Como ya abra observado, hay una cualidad muy especial en todos esos individuos extraordinarios que han honrado a esta universidad con su presencia y sus sabios concejos. Para ellos, la lucha por alcanzar el éxito es sólo una parte de la vida; jamás es la manzana entera ni usted es un conejillo de indias humano con quien estén dispuestos a experimentar un nuevo método, aún no probado, para ascender hasta la cima. Como grupo, su premisa es muy simple: usted es más que un ser humano; ¡es un ser humano en transformación!
Unas lecciones antes, cuando Napoleón Hill lo incitó a prestar siempre más y mejores servicios que aquellos por los que le pagan, también le aconsejó una lectura, muy valiosa, es decir, “tal vez ya ha leído compensation ¡ vuelva a leerlo! Uno de los fenómenos más extraños que observará en este ensayo radica en el hecho de que cada vez que lo lea descubrirá nuevas verdades que no capto durante sus lecturas previas”.
Su vida es una preciada gema y nadie ha llegado nunca a definir mejor su verdadero valor como Ralph Waldo Emerson. Entre sus obras más grandiosas está compensation, de la cual se ha tomado esta lección, y en esta obra clásica aprenderá la esencia misma de lo que significa “pagar un precio” por sus acciones, buenas o malas. Una vez que acepte el hecho, muchos no pueden hacerlo, de que existe una ley de compensación que gobierna todos sus pensamientos y acciones, habrás descubierto el secreto para dirigir su vida en cualquier dirección que escoja.
Solamente recuerde, la ley de la compensación jamás ha sido abolida. Tiene que vivir con ella le guste o no, así que vale más que la use sabiamente en su propio provecho.se sentirá muy feliz por haberlo hecho….
Desde que era niño he deseado escribir un discurso sobre la compensación pues cuando era muy joven me parecía que sobre este tema, la vida se había adelantado a la teología y que la gente sabia mucho más de los que enseñaba los predicadores. De igual manera, los documentos de los cuales se ha de extraer esta doctrina ejercían sobre mi una gran fascinación por su interminable variedad y siempre los veía extendidos delante de mi, incluso cuando dormía; pues son los instrumentos que sostenemos en nuestras manos, el pan en nuestro sexto, las transacciones en la calle, el rancho y la morada; los saludos, las relaciones, las deudas y los créditos, la influencia del carácter, la naturaleza y la dotación de todos os hombres. También me parecía que en todo ello podría mostrase a los hombres un rayo de divinidad, la acción presente del alma de este mundo, limpio de todo vestigio de tradición; y así el corazón del hombre podría sumergirse en una inundación de eterno amor, conversando con aquello que sabe que siempre fue y siempre debe ser, porque realmente es ahora. Además me parecía que si esta doctrina pudiese manifestarse en términos que tuviesen algún parecido con esas brillantes intuiciones en las cuales en ocasiones se nos revela la verdad, se convertiría en una estrella en muchas de esas horas sombrías y pasajes retorcidos de nuestra jornada que no permitiría que extraviásemos nuestro camino.
Mas adelante me afirmé en esos deseos al escuchar un sermón en la iglesia. El predicador, un hombre muy apreciado por su ortodoxia, desplegó en la forma acostumbrada la doctrina del juicio final. Dios por su sentado que el juicio no tiene lugar en este punto; que los malvados tienen éxito; que los buenos son desgraciados; y después basándose en la razón y en las sagradas escrituras insistió en que una vida futura habría una compensación para ambos. La congregación no pareció ofenderse la escuchar esta doctrina y hasta donde puede observar cuando la reunión concluyó todos se alejaron sin hacer observación alguna acerca del sermón.
No obstante, ¿cual fue el significado de esta enseñanza? ¿Qué quiso decir el predicador cuando declaro que los buenos son desdichados en esta vida? ¿ acaso trató de decir que casas y tierras, puestos, vinos, ropa y lujos están en poder de hombres sin principios mientras que los santos son pobres y despreciados; y después, basándose en la razón y en las sagradas escrituras, insistió en se les concedan recompensas similares otro día como valores en el banco y doblones carne de venado u champaña? ¿Esta debe ser la compensación que se pretende dar porqué otra cosa? ¿Significa acaso que van a tener permiso para orar y alabar, para amar y servir a los hombres? Vaya, eso lo pueden hacer ahora. La legitima inferencia que el discípulo podría deducir es, “debemos disfrutar tanto como lo hacen ahora los pecadores”, o bien, para llevarlo a su significado extremo, “usted peca ahora”, nosotros pecaremos en el futuro; pecaríamos ahora si pudiésemos hacerlo; al no tener éxito esperamos la venganza el día de mañana”.
La falacia está en la enorme concepción de que los malos tiene éxito; que la justicia no se llena a cabo ahora la ceguera del predicador estuvo en relegarla a los bajos cálculos del mercado de los que constituye el éxito, en vez de enfrentarse al mundo y declararlo culpable basándose en la verdad; de anunciar la presencia del alma; la omnipotencia de la voluntad, y así establecer las normas de lo bueno y lo malo, del éxito la falsedad, convocando a los muertos a su tribunal actual.
Encuentro un tono bajo similar en las obras religiosas populares de la época y las mismas doctrinas que los hombres literatos dan por sentadas cuando ocasionalmente hacen referencia a temas relacionados. Creo que nuestra teología popular ha ganado en decoro, pero no en principios, sobre las supersticiones que ha desplazado. Pero el hombre es mejor que esta teología. Su viada cotidiana le da un mentís. Toda alma ingenua y anhelante deja atrás la doctrina en su propia experiencia y todos los hombres ocasionalmente experimentan la falsedad que no pueden demostrar, ya que los hombres son más sabios de los que creen.
Todo aquello que escuchan en escuelas y púlpitos sin que vuelvan a pensar en ello, si se dijese en una conversación probablemente se cuestionaría en silencio. Si en hombre dogmatiza ante una reunión mixta sobre la Providencia y las leyes divinas, se le responde mediante un silencio que para el observador transmite claramente el descontento de quienes escuchan, y también su incapacidad para hacer su propia exposición.
Tratare de registrar algunos hechos que indican la ruta de la Ley de la compensación y me sentiré muy feliz, más allá de mis esperanzas, si en verdad logro trazar el arco más pequeño de este círculo.
La polaridad, o sea, la acción y la reacción, es algo que encontramos en cualquier parte de la naturaleza; en la oscuridad y la luz, en el calor y en el frio; en el flujo y reflujo de las aguas; en lo masculino y en lo femenino; en la inspiración y expiración de plantas y animales; en los movimientos sistólicos y diastólicos del corazón. En las ondulaciones de líquidos y sonidos; en la gravedad centrifuga y centrípeta; en la electricidad, el galvanismo y la afinidad química. Si se superinduce un magnetismo en un extremo de una aguja, el magnetismo opuesto se presenta en el otro extremo. Si el sur atrae, el norte repele. Para vaciar aquí, debe condensar allá. Hay un inevitable dualismo que divide en dos ala naturaleza, dé tal manera que cada cosa es una mitad y sugiere otra cosa para formar un todo; por ejemplo,espirituo y materia; hombre y mujer; subjetivo y objetivo; Dentro y fuera; arriba y abajo; movimiento y reposo; afirmación y negación. Así como el mundo es dual, también lo es cada una de sus partes todo el sistema de las cosas esta representado en cada partícula. Hay algo parecido al flujo y reflujo de los mares, al día y la noche al hombre y la mujer, en una sola aguja de pino, en un grano de maíz, en cada individuo de cada tribu animal. La reacción tan magna en los elementos se repite dentro de estos pequeños límites. Por ejemplo, en el reino animal, el fisiólogo ha observado que no existen criaturas favoritas, sino que cierta compensación equilibra cada don y cada defecto. El excedente que se concede en una parte se paga con una reducción de otra parte de la misma criatura. Si la cabeza y el cuello son alargados, el tronco y las extremidades son más cortos.
Otro ejemplo es el de la teoría de las fuerzas mecánicas. Lo que ganamos en fuerzas se pierde en tiempo y a la inversa. Los errores periódicos o compensadores de los planetas nos ofrecen un ejemplo más y otro lo son las influencias del clima y la tierra en la historia política. El clima frio vigoriza. La tierra árida no engendra fiebres, cocodrilos, tigres o escorpiones. El mismo dualismo en la base de la naturaleza y la condición del hombre. Todo exceso ocasiona un defecto; todo defecto, un exceso. Todo dulce tiene su sabor agrio; cada mal algo bueno. Cada facultad receptora de placer recibe un castigo igual por su abuso y tiene que responder de su moderación con su misma vida.
Por cada grano de sensatez hay un grano de insensatez. Por todo lo que no ha tenido, ha ganado algo y por cada cosa que gane, perderá algo. Si aumentan las riquezas hay incrementos que hacen uso de ellas. Si el que recoge llega a reunir demasiado, la naturaleza le quita a ese hombre lo que ha puesto en su armario; expande sus propiedades, pero le da muerte al propietario. La naturaleza odia los monopolios y las excepciones. Las ondas del mar no buscan más velozmente un nivel desde sus más encumbradas alturas, de los que las variaciones en las condiciones tienden a igualarlas. Siempre hay cierta circunstancia niveladora que reprime al arrogante, al fuerte, al opulento, al afortunado, bajándolo sustancialmente al mismo nivel de los demás. ¿Hay un hombre demasiado poderoso y orgulloso para la sociedad, que por su temperamento y posición es un mal ciudadano, un rufián moroso, que tiene en su persona un toque de pirata?, pues la naturaleza le envía un tropel de hermosos hijos e hijas que van muy bien en la escuela, y el amor hacia ellos y su temor por ellos suaviza su torvo entrecejo hasta convertirlo en una cortesía. Así se las ingenia para ablandar el granito y el feldespato, saca el jabalí y mete el cordero y mantiene un equilibrio real.
El agricultor se imagina que el poder y un buen puestos son cosas buenas pero el presidente ha pagado muy caro por ocupar la Casa Blanca, en general le ha costado su paz y lo mejor de sus atributos humanos. A fin de preservar durante breve tiempo una apariencia tan conspicua ante el mundo, se contenta con comer el polvo delante de los verdaderos amos que se yerguen detrás del trono. ¿O acaso los hombres desean la grandeza más sustancial y permanente de un genio? Esto tampoco posee una inmunidad. Aquel que por fuerza de la voluntad o del pensamiento es grande y desdeña a miles, tiene la responsabilidad de haberlos desdeñados. Con cada afluencia de luz se presenta un nuevo peligro. ¿Acaso tiene luz? Debe dar testimonio de la luz y siempre dejar atrás esa simpatía que le proporciona una satisfacción tan aguda, mostrándose fiel a las nuevas revelaciones del alma incesante. Debe odiar a padre y madre, a esposa e hijos. ¿Posee todo lo que el mundo ama, admira y codicia?, debe arrojar tras de si su admiración y afligirlos con la fidelidad a su verdad y convertirse en un proverbio y un silbido.
Esta ley redacta las leyes de ciudades y naciones; no se vera obstaculizada en sus fines, ni siquiera en los más mínimo. Es en vano construir, tramar o combinarse en su contra. Las cosas se rehúsan a dejarse administrar mal durante largo tiempo. Aun cuando no aparece una seguridad de un nuevo mal la seguridad existe y aparecerá. Si el gobierno es cruel, la vida del gobernador no esta a salvo. Si cobra impuestos demasiado elevados, las rentas no le producirían nada. Si establece un código criminal sanguinario, los jurados no condenaran. Nada arbitrario, nada artificial puede perdura. La verdadera vida y satisfacciones dl hombre parecen eludir los máximos rigores y bienaventuranzas de la condición y se establecen con una gran indiferencia bajo toda variedad de circunstancias. Bajo todos los gobiernos, la influencia de carácter sigue siendo la misma, es casi igual en Turquía y en nueva Inglaterra. Bajo los primitivos tiranos de Egipto, la historia confiesa con toda honestidad que el hombre debió ser tan libre como la cultura lo podía ser.
Estas apariencias indican el hecho de que el universo esta representado en todas y cada una de sus partículas. Todo en la naturaleza contiene todos los poderes de la naturaleza. Todo esta hecho de un material secreto; igual que el naturista ve un tipo debajo de cada metamorfosis y mira a un caballo como un hombre que corre, a un pez como un hombre que nada, a un ave como un hombre que vuela, a un árbol como un hombre arraigado. Cada nueva forma repite no solo la característica principal del tipo, sino todos los detalles parte por parte, todos los propósitos, progresos, obstáculos, energías y un sistema completo de todo lo demás. Cada ocupación, oficio, arte y transacción es un comprendió del mundo y un correlativo de cada uno de los demás. Cada uno es un emblema total de la vida humana; de sus aspectos buenos y malos, de sus tanteos, sus enemigos, su curso y su fin. Y cada uno de ellos de alguna manera debe dar cabida al hombre y recitar todo su destino.
El mundo se engloba a si mismo dentro de una gota de roció. El microscopio no puede encontrar el animálculo que sea menos perfecto por ser tan pequeño. Ojos, oído, sabor, olfato, movimiento, resistencia, apetito y órganos de la reproducción, que se aferran a la eternidad todo ello encuentra espacio para constituirse en la pequeña criatura. Y así ponemos nuestra vida en cada acto.la verdadera doctrina de la omnipresencia es que Dios reaparece con todas Sus partes en cada musgo y telaraña. El valor del universo se las ingenia para lanzarse hacia cada punto. Si el bien esta allí esta el mal; si la afinidad, también la repulsión; si la fuerza, también la limitación.
Así es el universo viviente. Todas las cosas son morales. Esa alma que dentro de nosotros es un sentimiento, fuera de nosotros es una ley. Percibimos sus inspiraciones; allá en la historia podemos ver su poderío fatal. Es todopoderoso. Toda la naturaleza percibe su dominio. “Está en el mundo y el mundo fue hecho por ella”. Es eterna pero se representa en el tiempo y el espacio. La justicia no se pospone; una perfecta equidad ajusta su equilibrio en todas las partes de la vida. Los dados de Dios siempre están cargados. El mundo parece una tabla de multiplicar o una ecuación matemática que, no importa como le den la vuelta, se equilibra a si misma. Tome la cifra que quiera, su valor exacto, ni mas ni menos, aun regresa a usted. Todo secreto se divulga; todo crimen se castiga; toda virtud se recompensa; toda injusticia se repara, en silencio y a ciencia cierta.
Lo que llamamos retribución es la necesidad universal mediante lo cual el todo aparece siempre que aparece una de sus partes. Si ve humo, debe haber fuego. Si ve una mano o un miembro, sabe que el tronco al cual pertenecen está detrás de ello.
Cada acto se recompensa a si mismo, o en palabras, se entrega a si mismo, en una forma doble: primero en la cosa, o la naturaleza real; y en segundo lugar en la circunstancia, o la naturaleza aparente. Los hombres llaman retribución a la circunstancia. La retribución casual esta en la cosa y es vista por el alma. La retribución en la circunstancia es vista por la comprensión; es inseparable de la cosa, pero a menudo se extiende a lo largo de un periodo prolongado de tiempo, de tal manera que no se vuelve nítida sino hasta después de muchos años. Los azotes específicos pueden venir mucho después de la ofensa, pero lo hacen porque la acompañan. El crimen y el castigo surgen de un mismo vástago. El castigo es un fruto que madura inadvertido en el interior de la flor del placer, que lo ocultaba. Causa y efecto, medio y fin, semilla y fruto, todo ello no puede separarse; porque el efecto florece en la causa, el fin preexiste en el medio y el fruto en la semilla.
Mientras que así el mundo es un todo y se rehúsa a que lo dividan, nosotros tratamos de actuar parcialmente, de dividir, de apropiarnos; por ejemplo, para satisfacer a los sentidos, apartamos al placer de los sentidos de las necesidades del carácter. El ingenio del hombre se ha dedicado a la solución de un problema, cómo apartar la dulzura sensual, la fortaleza sensual, el brillo sensual y así sucesivamente, de la dulzura moral, de la profundidad moral, de la justicia moral; es decir, una vez más se las ingenia para pulir a tal grado esta superficie externa tan delgada que la deja sin fondo; para obtener un extremo, sin otro extremo.
El alma dice, come; el cuerpo se dará en un banquete. El alma dice, el hombre y la mujer serán una sola carne y una sola alma; el cuerpo se unirá solamente a la carne. El alma dice, ten el dominio de todas las cosas a fin de alcanzar la virtud; el cuerpo quiere el poder sobre las cosas para sus propios fines.
El alma pugna vehemente para vivir y resolver todas las cosas; seria el único hecho. Y todas las cosas se darán por añadidura, poder, placer, conocimiento, belleza. El hombre particular pretende ser alguien; erguirse por si mismo; trocar y regatear por un bien para si; y en especial , viajar para que pueda viajar; vestir para que pueda ser vestido; comer para que pueda comer y gobernar para que lo admiren . Los hombres tratan de ser grandes; quieren un buen puesto, riquezas, poder y fama. Creen que ser grandes es obtener solo un lado de la naturaleza, lo dulce, sin el otro lado, lo amargo.
Continuamente se neutralizan todas estas divisiones y separaciones. Hasta nuestros días, debemos reconocer que ningún proyectista ha tenido el menor éxito. El agua separada vuelve a reunirse detrás de nuestra mano. El placer se acaba en las cosas agradables, la utilidad en las cosas lucrativas, el poder en las cosas fuertes, en el momento mismo en que tratamos de separarlos del todo.
Ya no podemos dividir las cosas a la mitad y obtener el bien sensual en si, como tampoco podemos tener un interior que no tenga exterior o una luz sin una sombra. “Aleje a la naturaleza con un tenedor y regresará corriendo”. Todas las cosas son dobles, una contra la otra. Tít. Por tat; ojo por ojo; diente por diente; sangre por sangre; medida por medida; amor por amor. Da y recibirás. Aquél que dio de beber, también a él le darán agua. ¿Qué tendrás? dice Dios; paga por ello y tómalo. Quien nada aventura, nada poseerá. Se le pagara exactamente por lo que hiciste, no más y no menos. Quien no trabaja, no comerá. El que espera un daño encontrara un daño. Las maldiciones siempre recaen sobre la cabeza de quien las profiere. Si se coloca una cadena alrededor recae sobre la cabeza de quien las profiere. Si se coloca una cadena alrededor del cuello de un esclavo, el otro extremo se apretara alrededor del propio cuello.
El mal consejo confunde al consejero. El dominio es un asno. Así esta escrito, porque así sucede en la vida. Nuestra acción está sojuzgada y caracterizada por la ley de la naturaleza, por encima de nuestra voluntad. Apuntamos hacia un fin mezquinó independiente del bien publico pero nuestro acto se coloca así mismo mediante un irresistible magnetismo en línea con los polos del mundo.
Un hombre no puede hablar sin que se juzgue a si mismo. Con su voluntad o contra su voluntad traza su retrato delante de los ojos de sus compañeros mediante cada una de sus palabras. Cada opinión reacciona sobre quien la expresa. Es como un abola de hielo que se arroja hacia un blanco, pero cuyo otro extremo permanece en el bolsillo de quien la arrojó. O, más bien, es como un arpón que se arroja a una ballena y que a medida que sale volando desenrolla un rollo de cuerda en la embarcación y si el arpón no es bueno o no estuvo bien arrojado, irá a parar muy cerca, cortando al timonel en dos o hundiendo la embarcación.
No puede hacer un mal sin sufrir un mal. “Ningún hombre ha tenido jamás un punto de orgullo que no fuese nocivo para él”, decía Edmund Burke. La persona distinguida en la vida elegante no se da cuenta que se excluye a si mismo del disfrute, en un intento por apoderarse de el. Quien quiere excluir a los demás de la religión no comprende que se cierra a si mismo las puertas del cielo al luchar por cerrárselas a las demás. Trate a los hombres como peones y bolos y usted sufrirá tanto como ellos. Si se olvida que tiene corazón, usted perderá el suyo. Los sentidos convertirían en objetos a todas las personas; a las mujeres, los niños y los pobres. El proverbio vulgar, “Se lo sacaré del bolsillo o se lo arrancaré de la piel”, es una filosofía acertada.
Todas las infracciones contra el amor y la equidad en nuestras relaciones sociales reciben un pronto castigo. Son castigadas por el temor. Mientras sostengo unas relaciones sencillas con mis semejantes, no experimento disgusto alguno al reunirme con ellos. Nos reunimos igual que se reúnen el agua con el agua, o como se mezclan dos corrientes de aire, con una perfecta difusión y una interpretación de la naturaleza. Pero tan pronto como se presenta cualquier desviación de la simplicidad y un intento por dividir las cosas a la mitad, o de algo bueno para mi que no sea buenos para ellos, perciben el mal; me rehúyen tanto como yo los he rehuido; sus ojos ya no buscan los míos; entre nosotros se ha declarado una guerra; en ellos hay odio y en mi hay temor.
Los hombres experimentados del mundo saben muy bien que es mejor pagar impuestos y cuotas a medida que avanzan, y que a menudo un hombre tiene que pagar muy caro por una pequeña frugalidad. Quien pide prestado se endeuda solo. ¿Acaso ha ganado algo el hombre que ha pedido cientos de favores y no ha hecho ninguno? ¿Ha ganado al pedir prestado, por indolencia, o por astucia, la loza, los caballos o el dinero de su vecino? En el hecho mismo surge el reconocimiento instantáneo del beneficio por una parte y, por la otra, de una deuda; es decir, de superioridad e inferioridad. La transacción permanece en su memoria y en la de su vecino; y cada nueva transacción, de acuerdo con su naturaleza, altera sus relaciones entre si. Pronto puede llegar a comprender que más le valía haberse rotos sus propios huesos que viajar en la cartera de su vecino, y que “el precio más elevado que puede pagar por una cosa es pedirla”.
Un hombre cauteloso ampliará esta lección a todas y cada una de las partes de su vida; sabrá que siempre corresponde a la prudencia enfrentarse a cada demandante y pagar cada exigencia justa sobre su tiempo, sus talentos o su corazón. Pague siempre; ya que tarde o temprano tendrá que pagar todas sus deudas. Las personas y los acontecimientos pueden erguirse durante cierto tiempo entre usted y la justicia, pero eso solamente es un aplazamiento. Al final deberá pagar su propia deuda. Si es prudente, temerá una prosperidad que solo lo abrumara con más. El beneficio es el fin de la naturaleza, pero por cada beneficio que reciba, le impondrá un impuesto. Es grande quien confiere un mayor número de beneficios. Es bajo, y esta es la bajeza más grande del universo, recibe favores y no hacer ninguno. En el orden de la naturaleza, no podemos hacer beneficios, a aquellos de quienes los recibimos, o sólo podemos hacerlo muy rara vez. Pero el beneficio que recibimos debe devolverse línea por línea, hecho por hecho, y centavo por centavo, a alguien. Cuide de que n sus manos no se queden demasiadas cosas buenas, pues rápidamente se corromperán y alimentaran gusanos.
Pague lo más pronto posible en alguna forma.
Las mismas leyes implacables vigilan el trabajo. La labor más apreciada la más barata, dice el prudente. Lo que adquirimos es una escoba, una alfombra, una carreta, un cuchillo, es una aplicación del buen juicio a una necesidad común. Es mejor pagar en sus tierras a un jardinero hábil o comprar buen juicio aplicado a la jardinería; en sus marinos, un buen juicio aplicado a la navegación; en el hogar, buen juicio aplicado la cocina, ala costura y al servicio; en su gente, buen juicio aplicado a la contabilidad y a los negocios. Así llegara a multiplicar su presencia o se extenderá a todo los largo de sus posesiones. Pero debido a la construcción dual de las cosas, en el trabajo, así como en la vida, no puede hacer trampas. El ladrón se roba a si mismo y el estafador se estafa a si mismo. Porque el verdadero precio del trabajo esta en el conocimiento y en la virtud, de los cuales son signos la opulencia y el crédito. Esos signos, igual que los billetes, pueden ser falsos o robados; pero aquello que representan, o sea, el conocimiento y la virtud, no pueden falsificarse ni robarse. Estos fines del trabajo no pueden ser cumplidos si no es mediante los verdaderos esfuerzos de la mente y en catamiento de los motivos más puros. El tramposo, el malversador, el jugador, no pueden arrebatar el beneficio del conocimiento de naturaleza material y moral que su cuidado y esfuerzo honestos rinden al operario. La ley de la naturaleza es: Haz las cosas y tendrás el poder; pero quienes no hacen las cosas no tienen el poder.
El trabajo humano, en todas sus formas, desde afilar una estaca hasta la construcción de una cuidad o de una epopeya, es un enorme ejemplo de la perfecta compensación del universo. Por doquiera y siempre, esta ley sublime. El equilibrio absoluto de Dar y Recibir, la doctrina de que todo tiene su precio y de que si ese precio no es pagado no se obtendrá eso, sino otra cosa, y de que es imposible obtener cualquier cosa sin pagar su precio, no es menos sublime en las leyes de las columnas de un libro mayor que en el presupuesto de los estados, en las leyes de la luz y la oscuridad, en todas las acciones y reacciones de la naturaleza. No puedo dudar que las elevadas leyes que todo hombre contempla jamás implicaron en esos procesos con los cuales esta familiarizado, la severa ética que centellea en el borde de su cincel, que se miden con su plomada y su regla, que son tan obvios al pie, tanto de la cuenta de la tienda como en la historia de un estado, le recomiendan su oficio, y aun cuando rara vez se nombran, exalten su negocio ante su imaginación.
La alianza entre virtud y naturaleza compromete a todas las cosas para que asuman un frente hostil al vicio. Las hermosas leyes y sustancias del mundo persiguen y azotan al traidor. Encuentran que las cosas están dispuestas para la verdad y el beneficio, y que no hay una sola guarida en todo el ancho mundo en donde se pueda ocultar un pillo. Cometa un crimen y vera que la tierra esta hecha de cristal. No existe tal cosa como un escondite. Cometa un crimen y parece como si una capa de nieve cayese sobre el suelo, de tal manera que revela el medio del bosque la huella de cada perdiz, zorra, ardilla y topo. Usted no podrá revocar la palabra hablada, no podrá borrar las huellas de los pies; no podrá subir la escalerilla a fin de no dejar entrada o pista alguna. Siempre trascenderá alguna circunstancia probatoria. Las leyes y sustancias de la naturaleza, el agua, la nieve, el viento, la gravitación se convierten en penalidades para el ladrón.
Por otra parte la ley aprueba con la misma infalibilidad toda acción justa. Amen y serán amados; todo el amor es matemáticamente justo, tanto como ambos lados de una ecuación algebraica. El hombre bueno posee una bondad absoluta, que igual que el fuego convierte todo a su propia naturaleza, de manera que no puede hacerse ningún daño, pero como todos los ejércitos reales enviados contra Napoleón, cuando él se aproximó inclinaron sus banderas convirtiéndose de enemigos en amigos; así, de igual manera los desastres de toda clase tales como las enfermedades, la ofensa y la pobreza, resulta ser benefactores.
Todos los buenos resultan favorecidos incluso por las debilidades y los defectos en la misma forma que un hombre jamás ha tenido un punto de orgullo que no fuera nocivo, de la misma manera ningún hombre ha tenido algún defecto que no haya sido de algún modo útil. El siervo de la fabula admiraba sus cuernos y culpaba sus patas, pero cuando se presento el cazador, sus patas lo salvaron y después, atrapado en la espesura, sus cuernos lo destruyeron, a lo largo de su vida, todos los hombres tienen algo que agradecerle a sus defectos. Igual que ningún hombre comprende a fondo la verdad si no hasta que primero lucha contra ella, de la misma manera ningún hombre ha esta familiarizado a fondo con los impedimentos o talentos de los hombres, hasta que ha sufrido a causa de unos y ha visto el triunfo de otros por encima de los propios deseos de los mismos. ¿Tiene algún defecto o un rasgo de temperamento que lo hace inadecuado para vivir en la sociedad?, debido a eso, se ve obligado a divertirse solo y adquirir hábitos de autoayuda; y así, lo mismo que una ostra herida remienda su concha con madreperla.
Nuestra fortaleza surge de nuestras debilidades. La indignación que se arma a si misma con fuerzas secretas no despierta si no hasta que nos vemos pinchados, picados y dolorosamente heridos. Un gran hombre siempre esta dispuesto a ser pequeño mientras permanece sentado sobre los cojines de sus ventajas se dedica a dormir. Cuando se ve empujado, atormentado y derrotado, tiene la oportunidad de aprender algo; se ha puesto a prueba su genio, su virilidad; ha ganado en hechos; se ha dado cuenta de su ignorancia; se ha curado de su locura de la presunción; ha adquirido moderación y una verdadera habilidad. El hombre sabio siempre se lanza hacia el lado de sus agresores. Le interesa más a él que a ellos encontrar su punto débil. La herida cicatriza y se desprende como una piel nueva y cuando ello quieran triunfar, ¡he allí que él ya ha transcendido más allá de lo vulnerable! La culpa es menos riesgosa que la alabanza. Odio que me defiendan en un periódico; mientras que todo lo que se diga sea en mi contra, experimento una cierta seguridad de alcanzar el éxito. Pero tan pronto como se pronuncia en mi favor esa melifluas palabras de alabanza, me siento como alguien que ya se desprotegido delante de sus enemigos. En general, cada mal ante el cuál no sucumbimos en un benefactor. Igual que en el isleño nativo de las Islas Sándwich cree que la fuerza y valor del enemigo al que ha dado muerte se transmiten a él, de igual manera, ganamos la fuerza de la tentación a la que nos hemos resistido.
Las mismas defensas que nos protegen del desastre, de los defectos y de la hostilidad nos defienden, si así lo queremos, del egoísmo y del fraude. Los cerrojos y las barras no son lo mejor de nuestras instituciones, como tampoco la astucia en el comercio es una señal de sabiduría. Los hombres padecen durante toda su vida bajo la tonta superstición de que pueden resultar engañados, pero es imposible que un hombre resulte engañado por alguien que no sea más que él mismo, así como no es posible que una cosa sea y no sea al mismo tiempo. En todos nuestros tratos hay una tercera facción silenciosa. La naturaleza de las cosas se encarga de garantizar el cumplimiento de cada contrato, de manera que un servicio honesto no puede resultar en una pérdida. Si sirve a un amo ingrato sírvalo todavía más y apunte a Dios en la lista de sus deudores. Cada golpe tendrá su desquite. Mientras más tiempo de retenga el pago, mejor para usted, ya que la tasa de intereses compuestos sobre intereses es lo acostumbrado por este tesorero.
La vida del hombre es un progreso, no una estación. Su instinto es confiar. Nuestro instinto usa el más y él “menos” cuando se aplica al hombre, siempre de la presencia del alma, no de su ausencia; el hombre valiente es más grande que el cobarde; el hombre sincero, es benévolo y el sabio son más hombres, y no menos, que el tonto y el tunante. Por lo tanto no hay un impuesto sobre la bondad de la virtud, pues esa es la llegada de Dios mismo, o la existencia absoluta, sin ninguna comparación. Toda la bondad externa tiene su impuesto y si se presentó sin el desierto y sin el sudor, no tiene raíz en mí y el próximo vendaval la arrastrará. Pero toda la bondad de la naturaleza pertenece al alma y no puede poseerse ni se paga con la moneda legal de la naturaleza, es decir, por medio del trabajo que el corazón y la cabeza permitan. Ya no deseo encontrarme con un bien que no he ganado, por ejemplo, encontrarme una vasija llena de oro sepultada, a sabiendas de que trae consigo una nueva responsabilidad. Ya no deseo bienes externos, ni posesiones, ni honores, ni poderes, ni personas. La ganancia es aparente; el impuesto es seguro. Pero no hay impuesto sobre el conocimiento de que existe una compensación y de que no es deseable excavar en busca de un tesoro. Y en esto me regocijo, con una paz serena y eterna.
Reduzco las fronteras de un posible mal. Aprendo la sabiduría de San Bernardo “Nada puede causarme daño, con excepción de mi mismo; el daño que sostengo lo llevo conmigo mismo y jamás soy un verdadero doliente si no es por mi propia culpa”.
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