempo para leer. Buena comida. Buenos amigos. Me sentía tan animada y recibía tantas visitas, que el médico colocó un letrero que decía que solamente se permitiría un visitante a la vez en mi cabaña, y eso sólo a ciertas horas.
´´Desde entonces han transcurrido nueve años, y ahora llevo una vida plena y activa. En la actualidad me siento profundamente agradecida por ese año pasado en el lecho. Fue el año más valioso y más feliz de todos los que pasé en Arizona y todavía conservo el hábito que adquirí en aquel entonces, de contar cada mañana todo lo bueno que tengo. Ese hábito es una de mis posesiones más valiosas. Ahora me siento avergonzada al comprender que en realidad nunca antes aprendí a vivir, hasta que temí que iba a morir``.
Mi querida Lucile Blake, tal vez no lo comprendas, pero aprendiste la misma lección que el doctor Samuel Johnson aprendió hace doscientos años. ´´El hábito de mirar el mejor lado de todas las cosas``, declaraba el doctor Johnson, ´´vale más que un millón de pesos al año``.
Y tengan presente, esas palabras fueron pronunciadas, no por un optimista profesional, sino por un hombre que durante veinte años supo lo que eran la ansiedad, los harapos y el hambre, hasta que finalmente se convirtió en unos de los escritores más eminentes de su generación y en el conservador más famoso de todos los tiempos.
Logan Pearsall Smith acumuló una buena dosis de sabiduría en unas cuantas palabras, cuando manifestó: ´´Hay dos cosas que debemos ambicionar en la vida: primero, obtener lo que deseamos, y después de eso, disfrutar de ello. Solamente los más sabios de toda la humanidad logran lo segundo``.
Les gustaría saber cómo convertir en una experiencia emocionante, incluso el prosaico lavado de trastes en el fregadero de la cocina? Si es así, les recomiendo que lean un libro lleno de inspiración e increíble valor, escrito por Borghild Dahl. Se titula I wanted to see.
Este libro fue escrito por una mujer que durante medio siglo estuvo prácticamente ciega. ´´Solo tenía un ojo ``, escribe, ´´y estaba tan cubierto por gruesas cicatrices que sólo podía ver a través de una pequeña abertura en la parte izquierda de ese ojo. Podía ver un libro únicamente si lo sostenía muy cerca de mi rostro, y forzando mi único ojo hacia la izquierda, hasta donde me fuera posible``.
Pero se rehusaba a que la compadecieran, se rehusaba a que la consideraran como una persona ´´diferente``. Cuando niña, quería jugar a la rayuela con los demás niños, pero no podía ver las marcas, de manera que cuando todos se iban a casa, ella se tiraba al suelo y se arrastraba con el ojo muy cerca de las marcas. Memorizaba cada pedazo del terreno en donde jugaban ella y sus amigos y muy pronto se convirtió en una experta en los juegos en los que ere necesario agudizar la vista. Practicaba la lectura en su hogar, sosteniendo un libro de letras grandes tan cerca de su ojo que las pestañas rozaban las páginas. Obtuvo títulos universitarios: una Licenciatura en Artes en la Universidad de Minnesota y un Doctorado en Artes en la Universidad de Columbia.
Empezó a enseñar en la pequeña aldea de Twin Valley, en Minnesota, y ascendió hasta convertirse en profesora de periodismo y literatura en la universidad Augustana en Sioux Falls, Dakota del sur. Allí impartió sus enseñanzas durante trece años, dando conferencias en clubes femeninos y presentándose en programas de radio para charlar sobre libros y autores. “en lo más profundo de mi mente”, escribe “siempre estuvo al asecho el temor a una ceguera total. A fin de sobreponerme a ello, adopté una actitud animosa, y casi hilarante hacia la vida”.

Después, en el año 1943, cuando tenía cincuenta y dos años de edad, sucedió un milagro: una intervención quirúrgica en la famosa Clínica Mayo.
Ahora podía ver cuarenta veces más de lo que jamás había visto.

Ante ella se abría un emocionante mundo nuevo, pleno de bellezas. Ahora incluso encontraba emocionante lavar los platos en el fregadero de la cocina. “empiezo a jugar con la blanca espuma esponjosa”, escribe “hundo mis manos en ella y formo una pequeña bola de burbujas de jabón. La sostengo contra la luz y en cada burbuja puedo ver los brillantes colores de un arcoíris en miniatura”.

Mientras dirigía la mirada a través de la ventana de la cocina, arriba del fregadero, veía “revolotear las oscuras alas de los gorriones que volaban a través de la densa nieve que caía”.

Encontraba tal éxtasis contemplando las burbujas de jabón y los gorriones que cerró su libro con estas palabras: “mi amado señor”, susurro “padre nuestro, que estas en el cielo te doy gracias, te doy gracias”.

Imagínese ¡dar gracias a Dios porque puede lavar los platos y contemplar arcoíris en las burbujas de jabón y a los gorriones volando entre la nieve.

Usted y yo deberíamos sentirnos avergonzados de nosotros mismos, todos los días de nuestros años hemos vivido en un mundo mágico pleno de belleza, pero hemos estado demasiado ciegos para verlo, demasiado saciados para disfrutarlo.

Si quieren dejar de preocuparse y empezar a vivir: ¡piensen en todo lo bueno que tienen, no en sus problemas!

No hay comentarios: