domingo, 6 de junio de 2010

CÓMO SEPARAR LO POSIBLE DE LO IMPOSIBLE


A casi todos nos ha sucedido en un momento o en otro. De pronto se presenta una oportunidad que parece ofrecer grandes promesas de logros financieros o de un adelanto en la carrera. Invadidos por la emoción y el entusiasmo de la situación, saltamos hacia esa oportunidad sin pensar ni evaluar previamente las posibilidades de que tengamos éxito, ¡y fracasamos por completo! En ocasiones podemos reflexionar en nuestro fracaso y si se trató de algo de menor importancia, nos encogemos de hombros con una sonrisa, olvidándonos de ello. Pero las más de las veces, los resultados de nuestra imprudente aventura pueden dejar cicatrices de fracaso que permanecen con nosotros a todo lo largo de nuestra vida.

Una de las premisas básicas de esta universidad es la aceptación de nuevos desafíos y una constante elevación del horizonte de sus ambiciones, primordialmente porque desde hace largo tiempo se ha establecido que todos empleamos sólo un pequeño porcentaje de nuestro talento. Sin embargo, sin cierta ayuda y guía, la mayoría es incapaz de aprender a distinguir esa delgada línea que divide el reino de lo posible del de lo imposible, de manera que a menudo tropezamos y caemos, castigados y vencidos por empresas que debimos rehuir.

J. Paul Getty había acumulado su primer millón de dólares a los veinticuatro años de edad. Cuatro décadas después se le aclamaba como el hombre más opulento de la tierra, después de amasar su fortuna, que sobrepasaba los mil millones de dólares, gracias a su tan envidiada capacidad de evaluar a fondo cualquier situación antes de invertir en ella su tiempo o su dinero.

En esta importante lección tomada de su libro, The Golden Age, el señor Getty le enseñará una sencilla técnica que le permitirá sopesar cualquier oportunidad que se presente contra los recursos de que dispone, de tal manera que pueda incrementar sus posibilidades de tomar la decisión correcta antes de apresurarse a aprovecharla.

¿Cuándo fue la última vez que escuchó una conferencia pronunciada por una persona varias veces millonaria?

Desafortunadamente, incluso después de que se han salvado los principales obstáculos y barreras iniciales en la línea de salida, la senda hacia una vida plena y feliz todavía no es una súper carretera lisa y llana. Aún tiene desviaciones, curvas ciegas, cruces de caminos, casetas de pago y sobre todo, restricciones reglamentarias.

Muy pocos individuos, ya sean filósofos o ignorantes, magnates o mendigos, están en libertad de cruzar una vía pública cuando mejor les place. Por lo menos, no mientras se encuentren con más tráfico a lo largo del camino y encuentran que es necesario coexistir e interactuar con los demás seres humanos.

Es verdad, aquí, como en todo, hay excepciones para la regla de que los seres humanos tienen que obedecer ciertas normas. Una persona puede tomar un atajo hacia algún remoto paso en la montaña y allí disfrutar de una "absoluta libertad", pero sólo a nivel de la Edad de Piedra y únicamente en tanto que la persona permanezca completamente aislada y sea autosuficiente. Porque en el momento en que el anacoreta necesite aunque sea un mendrugo, un trozo de tela o un clavo de otro ser humano, automáticamente renuncia a cierto grado de su libertad al sujetarse a determinados términos y condiciones establecidos por otra persona o por la sociedad como un todo.

Ya que entre nosotros no hay muchos que alberguen un apetito por una dieta de raíces y moras silvestres y de un guardarropa de pieles de animales primitivamente curtidas o de una morada en una cueva, para una abrumadora mayoría queda el hecho de que es necesario reconocer y respetar los reglamentos, normas y realidades de la civilización. A fin de calificar como miembros operantes de nuestra sociedad, las personas necesitan, por consiguiente, tolerar ciertas intrusiones de dicha sociedad en sus libertades individuales. El fracaso para hacerlo da por resultado que se impongan determinadas penalidades.
Por ejemplo, a un ciudadano se le prohíbe, su pena de castigo, que cometa un robo o un acto de bigamia, que defraude o estrangule a su vecino, que luche en un duelo a muerte o que falsifique un título de propiedad. Y para el caso, al ciudadano promedio ni siquiera se le permite un absoluto libre albedrío para disponer de sus propias ganancias personales; una gran variedad de autoridades de impuestos les deducen automáticamente de ellas una porción considerable, o bien, él mismo debe pagar sus impuestos.

Sí, ciertamente, se pretende que todas estas restricciones y reglamentos y otros similares protejan la seguridad y el bienestar de la ciudadanía y preserven nuestro sistema y estructura sociales. No obstante, aun cuando no sea más que en teoría, estas son transgresiones al concepto de la Absoluta Libertad Individual.

Con toda justicia, debemos reconocer que la persona promedio está consciente de tales restricciones y que en gran parte se somete a ellas, dejándose guiar sin una protesta excesiva. Pero paradójicamente, se conforma todavía en una forma más voluntaria con muchas otras limitaciones menos patentes, más generalizadas y decisivas que nos imponen a todos, aun cuando su existencia misma, por no decir nada de sus efectos operativos, sólo reconoce conscientemente una insignificante minoría.

Como un ejemplo, a pesar de que el norteamericano promedio disfruta de una amplia libertad de elección y de decisión en casi todas las áreas de sus actividades, de ninguna manera es una gente enteramente libre cuando se trata de fijar el curso de su vida. Se ve sujeto a una profusión de fuerzas, factores y circunstancias a las cuales debe responder y reaccionar. Y si acaso, apenas comprende que producen y gobiernan sus decisiones y acciones más importantes, aun cuando frecuentemente las incitan u obligan.

Quienes podrían considerar que todo esto es discutible, harían bien en reconocer que durante el curso de toda su vida es necesario que muestren más o menos cierta tolerancia y que hagan algunos ajustes, concesiones y compromisos simplemente para sobrevivir, y todavía más, si esperan elevarse por encima de la masa anónima. A menudo, cuando esas personas se enfrentan a una elección de opciones, se ven obligadas a renunciar a lo que normalmente sería su primera elección y tienen que contentarse con alguna alternativa o medios, y sólo entonces pueden proceder a tratar de obtener el mejor partido de ellos.

Por experiencia propia sé muy bien todo esto. Cuando joven, mi ambición y mayor deseo era ingresar al Servicio Diplomático de Estados Unidos y, siempre y cuando me lo permitiera mi carrera, me dedicaría a una vocación secundaria de escritor. Probablemente, lo habría logrado, de no ser por el hecho aparentemente inconexo de que era hijo único.

Eso significó toda una diferencia decisiva. Alguien tenía que encargarse de los negocios de mi padre, George F. Getty, levantados a lo largo de muchas décadas de ardua y dedicada labor. No era que yo fuese el candidato más adecuado, ni siquiera el más lógico; simplemente sucedió que era el único disponible.

Le aseguro que la idea de estar al frente de un negocio de regular tamaño y con gran éxito no solamente estaba muy lejos de mis ambiciones originales, sino que era un prospecto formidable y perturbador. Las responsabilidades y problemas concomitantes no sólo eran grandes, pesados y ominosamente opresivos, sino que además no había salidas de emergencia por las que sin cargo de conciencia pudiese evadirme, sobre todo teniendo en cuenta que también estaban involucrados la seguridad y el bienestar de mi madre.

En consecuencia, abandoné mis planes largo tiempo acariciados e hice una carrera en el mundo de los negocios, en vez de dedicarme al servicio diplomático. Una vez que tomé esa decisión, no me permití el lujo masoquista de los persistentes arrepentimientos. Difícilmente podía hacerlo, en vista de las tareas que debía emprender.

Reconozco que ese “juego” no fue mi primera elección, sino una a la cual las circunstancias sobre las que tenía un escaso control me enviaron corno jugador sustituto. No obstante, y haciendo caso omiso de la forma en que llegué allí, estaba en el juego y ya había sonado el silbato para iniciar el partido. A partir de entonces, me incumbía participar en él con todas mis energías y en una forma activa, manteniendo la pelota en movimiento.

Para evitar cualquier malentendido, quiero apresurarme a negar cualquier intención de hacer alarde o pretender que poseo cualquier virtud. Simplemente me uso como un ejemplo conveniente para respaldar dos argumentos. En primer lugar, que a pesar de que un individuo no siempre puede tener o hacer aquello que más desea, sin embargo con toda seguridad puede adaptarse o aclimatarse a una alternativa razonable o a un medio racional. En segundo, aún así puede encontrar placer y satisfacción en su ocupación y disfrutar de la vida y de su forma de vivir.

La experiencia me ha demostrado que no hay nada más vano o carente de sentido de desperdiciar nuestras energías lamentándonos e imprecando contra la necesidad de hacer compromisos y concesiones en la vida. Eso equivaldría a despotricar y enfurecernos contra las leyes que prohíben la mutilación criminal y el asesinato, sólo porque la persona encargada de los pronósticos del tiempo anunció equivocadamente un cielo despejado y un repentino chubasco nos arruinó un día de campo familiar.

Después de todo, muy rara vez la aceptación de un individuo de las cosas inevitables se compara con una rendición abierta e incondicional. Y tampoco implica, necesariamente, que de allí en adelante deba renunciar a ¿us aspiraciones y ambiciones más arraigadas, condenándose a un total abatimiento.

Por una parte, los individuos con imaginación y recursos ampliarán la base y estructura de su situación a fin de proporcionar suficiente espacio y oportunidad para realizar sus ambiciones y satisfacer sus deseos en esa estructura más extensa. Por otra parte, nunca es "demasiado tarde" para que los hombres y mujeres animosas y emprendedoras se levanten por encima de lo que consideran una rutina y cambien a una carrera enteramente diferente o desarrollen nuevos intereses que satisfarán sus más recónditos anhelos.

Sin embargo, y en todos los casos, una consideración primordial es que durante gran parte de su vida adulta, el individuo promedio avanzará en dos diferentes esferas de la existencia, que, no obstante están superpuestas e interrelacionadas: la “vocacional” (la que involucra su trabajo) y la personal. Y para bien, mal o en una forma indiferente, cualquier situación vocacional o de la carrera tiene la probabilidad de ejercer presiones significativas y más o menos formativas sobre la filosofía de la vida y los patrones de vida de un individuo.

Una persona que no aprende nada del medio ambiente en el cual pasa poco más o menos cuarenta horas cada semana y que tampoco asimila nada de él y permanece ciegamente impenetrable a su influencia, es tan rara que podríamos considerarla como un ser único. Es muy improbable que nadie pueda borrar por completo de su mente su “trabajo” al salir de la oficina o al cruzar las puertas de la fábrica. Prácticamente todos "hablan de su oficio" fuera del trabajo; tan solo esto parecería demostrar que los pensamientos e impresiones "se llevan a casa". Ya sea que estas influencias ocasionales sean visiblemente predominantes o engañosamente sutiles depende de innumerables factores, pero sin lugar a dudas tienen sus efectos y para ilustrarlo, confío en lo notoriamente sencillo y obvio.

El piloto de un avión que hace el recorrido trasatlántico y el comprador de un almacén de mucha categoría probablemente tienen ingresos comparables, pero no es muy probable que sus filosofías y sus vidas privadas sean semejantes. El maquinista que tiene el turno de noche y el animador de una estación de radio que trabaja desde la media noche hasta el amanecer, tienen un horario irregular, pero cada uno de ellos desarrolla su propia manera de pensar y sus patrones de vida, y éstos a su vez, tendrán muy poca semejanza con los del farmacéutico de la esquina o del gerente del supermercado local. Una secretaria particular y una enfermera titulada son mujeres y posiblemente ambas poseen instintos y cualidades femeninas básicas, pero me siento inclinado a dudar si sus puntos de vista y sus perspectivas, así como sus patrones de vida, sean ni remotamente idénticos.

Y, según mi opinión, una buena parte de esas diferencias podría imputarse razonablemente a las influencias de las situaciones y experiencias de trabajo.

Considerando todo esto, creo que la mayoría de nosotros, si somos suficientemente honestos, reconoceremos que los seres humanos en realidad no son tan dueños de su suerte y capitanes de su destino como les agrada creer. Y sin embargo, nadie puede negar que, dentro de los límites que íes han impuesto, poseen una libertad y ciertas prerrogativas para hacer lo que quieran, y puedan hacer, consigo mismos, con sus vidas y con sus carreras.

Algunos, y esto es deplorable, pero cierto, no harán nada, no avanzarán hacia ninguna parte y serán abyectos fracasos en una o en ambas esferas de su existencia y, en ocasiones, en ambas, exclusivamente porque se rehúsan a hacer el esfuerzo requerido para hacer algo más o mejor. Para esos individuos, el resto de nosotros sólo puede dirigirles poco más que una mirada casual o, si nos sentimos inclinados a hacerlo, un apenado movimiento de cabeza.

Otros quizá hagan un esfuerzo honesto y vigoroso, pero fracasarán debido a deficiencias intelectuales o de otra naturaleza o incluso a defectos físicos. Esos individuos, ciertamente, son merecedores de nuestra comprensión y simpatía y, en los casos en que está indicado y justificado, de una mano que los ayude. Hay otros más que alcanzarán el éxito, mayor o menor, dependiendo tanto de sus propias escalas de medición como de sus capacidades en una o en ambas esferas (y por su bien, esperamos que sea en ambas). Aun cuando en algunos casos reciben cierto grado de ayuda de los demás, aun así, su éxito se debe en gran parte a sus propios talentos, esfuerzos y empleo de sus facultades.

Sin embargo, se me ocurre que antes de que cualquier individuo empiece a luchar con extremo ahínco para alcanzar todo lo que aspira en la vida y en su trabajo, tiene derecho a recibir unas palabras de advertencia muy poco convencionales.
Basando mi opinión en años de observación y experiencia, he llegado a la conclusión de que el número de individuos que fracasan porque tratan de hacer demasiado es casi igual al de los que fracasan porque no hacen lo suficiente.

Sí, lo sé, quizá esto suene un tanto paradójico y con cierto dejo de herejía, pero desafortunadamente es verdad en el caso de muchas personas. Sus debilidades básicas pueden ser descritas muy brevemente. En cualquiera, o en ambas esferas de su existencia, la "vocacional" o la personal, tratan de realizar y de lograr, pero sencillamente son incapaces de determinar lo que es posible conseguir, dentro de su capacidad, y lo que es imposible o está más allá de su alcance, no importa lo mucho que se esfuercen.

Fijan la mirada en un punto demasiado alto y después, con gran desencanto, ven que sus tiros más cuidadosamente dirigidos erraron el blanco.

Todo esto me recuerda a un ejecutivo, a quien caritativamente llamaremos con el nombre ficticio de John Jones y que en una ocasión trabajó brevemente en una de las compañías que controlo. Inteligente, con una educación sólida y una personalidad agradable, con una familia encantadora y buenos antecedentes en trabajos ejecutivos menores en otras empresas, parecía adecuado párala posición de responsabilidad que le asignaron.

La luna de miel fue de corta duración. No transcurrió mucho tiempo antes de que fuese patente que John Jones no sólo estaba fallando en su propio progreso, sino que cada vez se quedaba más atrás, arrastrando consigo a otros ejecutivos de la compañía. La organización entera andaba mal, hundiéndose impotente en una marejada de trabajo acumulado, proyectos retrasados y quejas furibundas de la clientela.

No se necesitó investigar mucho para averiguar cuál era el problema. O bien el nuevo empleo de Jones se le había subido a la cabeza, o trataba desesperadamente de probarse a sí mismo, con el resultado neto de que perdió todo sentido de la proporción. Creía que él y la organización que dirigía podían obrar milagros, hacer cualquier cosa y todo en un lapso de tiempo absurdamente breve.

Cualquier cosa que alguien quería o solicitaba, él la prometía sin vacilar, si no para mañana entonces para pasado mañana, sin falta. Y así, el personal, apremiado y agobiado, libraba una batalla perdida contra lo imposible.

Ahora bien, a pesar de que básicamente soy un hombre de negocios y las consideraciones de negocios deberían venir en primer lugar, me imagino que quizá pude haber conservado en la nómina a John Jones, después de cambiarlo a un puesto de menor responsabilidad. Tenía poco más de cincuenta años y supuse que con una guía adecuada, aún era capaz de realizar una buena labor dentro de alguna categoría ejecutiva inferior.

Muy pronto descarté todas esas nociones cuando se descubrió que Jones no sólo había fallado gravemente en su esfera vocacional, sino que también había convertido su vida personal en un completo embrollo. Adquirió una casa que costaba por lo menos el doble de lo que podían justificar sus ingresos, con un enganche mínimo. Con toda cortesía, pero con firmeza, le pidieron que presentara su renuncia al club campestre del cual era miembro, después de una serie de incidentes muy desagradables. Estaba todavía más hundido en deudas que en trabajos inconclusos y según descubrió una discreta investigación, Jones era un tirano y el terror de su esposa y sus hijos. Se le pidió su renuncia, la cual fue aceptada antes de que se secara la tinta de su firma.

Si hay algo que distinga a esta triste y lamentable saga de sus incontables equivalentes en todos los terrenos, es la contradicción de la lógica aceptada, y generalmente válida, de que la madurez y el desarrollo reducen las posibilidades de tales errores casi catastróficos. Puesto que ya había pasado el límite de los 50 años de edad, yo diría que Jones era una persona suficientemente madura.

Tenía experiencia de la vida tanto en el hogar como en los negocios. Casado desde hacía 22 años, tenía tres hijos de 19, 16 y 14. Su expediente de empleos pasados era inmaculado, reflejando un constante ascenso, aun cuando no espectacular.

Todas esas experiencias debieron producir una persona perfectamente madura y un buen ejecutivo. Supongo que no existe ninguna explicación enteramente satisfactoria, excepto que llegó, vio y fue vencido por sus propias debilidades.

Pero no teman, hay muchos otros John Jones por allí y si acaso sirven para algún fin constructivo, es como advertencias inconfundibles de deténgase, mire y escuche, para todos aquellos individuos que deseen disfrutar de la vida y progresar en su trabajo.

Cualquiera que aspire a tener éxito en las esferas personal y vocacional de la existencia, constantemente debe pesar, medir, calibrar y evaluar a fin de determinar qué puede y qué no puede lograr bajo las circunstancias que prevalecen y con los recursos de que dispone. En síntesis, es esencial separar en ambas esferas el trigo de lo posible de la paja de lo imposible.

La capacidad de distinguir esa-línea con frecuencia tan tenue que divide el reino de lo posible del de lo imposible, muy rara vez es un rasgo innato.

Se adquiere en parte mediante un proceso de tentativas y errores, pero primordialmente, o por lo menos así lo esperamos, mediante el desarrollo de los poderes de razonamiento y juicio. Sin embargo, las siguientes preguntas podrían ayudar un poco como puntos de partida para pensar y considerar:

 ¿Qué es lo que trato de lograr?
 ¿Por qué creo que es posible lo que quiero hacer?
 ¿Qué es lo que me hace pensar que podría ser imposible?
 ¿Qué es lo que puedo ganar, o perder?
 Los factores tales corno mi edad, vigor o estado de salud ¿tendrán alguna relación con los resultados y, a la inversa, puedo sufrir cualquier efecto físico adverso al luchar a fondo por esa idea (o proyecto, o cualquier otra cosa)?
 ¿Podría emplear mi tiempo, esfuerzos y energías con mayor ventaja en otras direcciones?

Por supuesto, estas sólo son sugerencias que se ofrecen como estímulos potenciales para el cerebro. La decisión final está en manos del individuo involucrado.

A propósito de los diversos temas que he abarcado, me agradaría relatarlo que considero una anécdota decididamente apropiada y esclarecedora.

Hace algunos años, me invitó a cenar un hombre famoso por sus vastos intereses y actividades intelectuales y culturales, por su ilimitada energía, su joie de vive y su éxito financiero. En aquel entonces tenía 75 años, pero parecía 20 años más joven, diariamente nadaba y daba largas caminatas y positivamente detestaba el solo pensamiento de retirarse a dormir antes de las 2:00 a.m.

Después de cenar, él y todos sus invitados nos dirigimos al salón. Entre los presentes se encontraba un columnista de una agencia periodística, quien a las claras se mostraba ansioso do combinar los negocios con el placer y de obtener un material de "interés humano" para uno de sus artículos. Empezó a charlar con nuestro anfitrión, felicitándolo con toda cortesía por sus notables logros, por los grandes honores recibidos y por su sorprendente vigor y después, diestramente, transformó la conversación en una entrevista.

“Señor, ha alcanzado tantos éxitos, que tanto la prensa como el público lo llaman un genio. ¿Usted se considera un genio?”, preguntó el periodista.

“¡Santo Dios, no!”, fue la sonriente respuesta, indudablemente sincera.

“Es decir, no a menos de que el “genio” lo constituya el hecho de que hace mucho tiempo reconocí ciertas verdades fundamentales, que por cierto, están al alcance de todos”.

“¿Y cuáles son exactamente esas Verdades fundamentales?”, fue la siguiente pregunta, fácil de predecir.

La respuesta fue honesta y amable, y quizá porque acabábamos de comer hacía unos pocos minutos, se formuló en una figura de dicción orientada a lo gastronómico.

“Yo diría que son cuatro. La primera es que una persona no siempre puede encontrar en el menú todos los platillos que desea. La segunda es que, sin embargo, casi siempre puede encontrar una variedad suficiente para satisfacer tanto su apetito como su paladar. La tercera es que cuando come, debe obedece aquel viejo axioma y jamás morder más de lo que puede masticar. La cuarta es que no obstante, eso no debe impedirle que se lleve a la boca un buen bocado, ya que cualquier alimento digno de comerse debe comerse, pues no es para jugar con él ni para mordisquearlo en una forma remilgada”.

Para mi manera de pensar, estas metáforas alimenticias merecen confiarse a la memoria. En algún momento decisivo, cada una de ellas demostrará ser una guía inapreciable para la vida y la forma de vivir.

Todas lo han sido para mí.
En incontables ocasiones.

CÓMO ENCARGARSE DE CUALQUIER TAREA


Esta lección es una de dos venerables joyas de la literatura de autoayuda que descubrirá en este primer semestre de postgrado. No importa cuál sea su profesión u ocupación, por el solo hecho de leerla podrá estar seguro de desempeñarse en una forma mejor el día de mañana.

Para celebrar el acto de heroísmo muy poco conocido durante la guerra entre España y Estados Unido, Elbert Hubbard escribió en el año 1899 un breve articulo pleno de inspiración, que titulo “Un mensaje a García”, publicándolo en su revista, The Philistime. Esa edición se agoto a los pocos días y poco después, las personas de la imprenta de Hubbard trabajaban día y noche para surtir todos los pedidos de reimpresión del artículo. El Ferrocarril Central de Nueva Cork ordeno más de un millón de copias para promover la confiabilidad de sus trenes, y poco tiempo después cada uno de los miembros del Cuerpo de la Marina Norteamericana recibió una copia, lo mismo de cada voy scout (niño explorador)en todo el país.

Posteriormente, Un mensaje a García se tradujo al ruso y se entrego una copia a cada uno de los trabajadores ferrocarrileros de esa nación. Durante el conflicto ruso-japonés, los japoneses no lograban comprender el significado de esos reimpresos que encontraron en poder de los incontables prisioneros rusos, pero una vez que el articulo se tradujo al japonés y se levo ante el Mikado, quien se entero de su contenido de inmediato se ordeno que se proporcionaran copias a todos los miembros del Ejército Imperial y a todos los empleados del gobierno
Las inspiradas palabras de Hubbard, mas adelante traducidas a veinte idiomas, probablemente han sido leídas por más individuos que cualquier otro artículo en la historia.

Un mensaje a Gracia le enseño a toda una generaciones ciertos valores muy importantes, valores que siempre tendrán aplicación para quienes buscan el verdadero éxito…

En todo este asunto cubano haya hombre que destaca en el horizonte de mis recuerdos, igual que Marte en su perihelio.
Cuando se declaro la guerra entre España y Estados Unidos, fue necesario establecer una comunicación regida con el líder de los insurgentes. García se encontraba en algún lugar de las montañas de Cuba, que eran como una fortaleza, pero nadie sabía exactamente en donde. Ningún mensaje por correo o por telégrafo podía llegar hasta él, y el presidente debía obtener su colaboración a toda prisa.
¡Que hacer!
Alguien le comento al presidente “Hay un tipo llamado Rowan, que se encargara de buscara García y si alguien puede hacerlo es el “

Enviaron a buscar a Rowan y le entregaron una carta que debería llegar a manos de García No tengo ningún enteres especial de contarle en este momento con todos sus detalles la forma en que “ese tipo llamado Rowan” recibió la carta, la guardo en su morral de tela impermeable que ato sobre su corazón y en cuatro días desembarco por la noche en las costas de Cuba, a donde llego en una pequeña embarcación abierta; luego se interno en la jungla y tres semanas después de atravesar a pie un país hostil y de entregar la carta a García. Lo que trato de decirles es lo siguiente: Mckinley le entrego a Rowan una carta que debía llegar a manos de García; Rowan tomo la carta y ni siquiera pregunto, “¿En dónde puedo encontrarlo?”

¡Por los dioses, de allí un hombre cuya efigie debería vaciarse en el bronce inmortal para colocar su estatua en cada colegio que hay sobre la faz de la tierra.
Lo que necesitan los jóvenes no es el aprendizaje en los libros, y tampoco una instrucción sobre esto o aquello, si no que deben fortalecer sus vértebras para que aprendan a ser leales a quienes les demuestran confianza, a actuar con prontitud y a concentrar sus energías: actúen…”lleven ese mensaje a García”

El general García ya falleció, pero hay otros García. Ningún hombre que ha demostrado empeño en llevar a su término cualquier empresa para la cual eran necesarias muchas manos ha dejado de sentirse bastante consternado en ocasiones ante la imbecilidad del hombre promedio, ante la incapacidad o renuencia para concentrarse en una cosa y llevarla a cabo.

La colaboración negligente, la tonta falta de atención, la descuidada indiferencia y el trabajo hecho a medias parecen ser la regla; y ningún hombre alcanza el éxito a menos de que a tuertas o derechas o por medio de amenazas obligue o soborne a los demás para que lo ayuden; o quizá Dios, en su infinita bondad, haga un milagro y le envié como ayudante un Ángel de la luz.

Usted, lector, haga esta prueba: en este momento está sentado en su oficina, con seis empleados a su disposición. Llame a cualquiera de ellos y pídale lo siguiente:”Hádame el favor de buscar en la enciclopedia y redacte y un breve memorando referente a la vida de Corregido”.
¿Cree que el empleado dirá tranquilamente, “sí, señor” y se dirigirá a cumplir con esa tarea?
Puede apostar su vida a que no será así. Se le quedara mirando con aire de duda y le hará una o más de las siguientes preguntas:
¿Quién fue el?
¿En cuál enciclopedia?
¿En dónde está la enciclopedia?
¿Me contrataron para eso?
¿Quiere decir Bismark?
¿Y qué hay de malo en que Charle lo haga?
¿Ya falleció?
¿Le urge mucho?
¿No quiere que le traiga la enciclopedia para que usted mismo lo busque?
¿Para qué quiere saber eso?

Y podría apostarle diez a uno a que una vez a que ha respondido a esas preguntas explicando la forma de encontrar la información y la razón por la cual la necesita, el empleado ira con otro de sus compañeros para pedirle que lo ayude a tratar de buscar a García y después regresara a decirle que nunca ha existido alguien con ese nombre. Por su puesto, podría perder mi respuesta, pero según la ley de probabilidades no será así.
Ahora bien, si es sensato ni siquiera se molestara en explicarle a su “ayudante” que Corregía esta bajo la letra C y no con la K, si no que sonreirá con toda dulzura y dirá, “No se preocupe” y lo buscara usted mismo. Y esa incapacidad de una acción independiente, esta estupidez moral esta invalidez de la voluntad, esta falta de disposición para tomar con gusto la otra punta y ayudar, todas esas son las cosas que hacen que el Socialismo puro este tan lejos en el futuro.

Si los hombres no actúan para sí mismos, ¿Qué harán cundo el beneficio de todos sus esfuerzos sea para todos?

Parece ser necesario tener un seguido oficial con un garrote nudoso; y el temor de “in despido “el sábado por la noche es lo que mantiene a muchos trabajadores en su sitio. Ponga un anuncio solicitando una taquígrafa y nueve de cada diez de las que aspiran al puesto carecen de conocimientos de ortografía y puntuación, y ni siquiera creen que eso sea necesario.

¿Puede alguien así escribirle una carta a García?
-¿Ve a ese contador?-me pregunto el capataz de una gran fábrica.
-Sí, ¿Qué hay con él?
-Pues bien, es un buen contador, pero si lo envió a alguna diligencia, quizá la lleve a cabo bien y, por otra parte, tal vez se detenga en cuatro cantinas en el camino y cuando llegue a donde lo envié ya se olvido de la razón por la cual lo hice.
¿Es posible confiarle e un hombre así un mensaje a García?
Recientemente, hemos escuchado una gran cantidad de sensiblera simpatía hacia “los oprimidos ciudadanos que trabajan en fábricas en donde explotan a los obreros “y hacia “los vagabundos sin hogar en busca de un empleo honesto “y junto con todo ello, a menudo también se escuchan palabras muy duras criticando a quienes tienen el poder.
Pero no se dice nada del patrón que envejece antes de tiempo en un vano intento de logar que los desafilados holgazanes desempeñen un trabajo inteligente; y de su larga y paciente lucha para encontrar un “ayudante” que no haga otra cosa que haraganear en cuanto el jefe vuelve la espalda. En cada almacén y fábrica tiene lugar un constante proceso de eliminación y rotación de personal.

El patrón continuamente despide a “ayudantes, que han demostrado su incapacidad para fomentar los intereses del negocio y contrata a otros. No importa lo buenos que sean los tiempos, esta rotación de personal es constante: únicamente si los tiempos son difíciles y el trabajo escaso, esa rotación se lleva a cabo en una forma más selecta, y salen para siempre los incompetentes y los indignos .Se trata de la supervivencia del mas apto. El propio interés impulsa a todos los patrones a conservar a los mejores, a los que son capaces de llevarle un mensaje a García.

Conozco un hombre que en muchos aspectos es brillante, pero que no posee la habilidad de dirigir un negocio propio y que además es absolutamente incapaz de trabajar para nadie más por que constantemente lleva consigo la loca sospecha de que su jefe es un opresor o que pretende explotarlo. Es incapaz de dar órdenes y tampoco está dispuesto a recibirlas. Si a caso le entregan un mensaje para García, es muy probable que su respuesta serie “¡Lléveselo usted mismo!”

Hoy por la noche ese hombre recorrerá las calles en busca es un trabajo, con el viento silbando a través de su raido abrigo. Nadie que lo conoce se atreve a emplearlo, pues es un perpetuo agitador que incita al descontento. Se muestra sordo a la razón y lo único que logra impresionarlo es la punta de una bota de gruesa suela del número nueve.

Por su puesto, se que alguien con una deformidad moral tan grande no es menos digno de compasión que un lisiado físico; pero en nuestra compasión también vertemos una lagrima por esos hombres que luchan por sacar adelante una gran empresa, cuyas horas de trabajo no están limitadas por el silbato y cuyo cabello encanece muy pronto a causa de esa lucha para mantener a raya la descuidada indiferencia, la desordenada imbecilidad y la desalmada ingratitud de quienes, de no ser por su empresa, se encontrarían hambrientos y sin hogar.

¿Cree que he expresado esto con excesiva dureza. Posiblemente lo he hecho pero cuando tofo el mundo se dedica a dolerse de los “desamparados, quisiera expresar una palabra de simpatía dirigida al hombre que alcanza el éxito, el hombre que contra todas las probabilidades ha encaminado los esfuerzos de los demás y una vez que ha triunfado, encuentra que no ha logrado nada: nada que no sea apenas comer y vestirse. Yo he llevado una portaviandas y he trabajado por un salario diario y también he sido patrón que contrata mano de obra y sé que hay algo que decir en favor de ambas partes. E n la pobreza no existe la excelencia, per se; los andrajos no son ninguna recomendación: y todos los jefes no son rapaces y déspotas, como tampoco todos los hombres son virtuosos. Mi corazón va hacia el hombre que desempeña su trabajo cuando el “jefe” está ausente, igual que cuando está presente. Y hacia el hombre que cuando se le entrega una carta para García, tranquilamente la toma en sus manos sin hacer preguntas idiotas y sin ninguna intención oculta de echarla a la alcantarilla más cercana o de hacer cualquier cosa que no sea entregarla, que jamás es “despedido” ni tiene que emplazar a una huelga para obtener un salario más elevado. La civilización no es otra cosa que una prolongada y ansiosa búsqueda para encontrar a tales individuos. Cualquier cose que pida un hombre así, le será concedida. Se le necesita en cada ciudad, población y aldea en cada oficina, taller, almacén y fabrica. El mundo clama por tales hombres; se necesita, y mucho, a esos hombres capaces de “llevarle un mensaje a García “.

CÓMO DISFRUTAR UNA VIDA FELIZ


Hace más de mil años, el poderoso califa de córdoba escribió:
Hasta ahora he reinado más de cincuenta años en la victoria o en la paz, amado por mis súbditos, temido por mis enemigos y respetado por mis aliados. Riquezas y honores, poderío y placeres solo han esperado mi llamado, ni parece faltar a mi felicidad ninguna bendición terrenal. En esta situación, he numerado cuidadosamente y con diligencia los días de la felicidad pura y genuina que me han cabido en suerte. Suman catorce.
Los filósofos, hombres sabios y poetas se muestran casi unánimes en su conclusión de que la meta final en la vida es ser felices y, no obstante, la felicidad, para la mayoría de los seres humanos, es una mariposa que cuando se persigue, siempre esta fuera de nuestro alcance, ¿Por qué? ¿Qué hay en esta condición, gratuita para todos, que la convierte en algo tan raro? ¿Y qué debemos hacer, o dejar de hacer, a fin de permitir que el sol brille mas en esos sombríos días de nuestra vida?
Nuestra nación fue la primera en toda la historia del mundo que incorporo la palabra “felicidad” en dos documentos básicos de su fundación. Fue un esfuerzo digno de alabanza de parte de varios hombre muy sabios, pero doscientos años de experiencia han demostrado que el hecho de concedernos la libertad para disfrutar de la felicidad no ha sido garantía alguna de que así sucediera.
El éxito y la felicidad a menudo van unidos como metas, como si el logro del primero automáticamente garantizara la segunda. Pero no es así. Todos conocemos a individuos con éxito que se sienten desdichados.
¿Se puede tener éxito y a la vez ser feliz? ¡Sí! En esta lección tomada de su libro, The Power ofMaturity, Louis Binstock le presenta cinco sentidos espirituales que son tan importantes para su vida como los cinco sentidos físicos de vista, oído, olfato, gusto y tacto. Combine esos cinco sentidos importantes con los secretos para alcanzar el éxito que ha aprendido en esta universidad, y su vida estará llena hasta los bordes de alegría, amor y logros…
Muchos de nosotros conocemos la historia de El Motín del Bounty, o la hemos visto en cualquiera de sus dos versiones cinematográficas. Quien puede olvidar la voz de mando de charles Laughon, llamando, “! Señor Christian!”, sumándose a las injusticias que desataron el motín, acaudillado por Clark Gable.
En realidad hubo un motín en un buque real, llamado el Bounty; La causa del motín parece que fueron las inhumanas acciones del capitán Bligh; pero entre líneas, podemos adivinar otros factores. Ciertamente, uno de ellos era la creencia entre los maltratados marinos ingleses de que podían encontrar un paraíso permanente en alguna bellísima isla como Tahití, en donde con anterioridad habían permanecido durante una temporada maravillosa. Allí, en medio de un balsámico clima de días soleados y noches de luna, viviendo del generoso seno de la Madre Naturaleza, podían terminar sus días entre un pueblo nativo feliz, sin necesidades ni preocupaciones.
Tal y como resultaron las cosas, los amotinados no se atrevieron a permanecer en Tahití, a donde podían llegar otros buques ingleses, la mayoría termino sus días en la isla Pitcairn, lamentándose de su aislamiento y encontrando que la vida no era tan fácil como pensaron que seria, no obstante, de haber permanecido en Tahití, sin que nadie los molestara, ¿se habrían sentido felices? La respuesta más segura es no.
Cuando se trata de huir del mundo, puede dejarse atrás los cielos grisáceos de las regiones más al norte, las responsabilidades del trabajo, las deudas y a todos aquellos que alguna vez nos han molestado, pero se lleva consigo a si mismo. ¿Qué es un hombre civilizado que ha huido a una isla del trópico? Es alguien cuyo temperamento y pensamientos en general, cuyas emociones y ambiciones básicas, cuyos deseos y temores fundamentales siguen siendo los mismos. Quizá descubra que es feliz. Sin embargo, en ese caso se trata de un hombre capaz de sentirse feliz en cualquier parte, porque se siente feliz consigo mismo. Básicamente, la felicidad depende de lo que usted es como persona, no del lugar en donde vive.
Como alguien expreso muy acertadamente: si Jesús entra por la puerta, es Jesús quien sale por la puerta. Si Judas entra por la puerta, es Judas quien sale por la puerta.
Cuando Joe E. Brown actuaba en el papel estelar en la obra Harvey, le pedí que me dijera cual era la línea del libreto que más le agradaba. Lo supo al instante, una línea pronunciada por el atolondrado y feliz amigo de Harvey; “Siempre paso momentos maravillosos en donde quiera que me encuentro y con quien quiera que me encuentro”.
Joe era una de esas personas que saben que un hombre crea su propia felicidad. No tiene que dejar su felicidad dependa del sitio en donde se encuentra ni de las personas que lo rodean. Más bien, su felicidad depende de su propio enfoque a ese lugar y esas personas.
Y tampoco la encontraran, necesariamente, en la posición o en el disfrute de las cosas. Muchas veces he visto que cuando un hombre se encuentra poderosamente a traído hacia las cosas materiales, le es difícil evocar una relaciones felices con las demás. “inquieta se siente la cabeza que lleva una corona” ya que la corona y toda sus responsabilidades y peligros siempre pesan más que los simples placeres de la vida. Hay muchas clases de coronas. Apenas el otro día comí y es poseedor de una inmensa fortuna. Esta en términos íntimos con cientos de hombres como él y, según me comento, ninguno de ellos eran feliz. Siguió la plática examinando la razón por la cual todos los millonarios son infelices y no sorprendí al averiguar que eso depende de cuestiones muy personales. Como reglas general, esos hombres parecían sostener relaciones imperfetas con sus esposas e hijos. Sus dineros los había llevado a una forma de vida que les ofrecía esas relaciones tan diferentes y nada que pudiera comprar el dinero sería capaz de enmendar el daño causado.
De ellos no se infiere que el dinero tenga que ocasionar la infelicidad, ni que la pobreza, o el hecho de apenas tener el dinero suficiente, ocasione la felicidad. Y tampoco que la verdad inevitable sea precisamente lo contrario. La felicidad siempre es una cuestión personal. Un hombre verdaderamente rico y maduro dejas permitirá que su dinero le amargue la vida. Un hombre pobre o de medianos ingresos y verdadera mente maduro, es enteramente capaz de ser feliz. En última instancia, su vida es lo que usted hace de ella.
La literatura y el saber popular del mundo están lleno de historia que llenarlas lo vana que puede ser la búsqueda de la felicidad. Más bien la felicidad en una bendición que cae sobre nosotros a medida que avancemos; un tesoro que encontramos incidentalmente.
El pájaro azul, de Maurice maeterlinck, nos habla de una historia así. Tyltyl y mytyl, el hijo y la hija de un leñador, tiene en su hojar un mirlo que guarda en una jaula. Sin embargo, lo que desea es el pájaro azul de la felicidad y parte de su humilde choza en busca de ese fabulo pájaro azul. Puesto que la historia es una fantasía, en ella los pequeños viajan a través de muchas tierras, incluyendo a la tierra de los que han muerto y a la tierra de los que están por nacer finalmente, regresan desengañados y desalentados. Solo para encontrar que la felicidad se encuentra al otro lado de su puerta. El mirlo, prestando al pequeño enfermo de una vecina, gradualmente se convierte en un pájaro azul. Por fin los niños comprenden que el pájaro azul de la felicidad siempre estuvo en su hojar. A menudo un hombre esta convencido de que sería feliz cuando alcance determinada meta y en ocasiones así sucede. Pero con frecuencia no es así, ya que una de las formas de impedir que nos sintamos felices es fijarle condiciones a la felicidad, ósea, declarar, “así podré ser feliz”
Y “así no podre ser feliz”. A menudo se puede observar este fenómeno entre las madres. Primero dirán, “cuando Johnny salga de la primaria, ¡me sentiré tan feliz!” y lo son durante algún tiempo, pero al año siguiente se las escucha decir a sus amistades, “ cuando Johnny termine la preparatoria !Me sentiré tan feliz!” Y lo son, por lo menos durante un verano. La graduación de Johnny en la universidad ocasiona el mismo resultado igual que el matrimonio de Johnny y el nacimiento del primer hijo de Johnny, cuando mama se convierte en una extática abuela, y ese sentimiento puede continuar hasta que se convierte en niñera. Si mama no ha aprendido la forma de ser feliz entre una y otra de sus bendiciones, no conoce gran cosa acerca de la felicidad.
La palabra serendipity del idioma ingles, acuñada por Horace Walpole, se define como la buena suerte para hallar cosa valiosas por casualidad, mientras la persona se dedica a otra cosa. A menudo sucede lo mismo con la felicidad. Algunas personas pasan por la vida buscándola, pero sin hallarla jamás. Otras dedicadas al fiel desempeño de sus tareas cotidianas o a hacer el bien a sus semejantes, encuentran que son decididamente felices.
Vamos a aclarar que no hay que confundir felicidad con placer .El placer podría consistir en una experiencia sexual muy satisfactoria, pero si se obtiene como parte de una relación adulterada engañosa, la infelicidad solo espera para sentar sus reales. Una persona puede obtener un sorprendente triunfo, alguna meta importante que ha alcanzado después de años de intentarlo, pero si el logro de esa meta deja cicatrices de un daño tanto físico como emocional, entonces no se logra una felicidad real. La felicidad fluye en lo mas profundo; es una de las corriente subterráneas de la vida. El placer es transitorio, como bellas burbujas que ascienden hasta la superficie, en donde podemos admirarlas brevemente antes de que se deshagan.
Quizá el contentamiento este mas cerca de la felicidad; no obstante, en realidad es algo mas, recuerdo una vieja historia llamada Bontsche the silent (Bontsche, el silencioso) desde el día de su nacimiento hasta el día de su muerte, bontsche fue víctima de toda clase de infortunios. Conoció la pobreza y la miseria, el rechazo y la persecución, pero jamás se quejo. (Mi propio comentario sobre esta historia: el hecho de no quejarse no siempre es una virtud. Quizá solo demuestre una falta de conciencia respecto a lo que para una persona es posible en la vida). Al morir, compareció delante del trono celestial para ser juzgado y entonces se dejo escuchar una voz Divina que le informo que su estancia en la Tierra había sido ejemplar por su santidad y que como recompensa podría tener todo lo que deseara en lo más profundo de su corazón. Bontsche vacilo, y después de pensarlo, finalmente tartamudeo, “podría por favor darme un panecillo con mantequilla cada mañana a la hora del desayuno? “ tan menesteroso fue que esa era su máxima idea de la felicidad.
La felicidad debe ser importante para usted. Debe estar consciente de su capacidad para la felicidad y jamás condenarse como alguien “destinado al sufrimiento” o a una interminable depresión.
Sin embargo, en su comprensión ulterior de la felicidad, debe saber que existe una felicidad animal y una felicidad humana. La felicidad animal es esencialmente física y la felicidad humana es primordialmente mental y emocional. ¿Cómo puede proporcionarle felicidad a un perro, a un gato o a un caballo? Pues asegurándose de que tenga una alimentación adecuada, un sitio adecuado para vivir, una atención afectuosa y libertad para vagar y retozar. En breve, el animal se siente feliz con los mismos factores que hacen feliz a un niño de la raza humana.
El incidió más seguro de la inmadurez en un ser humano es que se contenta con una felicidad animal. En el caso de los niños, eso es de esperarse; sabemos que se interesan primordialmente en divertirse, en atiborrarse de golosinas, en recibir. Solo a medida que empieza a llegar la madurez, el niño muestra evidencia de sentimientos que no son completamente egoístas y que también incluyen la alegría de dar. Ahora ya puede sembrar las semillas de una felicidad profunda y madura. En ningún momento de su vida tiene necesidad de negar su interés en los placeres físicos, aunque sí observara cierto sentido de equilibrio. No obstante, concederán un grado más elevado del aspecto cerebral a su concepto de la felicidad y así encontrara que es más profunda y maduramente feliz.
Ahora explicaremos algunos criterios muy definidos acerca de la felicidad. Una vez más, observara que muchos de los factores que tantas personas consideran como esenciales para la felicidad están relacionadas más de cerca con un placer pasajero. Pero no hay nada que pueda definirse en un patrón completo de blanco y negro. Vamos a empezar con cinco criterios que parecen muy deseables, y que, no obstante, no son la esencia de una genuina felicidad.
VIDA
Desde luego, sin vida no puede ser feliz. Al mismo tiempo, el solo hecho de estar con vida no es una razón suficiente para la felicidad. El antiguo brindis hebreo, “¡A la vida!” no pretende referirse sólo a la cuenta de los propios años, sino que más bien se refiere a hacer que éstos cuenten. Es un brindis a la vida que se vive en un plano mucho más elevado que el plano animal. Los antiguos sabios tenían una forma de hablar que puede resultar un tanto enigmática para los no iniciados. Sin embargo, si conoce el verdadero significado de algunas de sus viejas máximas, entonces sabrá que se encuentra cara a cara con la verdad. Así que preguntaban, “como llega a vivir un hombre?” y la respuesta era “muere”. Esto quería decir que un hombre debía acabar con todo lo que hubiese de repugnante y mezquino en sí mismo, a fin de vivir verdadera y dignamente.
También preguntaba, “como llega a morir un hombre?” y la respuesta era, “vive”. Esto significa que si se vive en una forma egoísta, como un animal, preocupándose solo por los propios placeres y sin conceder ningún pensamiento a la verdadera felicidad, acabara en una forma muy efectiva con todo lo que vale la pena.
¿Recuerda la obra de Oscar Wilde, El Retrato de Dorian Gray? Además de hacer referencia a una pintura que tiene algo de magia, traza el retrato hablado de un hombre que se destruyo a sí mismo por su forma de vivir. Su idea de la felicidad era saturar la vida con la satisfacción de todos sus instintos animales; comer y beber como un glotón; satisfacer sus pasiones sexuales siempre y en donde fuese posible; llenar cada día con la mayor cantidad posible de esparcimiento y la menor cantidad posible de trabajo.
De esa manera, Dorian Gray se destruyo a sí mismo. La parte más triste de la historia es que en gran parte es autobiográfica. Oscar Wilde, a pesar de su gran talento, jamás conoció la felicidad madura. En De Profundis, una obra escrita mientras se encontraba en la cárcel de Reading, le escribió la siguiente frase a su amigo, Lord Douglas: “Solo nos encontramos en fango”. A la postre, Wilde comprendió lo que había hecho consigo mismo al revolcarse en el fango. Entonces ya era demasiado tarde para que llegara hasta la cima de una montaña espiritual, en donde el terreno es firme y el aire es puro, en donde la perspectiva siempre es amplia y se puede ver muy claro a lo lejos.
De manera que tener vida es tener la oportunidad de encontrar la verdadera
440) Felicidad. Decir que alguien es feliz simplemente por que esta con vida es implorar una pregunta vital.

ÉXITO

Mi Libro, The Road to Successful Living, se inicia con las siguientes palabras:
El fracaso mas conspicuo de nuestros tiempos es el éxito. Ninguna otra época en toda la historia de la humanidad se ha ocupado tan febrilmente del éxito; ninguna época ha hecho jamás un alarde tan ostentoso del él. La realidad a la promesa de “cosas buenas” impregna nuestra perspectiva del mundo; casi por doquiera la abundancia ha reemplazado o empezado a reemplazar a la pobreza. Pero continué señalando que esta misma época nuestra ha contemplado:

…uno de los desengaños más recurrentes de la humanidad, una de las grandes lecciones no aprendidas de la historia. El éxito no crea la felicidad… Durante el medio siglo se ha enseñado, tanto a través de preceptos como ejemplos, que el éxito material (la distinción de la adquisición de fama y dinero, posición y poder), es la meta mas importante en la vida…El éxito material es lo que posee un hombre; el éxito espiritual es lo que es; y hemos tenido la tendencia en englobarlos, o suponer que la felicidad era el producto de la riqueza. Y se nos ha demostrado que estamos equivocados.

Antes hablamos de la clase de madre que sigue poniendo condiciones a la felicidad, atando esas condiciones al progreso de la vida de su hijo. El hijo, si adquiere el punto de vista de su madre, él mismo experimentará problemas para demostrarse a sí mismo que alguna vez fue feliz y que no simplemente estuvo en espera de la felicidad. Cuando estaba en la escuela primaria, soñaba con la felicidad a nivel de la secundaria y la preparatoria. Al descubrir que sus estudios de secundaria o preparatoria le exigían determinadas cosas, sólo ansiaba llegar a la universidad, su sueño dorado. Al encontrarse con que la vida universitaria implica algo más que festivales de canción y partidos de futbol americano, anheló la felicidad de tener un trabajo una vez que tubo un trabajo… Pero usted puede ver la secuencia de esto.
Volvamos al tema de las metas. Es más sencillo fijarse una meta específica, como hacer un millón de dólares o llegar a la presidencia de una gran corporación, que una meta general tal como no perder una solo oportunidad de ayudar a nuestros semejantes. Conozco a un hombre que pensaba que seria feliz si pensaba que llegaba a reunir cien mil dólares para cuando cumpliese los 40 años de edad. Logro reunir esa cifra antes de los 40 años y fijo su meta a un nivel mas elevado. Al alcanzarlo, quería un millón; obtuvo su millón y quería más. ¿Era feliz? No podía descansar; quería más, más y más. Era otro de esos hombres que llegan a preguntarse desconsolados por qué no pudieron dominar una habilidad tan sencilla como llevarse bien con su esposa y con sus hijos. ¿Fue feliz alguna vez Alejandro Magno? Aún cuando podemos recordar sus conquistas, lo recordamos más como un hombre que falleció a los treinta y tres años de edad infeliz porque ya no quedaban más reinos por conquistar. ¿Fue alguna vez feliz Napoleón? Quería poder y adquirir el poder pero nunca fue suficiente. Nunca es suficiente. Y falleció en el exilio, frustrado y solitario.
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De manera que muchas cosas dependen de la propia definición del éxito. En ese sentido la persona que conoce la felicidad profunda y madura ha alcanzado el éxito en la vida. No obstante, haga a un lado todas las definiciones ordinarias del éxito cuando lo relacionen con la felicidad.

SEGURIDAD
¿De que clase de seguridad hablamos aquí¿ una vez mas, debemos tomar la palabra seguridad dentro del significado que tiene para la mayoría de gente; seguridad financiera.
¿Quién la tiene? en primer lugar debemos descartar a los millones de persona que cada noche concilian el sueño, si es que pueden dormir, con un ultimo pensamiento de preocupación por si podrán pagar sus deudas, reunir el dinero de la renta, contar con conservar su trabajo el tiempo suficiente para pagar su refrigerador… y cualquier otro pensamiento que crónicamente va unido al hecho de no tener suficiente dinero.
¡Usted quizá suponga que quienes tienen una buena provisión de dinero deben sentirse seguros! ¡Ay!, no es así. Para los inmaduros, la ´´seguridad financiera`` es una expresión tan relativa, que difícilmente puede decidirse que exista. Algunos de mis lectores quizás pueden recordar la oleada de suicidios que tuvieron lugar por toda Wall street durante la época de la gran bancarrota en 1929. Posteriormente, los registros mostraron que muchos hombres que saltaron desde las ventanas de sus oficinas ni se habían quedado en la miseria ni estaban cerca de ella. Pero el hecho de verse reducidos de multimillonarios a poseedores de uno cuantos cientos de miles de dólares es mas de lo que algunos hombres pueden tolerar.
Y tampoco un hombre rico tiene que perder su dinero a fin de demostrar lo poco hace por el en el sentido de ofrecerle una verdadera seguridad interna. No es nada insólito que un hombre que posee millones le entregue a su esposa una mísera mesada. Un famoso multimillonario, que alcanzo el éxito fabricando ciertos refrescos gaseosos muy populares en todo el mudo, se sentía casi histérico cada vez que tenía que firmar un cheque para el pago de sus impuestos. He escuchado decir, ‘’se tiene seguridad, o bien, no se la tiene``. Esto es cierto cuando hablamos de la única seguridad real, de la seguridad interna. Sin embargo quienes no la tienen puede buscarla y a menudo la encontraran, una vez que saben que la felicidad no se mide en dinero ni en amistades ni en ninguna otra cosa que pueda desvanecerse.

AMOR APASIONADO
Los antiguos maestros consideraban que nuestra sagrada escritura se preocupaba primordialmente por el amor espiritual, el amor del hombre hacia Dios. Del amor del hombre hacia el hombre como su hermano.
Entonces, ¿Qué debemos decir del cantar de los cantares? He aquí un peón alabando el amor joven y físico, narrando, aun cuando en términos delicados y velados, los encantos femeninos y los impulsos sexuales. ¿Como es que este libro un tanto profano se abrió paso hasta el canon bíblico? Entre otras explicaciones (bastante improbable), los eruditos han dicho que después de 442) todo fue diseñado para enseñarnos el significado del verdadero amor maduro. Centran sus interpretaciones en las siguientes líneas:
Porque el amor es tan fuerte como la muerte…
Muchas aguas no pueden extinguir al amor.
De manera que el amor apasionado y juvenil, mas adelante, puede llevar a convertirse en un amor maduro y profundo. El amor puede llevarse más allá la juventud y, en sus propios términos mas adecuados, perdurar para la vida a pesar de los estragos del tiempo y de las circunstancias. En el amor puede convertirse en madurez, con la cual enfrentarnos con todas las circunstancias.
El amor apasionado tiene su lugar; negar las pasiones de la juventud sería negar la naturaleza humana. Solo recuérdese que esta clase de amor, que para muchos es la única clase de amor que existe, no tiene ninguna relación firme con la felicidad.
Desafortunadamente, el amor apasionado es un amor más dramático que maduro, mas visible, mas fácil de tratarse en las canciones y en las historias. El desfile de éxitos musicales siempre esta saturado al tope de canciones de amor a un nivel romántico, si no es que apasionado. Las historias de amor perduran a través de los años. Los amores juveniles contrariados siempre serán un tema par el novelista y el poeta. El amor apasionado puede ser un gran manantial de placer; y también puede ser fuente de gran tortura, ya sea que los dos enamorados descubran que después de todo son dos personas diferentes o que entre en escena el fatal terco. La persona madura puede disfrutar de un amor apasionado, pero sabe que es transitorio no es un siento adecuado para la felicidad. Los jóvenes maduros pueden amarse profundamente uno al otro y, sin embargo, su felicidad es un factor que pugna más allá de su pasión.
En el seno de una familia puede existir un profundo amor aunque también haya constante altercados. Conozco a muchos hijos que aman a sus padres, pero que de alguna manera tienen que discutir con ellos. Ciertamente, esta clase de amor no causa la felicidad a ninguna de ambas partes.
Paz
La obra Peace of Mind, de Joshua Liebman, se publico hace más de veinte años y la paz sigue siendo una cuestión tan individual como la descripción que en ella hace. Ciertamente, no existe una paz general, ya sea interna o externa. A pesar de nuestros grandes avances en diversos frentes del progreso material, todavía nos vemos desgarrados por tensiones internas y vivimos ahora con terrores especiales, al saber que un movimiento en falso podría despoblar la tierra. Con todo esto, debemos comprender que no puede existir una condición tal como una paz absoluta sobre la tierra, exceptuando la paz de la tumba. Una vez más, cito de mi libro The to Successful Living:
La paz de la vida no puede ser perfecta y tampoco puede ser permanente. La esencia misma de la vida es el movimiento y el movimiento siempre tropieza con la resistencia; la resistencia significa conflicto. La guerra armada puede 443) cesar algún día, y esperamos sea pronto; pero los conflictos de la humanidad jamás se resolverá totalmente. La paz sobre la tierra en el sentido político es una posibilidad concreta, quizá incluso una necesidad, pero la absoluta paz mental personal para todos los hombres y en todas partes es una ilusión de miles y, además, una ilusión peligrosa.
El hombre maduro sabe que únicamente alguien que vive como un vegetal, privado de los procesos vitales de pensar, sentir y aspirar a algo, podrá tener paz mental. Pero eso no significa que un hombre activo no pueda disfrutar de cierta felicidad. Algunos de los hombres y mujeres más genuinamente felices que conozco están involucrados en asociaciones y actividades que alteran sus días y perturban sus noches. Al entregarse a si mismo a los demás, al trabajar con afán sin recibir paga alguna en bien de causas nobles, por muy desagradable que pueda ser su trabajo, encuentran una felicidad desconocida para quienes solo buscan la paz, mientras nuestras mentes estén activas, nuestro corazones sensitivos y nuestras almas prosigan su búsqueda, siempre estaremos ocupados en remodelar nuestro medio ambiente de acuerdo con el deseo de nuestro corazón. El descontento no tiene que despojarnos de nuestra felicidad. Hay una gran sabiduría en la palabra descontento divino.
Hemos examinados cinco valores vitales que muchos dirán que son básicos para la felicidad humana. Hemos visto que, por lo menos dentro de su concepción general esos valores no son en realidad la escancia de la felicidad.
¿Cuáles son entonces los valores permanentes que si cuentan para la felicidad? Ahora procederé a ponerlo por escrito en un programa positivo para el logro de la felicidad. Son el sentido del ser, el sentido de pertenecer, el sentido del significado, el sentido de creer y el sentido de dar. Podríamos llamarlo los cinco sentidos espirituales que corresponden a los cinco sentidos físicos tan conocidos de la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. Los sentidos físicos nos proporcionan grandes capacidades como el placer; los sentidos espirituales pueden guiarnos hacia la verdadera felicidad.

EL SENTIDO DE SER
En su libro The Importance of Living, Lin Yutang nos recuerda que las tres grandes religiones de china, el confucianismo, el taoísmo y el budismo, comparten en común un enfoque muy terrenal y de sentido común a la búsqueda de la felicidad. En secuencia, el chino maduro era una persona que jamás se permitía unirse a tal grado de su pensamiento que ahogara todas sus emociones, o envolverse tan completamente en una idea, un ideal, una filosofía o una fe, que dejara de apreciar su propio ser, la alegría de estar meramente con vida. Simplemente ser, de despertar por la mañana; contemplar la gloria y la grandeza de este mundo; satisfacer un apetito sano; experimentar el funcionamiento normal del cuerpo; charlar con los amigos; contemplar el resto de los seres queridos, esa es la felicidad suficiente. El chino maduro, en contraste con su hermano occidental, ofrece a sus emociones y a sus instintos un reino mucho mas libre; esta menos sujeto a inhibiciones y restricciones. Igual que el personaje de la obra musical que canta, “disfruto al ser una mujer joven”, él disfruta simplemente por ser hombre. Ser un gran privilegio, incluso si 444) usted es incapaz de grandes pensamientos o de grandes logros. Lea la biblia, en particular algunos de los salmos y el cantar de los cantares, encontrara el mismo enfoque de la vida y al amor.
Como reconocerá cualquiera que lea el libro de Ling Yutang, él es demasiado profundo para oponerse al uso del intelecto. Más bien, nos dice que nuestro mundo occidental ha concedido tal importancia al intelecto, que ha degradado al sentimiento. No le pide al hombre que renuncie a los procesos cerebrales que hacen de él un ser humano, sino únicamente que disfrute, al mismo tiempo, de sí mismo a un nivel de ser, el cual puede ser feliz con lo que es.
Le pregunte a una religiosa muy brillante de la iglesia católica qué es la felicidad. Des pues de meditarlo cuidadosamente, en esencia su respuesta fue, “todos somos tan inquietos que no logramos descansar, mirar hacia el interior mas que hacia el exterior; permitió que nuestros ojos se pose en la naturaleza así como en el hombre”. Y continuó, “para ser felices debemos poseer el sentido de ser, sabiendo siempre que formamos parte de un mundo maravilloso, reflexionando en la alegría de nuestro propio ser, física, mental y emocionalmente; meditando en los misterios del universo, maravillándonos ante la magia de la naturaleza humana”.

Conozco a algunas personas que han desarrollado el arte de la sociedad. Cuando los demás se esfuerzan en “encontrar algo que hacer” durante sus ratos ocio, esas personas encuentran la felicidad sentándose a solas en un parque para admirar los arboles y escuchar los trinos de las aves; o dándole largos paseos, deleitándose bajo el sol y el viento. Esto es mucho más que el simple hecho de estar vivo. Es saborear en toda su plenitud la esencia de la vida de ser. Es una comunión con la propia fortaleza interna y al mismo tiempo una “sintonización” del propio yo con la naturaleza que esta mas allá y por encima de nosotros. Ser es la experiencia total, el fundamento mismo de la vida feliz.

EL SENTIDO DE PERTENECER
Hace un una generación, Eugene O´Neil nos entregó su obre The Hairy Ape. En ella retrataba a un fogonero de pecho velludo, parecido a un simio, llamado Yank, quien paleaba carbón en la sala de maquina de un transatlántico.
En mis propias palabras, tratare de acercarme a la forma de hablar de Ynak quien pregunta a sus compañeros fogoneros: “¿Qué tienen que ver con nosotros todos esos patanes que viajaban en cabina de primera clase? Somos mejores hombres que ellos, ¿no es verdad? ¡Por supuesto! Uno solo de nosotros acabaría con toda esa multitud, de un puñetazo. Pongan a uno de ellos aquí abajo durante un turno en la boca del horno. ¿Qué sucedería? Se lo llevaría en una camilla esos tipos nos sirven para nada, solo son bultos. Pues bien, entonces nosotros si pertenecemos, ¿no es así? Nosotros pertenecemos y ellos no; eso es todo”.
Un día Yank, curioso, vagabundea por la sección de pasajeros de la primera clase en la parte superior del barco. Accidentalmente, tropiezan cara a cara con una bellísima joven aristocrática de modelos refinados. Sorprendida y sobresaltada al verse frente a la figura de ese hombrón musculoso, con el tórax cubierto de vello y de rostro vacuo, da un paso hacia atrás, con una repulsión y un rechazo obvios. Muestra la clase de temor que cualquiera experimentaría al encontrarse con un feroz mono velludo en medio de la selva.
445) Esta es una experiencia muy dolorosa para Yank. Lentamente trata de salir adelante en esa situación, que en términos nada incierto, le dice que él no pertenece realmente; que en verdad no pertenece a la raza humana.
En la última escena encontramos a Yank en un zoológico, hablando a través de los barrotes de una jaula con un gorila encerrado en ella. Yank le dice al verdadero meno velludo, “tiene suerte ¿sabes? Tú no perteneces con ellos y lo sabes, pero yo pertenezco a la vez no, ¿entiendes? Ellos no pertenecen conmigo y eso es todo”. Yank abre la jaula y le dice al gorila, “¡Sal de allí y ven a estrecharme la mano! Te llevare a dar un paseo por la quinta avenida y los borraremos de la faz de la tierra y gritaremos con la voz enronquecida al compás de la banda que toca. Vamos, hermano”. El gorila apresa a Yank entre sus enormes brazos y lo aprieta hasta darle muerte. Al morir, Yank jadea: “estoy acabado; ni siquiera él cree que pertenezco”. Y después del grito final y desesperado, típico de muchas personas perdidas: “Cristo, ¿en donde me bajo? ¿En donde tengo cabida?”.
El hombre es un animal gregario y gregario en algo más en el sentido físico. No solamente desea mezclarse con los demás; también desea mezclar sus pensamientos con los pensamientos de los demás, trabajar en compañía de los demás hacia el logro de aspiraciones comunes, y ser aceptado como un miembro digno de grupos humanos tales como la familia y la comunidad. En lo que concierne a esos grupos, también incrementamos nuestro sentido de pertenecer al unirnos a los demás; nos convertimos en miembros de una religión particular, en ciudadanos de una nación particular. Por encima de todo, pertenecemos a nuestros semejantes y ellos nos pertenecen al compartir la membrecía en la humanidad; nos interesamos los unos en los otros y ese interés básico surge a pesar de las disputas y en las incomprensiones.
Yank, ese gran niño musculoso, encontró que solo pertenecía a un nivel en compañía de los fogoneros. La mayoría de nosotros encuentra el sentido de pertenecer en varios niveles; sin embargo, muy copos somos capaces de soportar un rechazo que nos deja sin ninguna orientación, como si nos hubiesen despojado de un sitio para erguirnos en el mundo. Esto puede suceder a un niño cuando inicia su vida consciente sin que a su alrededor haya un sentimiento de amor. Quizás jamás logre superar esa desorientación básica.
Incluso aquellas que volaron más el sentido altamente individual de ser, saben que al unirse a los demás se adaptan más y mejor para el disfrute de la vida. Pertenecer es siempre una parte constante de la felicidad y la madurez solo medra en quien sabe como compartir su mundo; que sabe como pertenecer.

EL SENTIDO DEL SIGNIFICADO
Percibir el propio significado en el mundo se parece muy de cerca a pertenecer. En particular si relacionamos el significado con el propósito y el logro dignos.
De manera que a un hombre le ayude a sentir que tiene un significado cuando su trabajo tiene un significado. Richard Cabot publico una lsita de siete requerimientos para un buen trabajo, entre los cuales los últimos cuatro son particularmente significativos:
446) 4. una posibilidad de realizarse, de construir algo y de reconocer algo que hemos hecho.
5. un titulo y un lugar que sean nuestros.
6. una relación con alguna institución, una empresa o una causa a la cual podemos servir lealmente.
7. relaciones honorables y placenteras con nuestros compañeros de trabajo.

Continúa diciendo que a todos nos agrada “cree que nuestras intenciones, nuestras esperanzas, nuestros planes, nuestra comida y bebida cotidianas nos han pasado por nosotros en balde, ya que hemos fundado su valía en algún logro tangible que le sobrevive… Necesitamos algo que mostrar por nosotros mismos, algo que demuestre que nuestros sueños no son importantes”.
Una esposa tiene necesidad de sabor que en su labor de trabajo doméstico tiene un gran significado para su familia. Un niño necesita saber que tiene un significado en la vida de sus padres y se le puede lastimar en forma permanente si se le hace sentir que solo es otra boca que alimentar, solo otra molestia que no puede evitarse. Una persona a la que ayudamos, de vez en cuando debe tener la oportunidad de ayudarnos en alguna forma de manera que perciba el significado que hay en el lado de dar de la vida.
En To Let, uno de los varios tomos de The Forsyte. Saga John. Galsworthy retrata a dos viejos servidores cuya única labor en el cuidado de un miembro muy anciano de la familia Forsyte. Esa labor especial se convierte en su orgullo especial. Según mi propia experiencia, ha visto a una cocinera o a una doncella que han pasado años ayudando a medias y molestando a medias a una familia, con su trabajo negligente y perezoso y que de pronto se convierte en trabajadoras afanosas y conscientes cuando la familia realmente llega a depender de ella.
El significado de una vida puede asirse tan firmemente que llegue a trascender más allá de la vida misma. Una de las líneas más conocidas de los discursos del finado Martin Luthr King es: “si un hombre no tiene algo digno de morir por ellos, no es apto para vivir”. No todos encontraran la felicidad del significado a ese nivel tan trascendental pero todos podemos encontrar el significado de encontrarnos con la humildad en asuntos que están más allá de nuestro trabajo cotidiano.
ELSENTIDO DE CRECER
Uno de los mayores infortunios en la vida humana es un retraso en el crecimiento. Esto es particularmente cierto en el caso de retraso físico, porque siempre es visible. He visto muy de seca la agonía de niños y niñas que debido a ciertos defectos están condenados a nunca crecer mas allá de un metro veinte de estatura, y es necesario decírselos. Y los he visto desarrollar un enfoque maduro a su penosa condición, hacer a un lado la autocompasión y convertirse en los individuos más felices dentro del círculo de sus jóvenes amigos. Incluso desarrollan un sentido de humor acerca de su aflicción. Convierte en una desventaja en una ventaja. Desde el punto de vista de madurez, crecen en su interior.
Una de las comunidades más felices que jamás he visto fue una escuela para niños mental y emocionalmente retardados. Alguno de los padres más felices 447) que he conocido han sido las madres y padre de niños retrasados. Es verdad que algunos niños retrasados son felices por que son incapaces de sentir los disgustos y las tentaciones que contribuyen a la infelicidad, pero aun así, entre los niños retrasados el sentido de crecer es un sentido de felicidad. El hecho de aprender a emplear unas pocas palabras nuevas, de comprender que se ha ganado un amigo o de desarrollar, después de muchos intentos, alguna habilidad pequeña, pero útil, es un crecimiento significativo y delicioso para esos niños. También es la base de la utilidad, de pertenecer, de significado. Ver crecer aun cuando sea un poco a sus hijos retrasados es una de las mayores alegrías para los padres.
En nuestra época, el crecimiento intelectual se ha convertido en algo de ‘’moda``, la aceleración y la expansión del aprendizaje para niños normales. En la actualidad ahora se inicia durante los años pasados en el jardín de niños. El creciente número de clase para adulto en muchas materias es otro indicio del impulso progresista de la educación.
Sin embargo el incrementar nuestro crecimiento emocional, aun es un problema difícil de resolver. En medio de un mundo tan densamente saturado de injusticia y crueldad, de odio y de violencia, ¿Cómo vamos acrecer con cridad, compasión, misericordia, indulgencia y amor? El desarrollo de este crecimiento emocional (y espiritual) en la meta de todas las grandes religiones. Es algo básico para el crecimiento de la madurez que, tal como sabemos, es en si un crecimiento constante.

EL SENTIDO DE DAR
¿Qué es exactamente dar? En el sentido físico, por lo común equivale a entregarle parte del excedente de nuestras posesiones, por lo general a alguien que lo necesita. Este puede ser un movimiento mecánico. El dinero puede hacer el bien n importa de donde proceda y no importa con que espíritu se de. El verdadero dar incluye una dadiva que surge del interior. Debe ser una dadiva del corazón junto con la dadiva de la mano. El dinero puede ser su signo externo innecesario pero quien en realidad da, sabe como dar también una parte de si mismo.
Cualquiera que tome parte del manejo de las campañas de caridad sabe que hay forma para obtener mayores contribuciones. En una gran ciudad el comité de dirección de arcón de la comunidad, descubrió, que cierto comerciante prosperó y eminentemente solo había donado la suma de 500 dólares para la caridad anual, así que fueron a visitar a ese hombre.
“Señor X” le dijeron, “sabemos que usted es uno de los hombres mas buenos y justos de la ciudad ¿no cree que es parte de su responsabilidad, junto con el resto de la comunidad, hacerse cargo del indigente, del invidente, del anciano y del huérfano?”
“Sí”, respondió el señor X. “no es que no crea en sostener agencias de caridad, pero lo siento mucho simplemente no soy un hombre caritativo. Sé que otro en mi posición dan mas pero yo doy lo que doy y eso es todo”.
Los directores sonrieron y su portavoz comento, “antes, nosotros pensábamos igual y tuvimos que aprender permitimos ayudar a aprender la forma de convertirse en un hombre caritativo, descubrirá que hay una gran felicidad

450)…ocasiones, que los guíe hacia los tesoros que realmente importan, orgullo, paz mental, satisfacción y un sentido de logro.
Ciertamente, no habrá dejado de observar dos temas paralelos que han seguido su curso a todo lo largo de estos diez semestres. El primero de ellos fue que usted puede alcanzar tanto éxito y riqueza como desee, siempre y cuando esté dispuesto a combinar los talentos naturales que Dios le concedió con sus conocimientos recién adquiridos y estar decididos a pagar el precio en tiempo y esfuerzo. El segundo tema, tan importante como el primero, es que el éxito sin la felicidad es un estado del ser que no tiene valor alguno.
El éxito el verdadero éxito ¿vale la pena toda esa lucha? Decídalo usted mismo con la ayuda de esta lección de despedida tomada del libro de Howard Whitman, Success Is Within You.
Y hágase a si mismo una ultima pregunta al despedirse de esta fabulosa facultad que gustosamente he compartido con usted gran parte de su sabiduría: “¿en donde estaré dentro de 5 años a partir de esta fecha, se aplica todo lo que he aprendido hasta aquí?”.
Recientemente vi un anuncio en el periódico, que rezaba: “puede dejar de fumar exactamente en cuarenta y tres días, ¡no se necesita fuerza de voluntad!” que típico de esto en una época en la cual las virtudes, entre ella la fuerza de voluntad, se han convertido en algo no solamente insólito sino también en algo impopular. De alguna manera, a finales del siglo XX hemos llegado a creer que en nuestra espectacular era hemos aprendido mucho mas que toda la humanidad que nos precedió, que podemos descartar el pasado, arrinconar las realidades y considerar a las virtudes como antigüedades interesantes pero inútiles. En nuestra actitud hacia el éxito, casi hemos convertido a las virtudes en vicio. Hemos menospreciado con nuestro desdén muy del siglo XX, cualidades tales como el trabajo arduo, la perseverancia, la minuciosidad, la diligencia, la conciencia, la aspiración y la ambición. Incluso hemos llegado a considerar a algunas de ellas como algo neurótico. En el mundo cotidiano en el trabajo, en vez de buscar hombres jóvenes que ardan en ambición, hemos clasificado a este tipo como “personas que tratan de impresionar” y hemos tachado su afán como un demerito en su contra.
Hace algunos años un hombre joven a quien conocí cuando era niño allá en Ohio, llego a nueva york para probar su suerte en el periodismo. Encontró trabajo en uno de los grandes diarios de la ciudad y puesto que me consideraba como una especie de mentor, iba a visitarme ocasionalmente par pedirme concejos y para informarme de sus progresos. Por mi relación con ese joven cuando era niño (fui su concejero en un campeonato), sabia que se trataba de un tipo concienzudo con un poderoso deseo de dejar su huella en este mundo. Así que no me sorprendí, en los primeros informes de sus progresos, me conto lo bien que le iba y las incontables palmadas que había recibido. Pero después de unos pocos meses cambie la perspectiva y fue a visitarme desconsolado para informarme que no le iba del todo bien. Poco después, un día me llamo para decirme, con un espíritu sombrío que lo habían despedido. E pregunte cual era la razón y todo lo que pudo decirme fue que un hombre de mas edad que trabajaba en la mesa de redacción y que le había brindado su amistad, le explico: “no te preocupes por ello, muchacho, lo hiciste muy bien. El único problema es que trabajabas demasiado arduamente. Temía 451) que quisiera llegar a editor”.
No hay duda alguna de que el trabajo arduo sino es siempre es causa de un despido, cuando menos puede hacerlo sumamente impopular en una época en la que se ha entronizado el esfuerzo mediocre. No se supone que deba estar ansioso por impresionar a los demás; no se supone que deba correr tan a prisa, que sea tan ambicioso en la persecución de ese anticuado y desgastado premio llamado éxito.
Y no obstante en un extraño fenómeno que los individuos mismos que desdeñan el éxito parecen desearlo desesperadamente para si mismo. El autor de un libro que condena el materialismo no este menos interesado en el pago de sus regalías que cualquier otro autor. E educador que no quiere que sus alumnos se empeñen en adquirir buenas calificaciones y honores, no obstante, se esfuerza hasta donde le es posible en logra esa promoción a una superintendencia con sus dos mil dólares adicionales al año. Los padres jóvenes que entren en los veinte y los treinta años de edad están impregnados de psicología moderna y no quieren que sus hijos sean materialistas ni ambiciosos, tienen una forma de llegar a convertirse n padres de cuarenta años que espera que sus hijos hagan un “buen” matrimonio, que vivan en casas “elegantes” en los suburbios y en breves, que tengan éxito.
Hay una razón para esa inconsistencia en lo que muchos de nosotros alabamos y aquellos en lo que en verdad creemos. El desbastador ataque del éxito jamás debió dirigirse contra el éxito, sino contra las falsas nociones del éxito. No solo habíamos arrojado al bebe junto con el agua de la bañera, sino que ni siquiera fuimos capaces de distinguir la diferencia entre ambos. Se ha hablado mucho de una vida nociva e improductiva que en la oscuridad paso por un “éxito”. Por supuesto no es otra cosa que un frasco envuelto en un disfraz para una mascarada. Pero el éxito mismo, el verdadero éxito, sigue siendo tan verdadero como siempre, igual que una buena ley sigue siendo buena no importa cuantas veces la violemos. Por supuesto hemos violado en éxito: pero no por eso es una meta menos autentica, ni porque muchos hallan sido pistas falsas y hallan fracasado en alcanzarlo.
Cuando la acción norteamericana de psicología se reunió durante el otoño de 1955, se hizo la acostumbrada investigación para encontrar una definición verdadera vasta de la salud mental. El doctor Frank Barron, de la universidad de california, adelanto una definición que, como comento un observador, “era insólito porque sonaba como algo muy común”.
Los cuatro ingredientes para la salud mental, según el doctor Barron, era:
1. Carácter e integridad;
2. Inteligencia;
3. Habilidad para fijarse una meta, mantenerla a la vista, trabajando hacia su logro con una forma perseverante y eficiente;
4. Buen juicio para evaluar la realidad, la probabilidad y el conocimiento de si mismo.
La salud mental, igual que tantas de las exploraciones del hombre moderno, en esta definición cerró el círculo completo, la definición no hacia mención alguna 452) de “desajustes”, “compulsividad” o “perfeccionismo”. En vez de ellos enumeraba virtudes tradicionales que se recomendaba a los jóvenes como pautas para vivir mucho tiempo antes de que naciera Freud y, ciertamente, mucho antes de que la salud mental se convirtiera en un movimiento nacional. Una reseña de la junta de3 los psicólogos señalo: “los factores enumerados por el psicólogo Barrón como indicadores de una buena salud mental podrían haber sido citados por cualquier filosofo moral de la antigüedad.
Hay algo inherente en la naturaleza del hombre (colocado allí por el creador y que esta mas allá del poder de eliminación de cualquier teórico), que le sirve de acicate hacia la expresión de su mejor esfuerzo, hacia el empleo de sus facultades y la lucha, que lo recompensa con la satisfacción de un trabajo bien desempeñado. Tendemos a medir nuestra propia valía y a dirigir nuestro respeto hacia nosotros mismos por lo mucho que logramos y por lo buenos que somos en nuestro trabajo. De no ser así, el mundo aun seguirá avanzando laboriosamente en carretas tiradas por bueyes, arando la tierra con estacas curvadas y vistiendo con las pieles sin curtir de los animales. La satisfacción interna es nuestra recompensa inherente por el logro que nos aguijonea para hacer lo mejor, ya sea o no la idea de los profetas sociales.
Se ha llamado al siglo XX el siglo del hombre común. Esta denominación surgió en una forma bastante lógica como consecuencia de las guerras, la depresión y la reorganización social que señalaron la primera mitad del siglo. Pero esperamos que una parte de la segunda mitad entronice al hombre competente, junto con el hombre común. La competencia es una cualidad que no gravita hacia ninguna posición social ni privilegio; no es uno de los accesorios de la riqueza y tampoco es algo que pueda compartirse. Esta en donde la encuentre, es algo innato, brilla sobre ya sea que habite en una mansión o en un barrio bajo. Por consiguiente, es una de las cualidades mas en armonía con la democracia, pues los mas encumbrados no tienen mayores derechos a ella que los mas humildes. En su búsqueda todos los hombres son iguales. Les brinda la oportunidad a todos y cada uno de los hombres con la misma incorruptible paridad.
Hemos rehuido al éxito, virtualmente hemos conspirado en su contra, hasta el grado de poner en peligro nuestra época y nuestra civilización. Hemos confundido la democracia con la “mediocracia”, tratando de alcanzar un nivel nuestro de medianía como nuestro ideal cultural. Ahora debemos estar cada vez más claro para muchos que así perdemos los mejores frutos de la democracia: la libertad y la oportunidad de cada individuo para dar rienda a todo lo mejor que hay en el, para lograr todo lo que sea posible y para recibir todo el reconocimiento por ello.
André Malraux, el escritor y filósofo francés, después de explorar los embrollos del intelectualismo moderno, y como una nueva medida de nuestra época, nos ofrece la simple expresión de “el hombre es lo que logra”.
Ciertamente, ese movimiento hacia el logro es la vida, que nos demuestra su vitalidad. Si podemos elegir metas que en verdad queremos perseguir por nuestro propio bien y por motivos honestos y tenemos tanto el valor como la competencia para proseguir en la búsqueda, entonces somos poseedores de la clase de éxito que podemos descubrir como “real”. De hecho, podemos ser ricos con o sin dinero.
453) En una ocasión el poeta Carl Sandburg declaro, “antes de conciliar el sueño, dígase a si mismo, ‘aun no he alcanzado mi meta, cualquiera que sea y hasta que no lo haga me sentiré incomodo y hasta cierto punto infeliz’. Cuando la alcance buscare otra”
Este es el movimiento hacia delante de la vida. Es la cadencia del éxito. El éxito no es un club exclusivo; esta abierto para cada individuo que tiene el valor de elegir su propia meta de ir en pos de ella. De este movimiento hacia adelante es de donde surge el crecimiento humano y de ellos se deriva la esencia humana conocida como carácter.
Quizás el propósito final de la vida misma es poner a prueba el espíritu humano, desarrollar algo mejor a partir de el, algo mas cerca de la perfección. El éxito máximo del individuo, por lo tanto, no se encuentra en los resultados materiales de sus afanes, ya que civilizaciones enterad han quedado sepultadas en las arenas y el polvo y, sin lugar a duda, mas civilizaciones se derrumban encima de ellas, formando un interminable cúmulo. Pero despue3s de ellas, ¿que es lo que viene a sumarse al espíritu humano? Ese es el kit del asunto, ya que después de la arena y el polvo solo queda el espíritu humano para seguir adelante. A cada individuo, a todo lo largo de su vida, se le confía su fragmento de esa esencia humana, para que sea la chispa de su propia existencia desde el momento de su nacimiento hasta su muerte.
¿es un hombre rico?¿ha enriquecido el espíritu de la vida que le fue concedida?.
¿Ha alcanzado el éxito? ¿ha logrado que la chispa brille con mas fulgor?.

COMO DEJAR QUE SUS HIJOS ENCUENTREN SU PROPIO ÉXITO


Fue Oscar Wilde quien dijo, “Los niños empiezan amando a sus padres; después de algún tiempo, los juzgan; pero rara vez, si acaso, los perdonan”.
En todo el mundo no hay tarea más difícil que educar a un niño desde su infancia hasta su edad adulta. Desde la época del problema de Adán y Eva con Caín y Abel, los padres han luchado con una tarea que requiere más talento, habilidad, paciencia, sabiduría y amor de lo que la mayoría de los seres humanos pueda proporcionar. Aún así, seguimos intentando, lidiando con toda una serie de problemas en la educación de los hijos que crece con cada siglo.
Esta optimista lección, tomada del libro del Doctor Jess Lair, I Aint´t Well, But I Sure Am Better, trata del predicamento al cual se enfrentan todos y cada uno de los amantes padres. ¿Qué tanta guía, formación y dirección debe prestarse al pequeño, de manera que crezca y llegue hacer un éxito en vez de un fracaso? Incluso el padre o la madre más bien intencionados muy rara vez toman en consideración los peligros y riesgos involucrados en este intento de jugar a ser Dios.
La idea de logar que nuestros hijos alcancen el éxito puede llegar a convertirse en una obsesión para los padres, sobre todo si sus propias vidas han sido improductivas. A toda costa los hijos deben redimir a los padres; deberán ser brillantes en la escuela, convertirse en personas opulentas, alcanzar una excelente posición, contraer un matrimonio brillante, porque sus padres jamás se anotaron un solo tanto en ninguna de esas áreas.
Pero ¿supongamos que un niño no está innatamente equipado para subir más alto que sus padres? ¿Supongamos que se sentiría más feliz como un simple ciudadano, llevando una vida útil, pero ordinaria? De esta manera, muchos de nuestros jóvenes resultan arruinados por las figuras de autoridad del hogar, quienes los obligan a tratar de ser más de lo que son o de lo que quieren ser. En vez de ello, esos padres convierten a sus hijos en fracasos; en la clase de fracasos que reflejan la vanidad, codicia y egoísmo de los padres.
Preste atención mientras un profesor cordial y conocedor del mundo, que ha aconsejado a miles de personas, le demuestra la forma de ayudar a sus hijos a madurar y florecer en un jardín de su propia lección, no de la de sus padres.
¡Cuando esto suceda, tanto usted como ellos habrán alcanzado el éxito! Mi esposa argumenta que soy un soltero nato, quizá incluso un monje nato. Cuando veo lo difícil que es para mí enfrentarme a algunos de los constantes problemas que surgen en el curso de mi vida en compañía de mi esposa y de mis hijos, me siento inclinado a pesar que hay una gran verdad en lo que dice.
Pero también sé que todavía soy más inadecuado para una vida solitaria que para la vida de casado. Saturé mis primeros veintitrés años de vida haciendo prácticamente todo lo que cualquiera desearía hacer y a medida que crecía me divertí en grande y armé grandes alborotos. Ingrese a una universidad del ejército y después preste mis servicios en el ejército durante un año y medio. Me gradué en la universidad entre viajes a esquiar al Oeste, paseos para practicar el montañismo y la pesca, e hice un prolongado viaje en canoa en Canadá. Desempeñe muchos trabajos para pagarme todas mis actividades. Tenía incontables amigos y el profundo cariño de algunas jóvenes amables.
En el mes de agosto de 1946, justo antes de cumplir los veintiún años, visitaba Berkeley, después de pasar un verano trabajando en las montañas. Había ido en busca de mi amor de la preparatoria, que me abandonó mientras prestaba mis servicios en el ejército.
A medida que empezaba a oscurecer y se acercaban esos momentos solitarios del atardecer, contemplé hacia el otro lado de la bahía las luces del puente Golden Gate. Pensé, “He aquí una de las perspectivas más bellas que jamás he visto, pero me encuentro solo y no disfruto contemplando esto sin compañía. Me iré a casa”.
Volví al hotel y esa misma noche empaqué mis pertenencias y empecé a pedir aventón en la carretera para dirigirme a mi hogar. No tenía prisa alguna por casarme, en aquel entonces el matrimonio todavía me atemorizaba un poco. Pero esa fue la vez en que volví la espalda a la vida de soltero.
Lo que trato de decir con mi historia es que tuve todas las oportunidades del mundo para permanecer soltero y disfrutar de ello, pero que me decidí a no hacerlo. Me decidí a ser un hombre de familia. Si esa fue mi elección, y si estoy convencido de que mi familia es la forma más decisiva de satisfacer mi necesidad de relaciones, entonces ¿por qué no actúo de acuerdo con ello?
Todo lo que puedo decirme a mi mismo en defensa propia es que lo que trato de hacer para mí es una de las dos cosas más difíciles que jamás haya intentado. Una de las cosas más difíciles es encontrar a Dios, y así lo comprendo, y hacer un contacto continuo y consciente, dejando de jugar a ser Dios. La otra cosa terriblemente difícil es ser esposo y padre.
En ninguno de estos dos problemas puedo culpar a nadie. No puedo culpar a las personas que me enseñaron la religión de los problemas que he experimentado tratando de encontrar una fuerza más elevada. Todas personas que me enseñaron la religión fueron tan bondadosas y amantes como podían serlo; jamás recibí un castigo de ellas. Pero debido a esa terrible conspiración de silencio que guadamos al hablar de temas espirituales con quienes están a nuestro alrededor, veo a tantas personas que piensan que están solas en su búsqueda espiritual. Ellas creen que están tan solas que les lleva bastante tiempo reconocer sus propios problemas y temores, porque consideran que son extrañas y diferentes por tenerlos.
Veo en nosotros un sinnúmero de fuerza impulsoras. Podemos hacer algo por cierto sentido de compulsión, impulsados por algo en nuestro interior que no comprendemos o con lo que no n os sentimos comodos. Podemos hacer algo debido a una sensación de temor, cuando nos impulsa el temor a un castigo. Podemos hacer algo por un sentimiento de dedicación cuando nosotros mismos nos impulsamos, porque hasta donde podemos ver se trata de algo indicado para nosotros y que debemos hacer.
Casi lo mejor que puedo decir acerca de todo lo que hago en mi familia es que lo hago por dedicación. Hago esas cosas porque creo en ellas, creo que están indicadas. Para mí y estoy dedicado a ellas.
Pero hay una fuerza impulsadora más elevada, la más elevada de todas. Es cuando hacemos algo por amor. Esta fuerza es muy poderosa y, no obstante, no hay sentimiento alguno de fuerza en ella. Es como el golpe perfecto de un golfista, ese golpe en el cual no hay sensación alguna de tensión o de esfuerzo; simplemente s trata de una velocidad suavemente dirigida en el palo, que eleva la pelota lanzándola hacia el punto indicado. Se puede experimentar ese golpe casi perfecto en todo el cuerpo y se sabe que fue muy bueno en el momento en que el palo de golf hace contacto con la pelota.
Cuando hago algo en mi familia porque realmente lo disfruto, entonces mi obligación se convierte en placer, y también es un placer para todos los que están a mí alrededor.
Cuando se trata de mis hijos, constantemente lucho con mi tendencia de tratar de criarlos, de hacerlos avanzar en la dirección en que yo quiero que avancen para que yo e vea bien. Y espero más madures en ellos de la que yo tenia a su edad o incluso más de que tengo ahora, a los cuarenta y ocho años.
Cuando charlo con padres, lo que es tan irreal, es su horror ante algunas de las cosas que los chicos hacen hoy día. La única razón por la que pueden sentirse horrorizados es que olvidan de lo que ellos hacían cuando eran jóvenes. Yo andaba por allí con todos los chicos de mi edad en Bricelyn, Minnesota, y además conocía a casi todos los demás que eran dos o tres años mayores o menores que yo. Todos estábamos cortados de la misma tela y el grado de problemas que causábamos podía variar un poco, pero no era muy diferente. Sin embargo, estoy seguro de que hoy día alguno de aquellos chicos están tratando de mantener un nivel para sus hijos a cuya altura ellos jamás pudieron elevarse.
Recientemente, uno de mis hijos se metió en un problema. Le hablé de un problema similar que tuve cuando tenía poco más o menos su edad, pero Jackie no pudo abstenerse de comentar, “Sí, sé que tú hacías esas cosas, ¡pero no quiero que él resulte igual a ti!” Y ese es el problema. Cuando criamos a nuestros hijos sabemos exactamente cómo queremos que resulten.
Quiero que la gente vea a mis hijos y se maraville ante sus modales, su aplomo y su talento. Yo no era así, pero precisamente allí está el problema; no quiero que mis hijos empiecen a ser iguales a mí. No quiero que ellos cometan los errores que yo cometí o que alguien más cometió y quiero que se conviertan en seres humanos mejores que yo. Y quiero exactamente lo mismo para todos y cada uno de mis cinco hijos.
En esto no hay libertad alguna para ellos y tampoco hay un aprendizaje verdadero. ¿Cómo es posible aprender ballet o aprender a vivir, sin cometer errores?.
Cuando me preguntan por qué no quiero que mis hijos cometan errores, pretendo que se debe a que no quiero que resulten lastimados, pero esa no es realmente la razón por la cual no quiero que cometan errores. Me preocupo por mi ego, no quiero que los demás piensen mal de mi, debido a lo que hacen mis hijos. No quiero tener que andar sacando a mis hijos de la comandancia de policía. Quiero verlos en el estrado de la escuela, ganando premios. Quiero que mis hijos sean motivo de ornato para mí, como lo es un Cadillac último modelo estacionado frente a mi casa.
Una de mis alumnas pretendía que cuando se enfrentaba al problema de obligar a su hijo a cortarse el cabello, o al de si aparecería o no en la lista d honor, lo que en realidad le preocupaba era ese hijo. Mientras más pensaba yo en ello, más me convencía de que estaba loca. Nos agrada decir que lo que nos preocupa más nuestro propio ego. Usamos a nuestros hijos como extensiones e instrumentos de nuestro ego, para reforzar nuestra reputación.
Si tenemos hijos tan rectos como una cuerda, que constantemente aparecen en la lista de honor, que jamás dan una contestación irrespetuosa a un adulto, que no roban nada y siempre son un cien por ciento respetuosos y otras cosas por el estilo, entonces, para nosotros son un adorno, igual que un anillo con un gran diamante. Nos ayudan a destacar y podemos caminar por las calles del centro de la ciudad sintiéndonos muy cómodos, sabiendo que nuestro hijo siempre está en donde se supone que debe estar, y está haciendo precisamente lo que se supone que debe estar haciendo. Nadie tiene hijos así, pero esa es la clase de presión que ejercemos sobre ellos para que no lo sean. Pues bien, ¿ Qué niño logra mantenerse siempre fiel a esa clase de cosas? ¿Y por qué razón un hijo debe ser motivo de ornato para nosotros? No son un collar ni un artículo de joyería; si queremos adornos, debemos comprarlos. Pero una vez más, nuestra tendencia es convertir a nuestros hijos en objetos que nos hagan sobresalir. En cualquier momento en que amenazan con denigramos en alguna forma ante los ojos de nuestros vecinos, vaya que realmente nos molestamos con ellos y, por Dios, que les hacemos saber que no estamos dispuestos a aceptar ninguna de sus insensateces. Tendrán que cortarse el cabello como lo hacen todos de manera que puedan vérseles las orejas. Y tendrán que hacerlo. Por supuesto, justificamos nuestra actitud en nombre de nuestra preocupación por ellos.
La autojustificación es lo más peligroso que hay, porque nos ciega a la verdad y a la realidad. Ciertamente, es terrible enfrentarme al hecho de que me muestro tan ruin con mis hijos debido a mis temores por lo que puedan pensar mis vecinos. Puedo comprender esto con mucha claridad si m imagino que mi familia se encuentra en una isla desierta. ¿Me molestaría allí el cabello largo, o el hecho de no estudiaran con empeño? Por supuesto que no. Pues bien, esa es la respuesta. Si digo que mis prioridades son en primer lugar mi fuerza más elevada y en segundo está mi familia. Vale más que actúe de acuerdo con ello en el seno de mi familia. Cuando permito que me controle el temor de lo que podrían pensar de mí todos mis vecinos, estoy colocando en primer lugar sus opiniones sobre mi persona y hago añicos mi compromiso con mi familia.
Si mi familia es la manera más decisiva que tengo para satisfacer mis necesidades de mutualidad entonces estoy quebrantando precisamente mis relaciones más importantes. La palabra compromiso significa simplemente eso, un compromiso. Y significa todo el compromiso que pueda reunir, hasta que sea capaz de controlar un compromiso más profundo.
“Y bien, como padres ¿no deberíamos enseñar a nuestros hijos los valores que tenemos?”
No, no deberíamos tratar de enseñarles valores en la forma en que queremos hablando de lo que creemos que son nuestros propios valores. Creo que la única forma en que puede enseñarles esos valores es viviéndolos usted mismo. Pienso que lo más triste que hay en el mundo es cuando hablamos de un valor y vivimos otro. Si quieren preguntarme si soy cristiano, responderé, “No, estoy trabajando en ello”. Si uno de mis hijos me pregunta, “Papá, ¿qué piensas acerca de la honestidad?” contestaré, “Pues bien, hijo mío, simplemente analiza la forma en que llevo mi vida y muy pronto sabrás qué es lo que pienso realmente de la honestidad. Podría definir a la honestidad como una virtud lógica, pero él se sentirá más impresionado por lo que ve. Y decididamente, yo preferiría besar mi caso en eso que arriésgame a hablarle de todas esas cosas.
Creo que el peligro radica con que tenemos una serie de valores que para nosotros son esperanzas. Tratamos de vivir de acuerdo con ellos, pero estamos fracasando. Queremos que nuestros hijos realicen esas esperanzas. Bien, si yo no las estoy realizando, entonces, no veo por qué tengo que pedirles a mis hijos que lo hagan. En esa área, tengo mucho más músculo que ellos. De manera que creo que condenamos a nuestros hijos al fracaso al fijarles una serie de metas muy poco realista. Queremos que hagan las cosas que no hicimos o que no fuimos capaces de hacer. Y el padre que trata de decirme que puede hacer todas las cosas que les exige a sus hijos, que simplemente me permita seguirlo durante todo un día.
Están todas esas personas que pretenden ser observantes de la Ley. Estoy seguro de que hay muchos de ustedes que ni siquiera saben cómo dar una vuelta legal en una avenida de cuatro carriles hacia otra avenida de cuatro carriles. Si yo fuese policía, apuesto que podría seguirlos muy d cerca y arrestarlos por cometer alguna falta antes de que transcurrieran quince minutos. Usted dirá, “Oh, no trato de decir eso; realmente no se trata de algo ilegal”. De pronto, usted quiere dar una nueva definición de la legalidad.
Ya no cometo hurtos; acostumbraba hacerlo. Bueno, robo un poco, pero no como antes era mi costumbre ¿Cómo llegué a disminuir la cantidad de hurtos?. Muy sencillo; simplemente averigüe que eso no daba resultado. Me hacía sentirme mal y me sentía tan nervioso que eso anulaba cualquier ganancia. De acuerdo, le diré a mi hijo “No robes”. Argumento que es un valor que he aprendido. Pues bien, ¿cómo lo aprendí?. Lo aprendí cometiendo errores y también en parte de mi padre y de mi abuelo, no por lo que me decían, sino a través de su ejemplo, de lo que hacían. Aún sigo aprendiendo gracias al ejemplo de mi padre, y hace ya veinte años que falleció.
Creo que nos sentimos terriblemente abrumados por lo que queremos que representen nuestros hijos. Pasamos por alto demasiados de sus puntos fuertes porque tenemos la mirada tan fija en sus debilidades.
Le he hablado de la idea de valorar a una persona por lo que es; y eso es lo más valioso que podemos hacer por un ser humano. Si esa valuación es tan buena como yo digo, me parece que debería hacer eso en primer lugar con mi esposa y las siguientes personas más obvias en mi vida, que son mis cinco hijos. Sin mi mente está saturada de un programa para ayudarlos a mejorar, entonces es que no los valoro por lo que son. Y ellos se dan cuenta de eso.
Mi viejo amigo Vince cree que deberíamos patrocinar a los hijos en la misma forma en que se patrocina a un alcohólico. Cuando un tipo se embriaga y le falla a uno de mis amigos de Anónimos que lo patrocina, mi amigo no le grita, ni vocifera y tampoco lo golpe, espera hasta que ha dormido la mana. No llega y se lanza contra él cuando se siente mal, sino que se presenta al siguiente día y le pregunta, “Hola, ¿cómo te sientes?” Y el responde, “Vaya, me arrepiento de haberte defraudado al embriagarme como lo hice”. Entonces, mi amigo responde, “No pienses más en ello; diablos, yo también he tenido mis deslices”.
Eso es lo que Vince trata de decir cuando declara, “No es posible criar hijos; podemos criar zanahorias. Debemos patrocinar a los hijos”. Y eso pone a las personas contra la pared cuando tan solo me atrevo a hablar de ello y comentan, “!Oh, Dios mío!” Pero hasta donde puedo verlo, mi padre y mi madre hicieron mucho de eso conmigo y, ciertamente, yo lo apreciaba. No quiero decir que yo sea una buena propaganda para esta idea, pero ciertamente la aprecio. Pasaban gran parte del tiempo preguntándome, “¿Qué crees que harás después?” Y yo respondía, “Pues bien, creo que haré esto”. Y ellos decían, De acuerdo, simplemente teníamos curiosidad de saber qué era lo que tenías en mente”. Yo tomé todas mis decisiones, de manera que mis errores también fueron míos. No había nadie a quien culpar de ellos.
“Hablan de dejar que los hijos asuman ciertas responsabilidades, en lo cual estoy de acuerdo, que aprendan a través de sus propias actuaciones, con lo cual también estoy de acuerdo, pero por ejemplo, ¿cómo le enseñan a un niño a no andar en el triciclo a la mitad de la calle cuando apenas tiene tres años de edad? No pueden evadir su responsabilidad por ese niño; es obvio que no van a permitir que alguien lo mate o lo lastime”.
Eso esta bien, Es como trata de enseñarle a alguien a flotar; durante algún tiempo mantienen la mano por debajo del cuerpo y después retiran la mano gradualmente, tan rápidamente como sea posible. Pero no tan pronto que la persona corra el riesgo de ahogarse. Lo que creo que hacemos es usar este principio para justificar el hecho de darle una paliza a ese niño. Igual muchos padres que dejan miles de tentaciones al alcance del niño y constantemente andan por allí dándole manazos al pequeño. Tienen que enseñarlo, tienen que hacerlo. Pues la forma más sencilla de hacerlo es poner las tentaciones fuera de su alcance.
Con ello no quiero decir que necesariamente permitan que el niño extienda la mano y toque una estufa caliente; pero un niño va a cometer errores, va a lastimarse un poco. Y la labor de un padre es semejante a enseñarle a una persona a flotar. Al principio tiene que sostenerla con la mano, firmemente; incluso puede sostenerla con ambas manos, casi manteniéndola fuera del agua y después retirar las manos poco a poco.
Permítame contarle una historia que tiene cierta relación con esto. Mi amigo Vince se encontraba ene l departamento de revistas y tabaquería con Charlie, uno de sus hijos. Esta es la segunda familia de Vince, ya que perdió la primera a causa del alcohol, de manera que ahora realmente cuida a la segunda. El pequeño Charlie es el penúltimo de cinco hijos. Vince siempre acostumbraba que los pequeños lo acompañen en su camioneta de plomero hasta que tienen la edad suficiente para asistir a la escuela, así que ambos estaban juntos en la tabaquería a donde Vince había ido a comprar u poco de tabaco danés. Charlie pregunta , “Papi, ¿puedo comprar unos dulces?” “Sí, claro, pídelos”. Charlie regreso con una bolsita de dulces y Vince le pregunto, “¿Estás seguro de tener los dulces suficientes para que te duren todo el día?” Y el pequeño fue n busca de más dulces; al regresar al lado de su padre, Vince nuevamente preguntó, “¿Estás seguro de que tienes suficientes dulces? Será un largo día”. Así que Charlie volvió a ir en busca de más dulces. Charli es muy importante para Vince.
Creemos que eso es consentir al niño y que eso es terrible. Pero nuestros padres hicieron lo mismo con nosotros y no nos echaron a perder, sobre todo cuando no lo hacían en una forma enfermiza. Simplemente se trata de un regalo generoso. Pero veo que muchas otras veces empleamos la idea, “Bien, tengo que enseñar a mis hijos, tengo que protegerlos de esto o de aquello y tengo que prevenirlos en contra de esto o de aquello”, y usamos esto o de aquello y tengo que prevenirlos en contra de esto o de aquello”, y usamos esto más allá del punto en que deberíamos hacerlo. Claro es imposible argumentar con el principio de no permitir que un niño de tres años ande en su triciclo a la mitad de la calle; hay algunas cosas a las cuales tenemos que decir “no”. Pero sólo se puede decir “Oh, no” a ciertas cosas, de manera que vale más que se fijen ciertas prioridades y diga no a las cosas que realmente son importantes ara usted, tal y como las ve. Y eso no es todo. Tiene que hacer muchas otras cosas a las que no tengamos que decir no, pues si se responde a todo con un no, entonces si estamos en problemas. Y creo que muchas veces precisamente e allí a donde vamos a parar. La persona que hace la observación de que es necesario proteger a un niño de tres años no me engaña; lo que hay tras esa observación es demasiado obvio para que necesite una respuesta. Lo que probablemente la molesta es que quiere impedir que su hijo de dieciocho años tenga una novia formal. Quiere protegerlo de las jóvenes.
Muchas personas se enfadan conmigo cuando hablo así. “Vaya con ese Jess, dice que todo se vale”. De ninguna manera trato de decir eso, pero sí quiero decir que estamos interviniendo en muchas cosas en la vida de nuestros hijos en donde no deberíamos hacerlo. Puedo mostrarles a los chicos que salen de nuestra secundaria aquí en Bozeman, Montana, y que son bellísimos ejemplos de un control excesivo. Para el momento en que llegan a la universidad, están tan empacados en una caja que simplemente son hombrecillos mecánicos; sólo son máquinas de estudiar, fabricantes de buenas calificaciones. Se necesitarán muchos golpes duros para que aprendan algo acerca de la vida. He observado a muchos de ellos durante sus cuatro años de universidad tratando de vivir con sus compañeros de estudios sin aprender una sola cosa.
“En ocasiones, ¿no hay ciertos niños que no tienen la disciplina suficiente?”. Sí, es posible llegar a ambos extremos. No conozco mucho a los niños que están en el extremo inferior; conozco a algunos, pero no a muchos, porque la mayoría de ellos no llegan a la universidad. No obstante, lo que si puedo ver es que cuando menos de una tercera parte a la mitad de esos chicos que siempre aparecen en las listas de honor realmente tienen problemas.
Esta mañana leía una biografía de Einstein. Tomó lecciones de violín desde alrededor de los ocho hasta los catorce años de edad. Sus profesores eran demasiado mecánicos, se tratabe en gran parte de tocar las escalas y cosas por el estilo, pero no había nada de diversión en ello. Encontró algunos antiguos discos d las sotanas para violín de Mozart, y empezó a estudiar él solo, encontrando así amor al violín. Esta historia en su biografía fue para mi simplemente otro ejemplo de cómo aprendemos mucho más rápido cuando lo hacemos por amor que cuando lo hacemos por obligación.
Me pidieron que pronunciara un discurso durante la iniciación de la Sociedad Nacional de Honor en la secundaria de Bozeman. Traté de decirles que parte de sus calificaciones se debían al amor que sentían hacia determinada materia y parte a un sentimiento de temor y competencia. Les comenté que yo había llegado a la sociedad de honor en parte porque me agradaban algunas de las materias y en parte para obtener mejores calificaciones que mis amigos en la escuela. Que esperaba que ellos se esforzarían por lograr un incremento en sus calificaciones debido al amor y al disfrute de algo y que disminuirán la parte que se debía a un sentimiento de temor o a un sentimiento de competencia y de destrucción de los demás.
Después de mi discurso, la madre de uno de los miembros de la sociedad de honor se me acercó para preguntarme, “Doctor Lair, ¿usted realmente no cree que alguien estudiaría algo porque le agrada, verdad?” ¿Qué podría responder a una mujer así? ¿La madre de un miembro d la sociedad de honor? Ese hijo toda su vida ha asistido a la escuela con un venablo ardiente empujándolo por la espalda. Casi todo lo que he aprendido lo estudie porque me agradaba. Me agradaban las dos terceras partes de mis cursos de psicología, He estudiado mucho y sé muchas cosas acerca de incontables temas poco comunes, simplemente porque me encanta estudiar ciertas cosas. Hice un estudio concienzudo de balística referente a la Magnum de 7 milímetros; no tiene sentido saber todo lo que sé de balística acerca de un arma así, es algo tonto. Pero una vez que me intereso y empiezo a estudiar, muy pronto tengo un montón de libretas llenas de notas. No hay ninguna calificación, ni nada que me aguijonee, simplemente amor por lo que hago.
Encontraban muy cerca del final. De hecho, se dice que es posible derivar la teoría de la realidad de cualquiera de esos artículos, simplemente con las ecuaciones que ahí se publicaron. Pero creo que lo que distinguió a Einstein de esos otros hombres fue que ninguno de los tres tuvo las agallas para alejarse de la tradición, como lo hizo Einstein. Creo que ellos desafiaron a la tradición hasta cierto punto y después se asustaron. Pienso que lo que sucedió fue que Einstein se educó dentro de la misma orientación al pasado que esos tres hombres, pero Einstein tuvo el valor de llegar más allá de los límites aceptados. Les concedo este punto; pueden formar abogados, médicos y científicos sumamente mediocres mediante ese tratamiento del venablo al rojo vivo detrás de la espalda. Se puede tener hijos excepcionalmente cumplidos y que alcancen grandes logros, peri tiene un techo automático en su entretenimiento, debido a que su temor les impide adentrarse más allá o más profundamente en las cosas, porque eso sería irreverente e irrespetuoso.
Algunos de esos chicos excesivamente entrenados acaban por maldecirnos. ¿Por qué diablos papá y mamá no me dijeron que había otras carreras, además de las que se aprenden en una universidad?” Escuché cuando un padre recibía esa andanada de labios de su hijo, allá en Minnesota y pensé, “Vamos, hombre, ahora estás pagando por ello”. Tenia unos hijos verdaderamente rectos, que llevaban el cabello corto y hacían bien todas las cosas. Para un padre con todos los problemas que yo tengo, simplemente enferma observar a hijos como esos.
Tienen un sentido del deber, disfrutan de becas. Pero uno de sus hijos, que ya ejercía su profesión, le comentó un día, “Sabes, quisiera no haber tenido tantas profesiones para ir a la universidad. Desearía ser fabricante de herramientas y troqueles”.
Creo que se siente un poco atemorizado por la profesión a la cual se dedica, que no se siente al altura d ella y a pesar de eso no se siente en libertad de cambiar. Si en realidad quiere ser fabricante de herramientas y troqueles, es muy sencillo. Que aprenda a fabricar herramientas y troqueles por las noches mientas se dedica al trabajo que tiene ahora, y dentro de cinco años será fabricante de herramientas y troqueles.
De manera que se puede obtener todo lo que se quiera de los hijos; lo único es que se tiene que estar dispuesto a pagar el precio correspondiente por cualquier cosa que se desee. Y la etiqueta del precio del que hablo es que si pretende tratar a sus hijos y a los demás como individuos y si trata de conocerles cierto grado de libertad, tiene que pagar el terrible precio que exige la libertad. Y ese precio es que los errores están allí, a la vista; todos los errores están a la vista y tiene que enfrentarse a ellos en una forma directa.
No hay nada que no tenga un precio. Puede criar hijos como si recortara galletas; todo lo que tenía que hacer es emplear la dosis suficiente de temor y de presión y así podrá tener todo lo que desee, y pagará el precio en diferentes formas. Pero no sólo paga el precio por lo hijos, sino que paga un precio por sí mismo. Se separará de ellos. Vea a todos esos ancianos sentados por allí comentando, “¿Por qué mis hijos no vienen a verme?” Pues bien, como antes dije, ¿por qué deberían hacerlo? ¿Por qué querrían hacerlo? Usted ha visto eso en las familias. En el momento mismo en que esos hijos contraen matrimonio, se van tan lejos como les es posible. Conozco a toda clase de familias en las que los hijos trabajan en diferentes rincones de Estados Unidos y sus posesiones. ¿No es extraño que as cosas sucedan así? En la familia de mi abuelo, la mayoría de sus siete hijos jamás se alejó más de noventa y cinco kilómetros de distancia. Y no lo hicieron en una forma dependiente, sino en una forma sana; querían encontrar un trabajo que les permitiera estar cerca de su hogar. Y no creo que tampoco eso sea un accidente, pues hoy día todavía vemos familias que permanecen unidas. Se supone que esto es imposible debido a la movilidad y a las carreras especializadas, pero en el noroeste de Minneapolis, en donde habitan muchos polacos, vemos que los hijos regresan al vecindario. Quizá incluso regresan convertidos en médicos o abogados, pero hay muchos que regresan. Si se quiere permanecer cerca de la familia, no se escoge la carrera de ingeniero petrolero para ir a trabajar a Africa del Norte. Creo que gran parte de la movilidad que vemos hoy día no es tanto una causa básica del problema, como un efecto. Una buena forma de evitar la cercanía es empezar a correr y seguir corriendo. Si considera a su familia como una prioridad más elevada que su trabajo, entonces busque un trabajo que le permita permanecer cerca de su familia. Si el trabajo es más importante en su vida, entonces vaya a dondequiera que lo lleve su trabajo, entonces busque un trabajo que le permita permanecer cerca de su familia. Si el trabajo es más importante en su vida, entonces vaya a dondequiera que lo lleve su trabajo. Tal vez diga, “Oh, yo amo mucho a mis ancianos padres. No los h visto durante diez años, pro ciertamente los amo”. No puedo entender eso.
Cada primavera, las truchas están en el arroyo; cada otoño los alces están en la Gallatin; cada invierno hay polvo en Bridgers. Cada día el sol brilla sobre las colinas. Todos aquellos de nosotros que así lo deseemos estaremos juntos, disfrutando de esas cosas.
Puede poner una gran distancia entre usted y sus padres por dos razones. Puede dirigirse a algún lugar remoto como parte de su propia búsqueda espiritual; o bien puede poner distancias entre usted y su familia porque no puede soportarle será prisionera de esa familia; tiene esperanzas y expectativas no satisfechas de esa familia, que lo atarán a ella emocionalmente, no importa lo lejos que vaya. Está tan atado a ellos como quien siempre permanece cerca de ella y que también anda en busca de algo que no obtuvo.
La única forma n que puede abandonar a su familia en el aspecto emocional es alejándose después de ver que sus padres le dieron todo aquello de lo que fueron capaces. Lo que no le dieron fue porque no lo tenían para dárselo. El hijo o la hija que abandona así a su familia estará en libertad de alejarse o de quedarse cerca de ella, dependiendo de lo que sea mejor para ellos.
Para mi es difícil encontrarme en el otro extremo de esta decisión. He visto a tres de mis hijos luchando con más o menos éxito por apartarse de su hogar. Y es triste ver que fui incapaz de satisfacer ciertas de sus necesidades; lo único que pueden hacer es comprender que no fue algo intencional de mi parte, sino simplemente incompetencia. Para el momento en que aprendí algunas de las pocas cosas que logré aprender como padre, ya era demasiado tarde. Lord Rochester decía, “Antes de casarme tenía seis teorías acerca de la educación de los hijos; ahora tengo seis hijos y ninguna teoría”.
Y lo que es aún peor, todavía no soy bueno en ciertas cosas que son muy importantes. Soy terrible cuando se trata de escuchar a mis hijos que tratan de hablarme de algún problema. De vez en cuando logro hacerlo, pero la mayor parte del tiempo no lo logro. Afortunadamente, Jackie es muy buena para eso. Me grita indicándome que debo prestar más atención, pero a menos de que haya un problema especial, comprendo que no soy bueno para eso. Ella me dice que de cualquier mundo lo haga y lo intento, pero para ellos es fácil ver que mi corazón no está en ello.
Esas son mis fallas como padre. Veo que hay algunas cosas que sí puedo hacer y me siento agradecido por ello. Pero estoy seguro de que me dolería mucho ver a mis hijos aferrados a mí hasta los cincuenta años de edad en espera de que, finalmente, un día viera la luz y empezara a escucharlos. En estos momentos veo la luz pero hasta ahora no me ha sido concedido, el don de escucharlos con atención. Y sé que l pensamiento positivo no ha funcionado muy bien para mi, de manera que simplemente tendré que seguirme afanando más en lo que puedo hacer y esperar comprensión de parte de mis hijos. Hasta ahora me han dado mucho más de lo que jamás esperé.
Creo que el mayor problema que tuve como padre fue comprender lo diferentes que son todos mis hijos y aprender a reaccionar ante cada uno de ellos como individuos.
Mi hijo mayor, desde sus primeros años me acompañaba en mis viajes de cacería y de pesca. Cuando llegó a los quince años de edad tenía muchos amigos y siempre andaba con ellos, así que me imagine, “De acuerdo, ahora le ha llegado el turno a mi segundo hijo para que me acompañe de pesca y cacería”. Pero a él no le importaban gran cosa la caza y la pesca; en cambio a mi hijo más pequeño si le gustaban. Yo pensé, “No puedo llevarte conmigo, pequeño, porque le corresponde el turno a tu hermano de en medio”. Excepto que él no quería ni necesitaba ese turno.
Finalmente, logré ordenar eso en mi mente y entonces comprendí algo todavía peor. A mi hijo mediano le fascinaban los automóviles y le fascinaba trabajar en ellos, pero a mí no me agrada trabajar en un automóvil. Entonces comprendí lo que estaba haciendo; les decía a mis hijos, “Vengan a compartir conmigo mis intereses. Si lo hacen, podremos hacer juntos muchas cosas”. Y ese es un trato muy limitado.
Ahora veo con mucha más claridad lo diferentes que son mis cinco hijos de Jackie y de mí y ellos entre sí. Me he reconciliado bastante con el hecho de que no estoy interesado en muchas cosas en que ellos se interesan y que no seré capaz de fingir un interés que en realidad no siento. De manera que hacemos juntos aquello que nos interesa hacer juntos; en nuestra demás actividades cada quien encuentra los compañeros que puede.
Mi relación con mi esposa es mutua; yo la elegí y ella me eligió, pero mis hijos simplemente llegaron. Otra cosa difícil de enfrentar fue que no podía cambiar la cantidad de mutualidad que hay entre cada uno de mis hijos y yo. Todo lo que podía hacer era aceptar las diversas cantidades de mutualidad y hacer con ellas lo que podía. Esto tampoco ha sido fácil. Mi ego me dice que soy un excelente padre y que tendré estupendas relaciones con todos mis hijos. Excepto que las cosas no resultan así.
Una vez que desperté a la realidad de que tenia cinco diferentes relaciones, las cosas mejoraron muy pronto. Ahora puedo disfrutar de las maravillosas cualidades de cada uno de los cinco, sin tratar de forzar algo artificial. En el proceso, he ganado la mutualidad 0que hay en eso, de manera que tengo cinco relaciones que son muy valiosas para mí, que me proporcionan un excelente sentimiento acerca de la vida y de mi mismo. Y además me ofrecen un espejo muy claro en el cual puedo contemplarme con más claridad y avanzar con más suavidad en mi búsqueda espiritual.
Pero durante todo este tiempo, lo más difícil de lograr es dejarlos que cometan sus propios errores. Constantemente vocifero para mis adentros. “¿Qué cláse de despreciable padre eres? ¿ No te importan tus hijos? ¿Por què no haces lo que se supone que debes hacer para educarlos en la forma en que deberías educarlos, dejándolos d pie en la senda que deben seguir?”
Lo único que me ayuda es que hasta ahora no puedo recordar que nadie hiciera eso conmigo, de manera que trato de hacer lo mismo con mis hijos y además no trato tan arduamente de criados, sino más bien trato de patrocinarlos.

Cuando todo está dicho y hecho, el éxito sin
La felicidad es la peor clase de fracaso.