domingo, 6 de junio de 2010

CÓMO LOGRAR LO MÁXIMO DE SUS CAPACIDADES


Hay un viejo axioma de las regiones ganaderas, que dice: “El éxito en la vida no se logra con una buena mano en el juego, sino cuando se sabe jugar bien una mala mano”.

Para usted lo usas sencillo de hacer, siempre que fracasa, es menospreciarse, culpando a su falta de capacidad de todos sus infortunios.

Y lo más fácil de olvidar, sobre todo cuando el destino se ha mostrado severo con usted, es que nadé para tener éxito, no para fracasar.

Desafortunadamente, en la actualidad hay un creciente número de individuos que se han convencido a sí mismos de que simplemente no poseen lo que se necesita para hacer algo provechoso con su vida. Ya están espiritualmente muertos, desfilando sin objeto a todo lo largo de su vida, sin ningún propósito, Sin ningún significado.

No pueden elevarse por encima del nivel de so propia visión. El hombre que guía una carretilla a lo largo del callejón, recogiendo botellas vacías y trozos de papel dispersos, seguirá entre los mangos de sil desvencijada carreta mi entras siga creyendo que no posee ningún talento para ninguna otra cosa.

Kenneth Hildebrand poseía esa rara habilidad de lograr que incluso los vagos de los “barrios bajos’ alzaran la mirada y aspiraran a una vida mejor. Miles de personas se congregaban en su iglesia para todas las creencias, la Iglesia Central de Chicago, y sus mensajes desde el púlpito, así como por la radio y la televisión, fueron un faro de esperanza que todavía ilumina muchos corazones.
De su litro. Achieving Real Happiness, este compasivo observador de las flaquezas humanas, le ofrece un sencillo plan que le permitirá aprovechar plenamente los talentos que ya posee. Escuche con todo cuidado…

Un hombre le escribió en una ocasión a Liria persona por la cual sentía una gran admiración, felicitándolo por sus sorprendentes habilidades. La carta que recibió en respuesta a la suya contenía las siguientes frases:

No, amigo mío, está muy equivocado en lo que respecta a mí. Simplemente soy un individuo ordinario, sin ninguna capacidad especial en ningún aspecto. En la mayoría de las cosas apenas estoy por encima del promedio; en algunas estoy más bien por debajo del promedio que por encima de él. Esto, ciertamente, es verdad en lo que se refiere a mi fuerza física. No puedo correr, apenas soy un caminador común ciertamente no soy un hurto nadador. Es probable que monte a caballo mejor de lo que puedo hacer cualquier otra cosa, pero no soy un consumado jinete. Y tampoco soy un buen tirador. Mi visión es tan deficiente que tengo que estar muy cerca de la presa para poder apuntar. De manera que, como puede ver, en lo que concierne a las dotes físicas, solamente soy un hombre común. Sucede lo mismo con mi capacidad literaria: decididamente no soy un escritor brillante. Durante toda mi vida he escrito mucho, pero siempre me he visto obligarlo a trabajar y a esforzarme de principio a fin en todo lo que he llegado a escribir.

¿Quién era ese hombre de habilidades ordinarias, que logró hacer tanto con ellas como para provocar la admiración de los demás? Su nombre era Theodore Roosevelt. Según su propio criterio, era un hombre que no poseía ningún talento sobresaliente, pero ¡qué manera de emplear las capacidades que poseía! Esto trae a colación una pregunta que perturba a mochos de nosotros. ¿Cuál es el secreto que controla las aptitudes ordinarias para alcanzar logros sobresalientes? Cómo es posible que algunos individuos atraigan la admiración de los demás por sus extraordinarios resultados, cuando en realidad sólo poseen un talento limitado?

Piense en la palabra “talento” como si fuese un sinónimo de “capacidad”, y entonces serán evidentes varias sugerencias sobre cómo lograr lo máximo con nuestra propia capacidad. La primera de ellas es hacer un inventario de nuestras capacidades. ¿Cuáles son los talentos que poseernos? ¿Cuáles son nuestras ventajas, nuestros puntos fuertes? También debemos tomar en cuenta nuestras inclinaciones. Es muy posible que poseamos varios talentos, y podríamos desarrollar cualquiera de ellos para convertirlo en algo útil y satisfactorio si nos propusiéramos; nuestra inclinación nos ayuda a decidir cuál de nuestras ventajas debemos desarrollar. Una madre le preguntó a su pequeño hijo, “Tommy ¿preferirlas ir de compras conmigo hoy por la tarde, o preferirías ir a visitar ata tía Mary?”A lo cual el pequeño respondió, ‘‘Bueno, si tuviera mis prefieros, entonces preferiría ir a nadar”. Si nosotros tuviésemos nuestros prefieros en cuanto a qué hacer con nuestras capacidades, ¿qué escogeríamos? Podría ayudar una charla con un amigo sensato, con un sacerdote, un banquero, un abogado o un consejero vocacional. Quizá deberíamos hacer algunos exámenes de asesoramiento vocacional que revelaran nuestros potenciales. Tales consultas y análisis deberían ayudar a determinar el área en la cual debemos luchar para hacer un buen uso de nuestras capacidades.

Al hacer un inventario de nuestras aptitudes, deberíamos preguntarnos si el área para la cual poseemos cierto talento es algo factible. Un hombre que en una ocasión formó parte de la expedición del almirante Richard E. Eyrd al Artico, se enamoró del Lejano Norte. Todavía ahora, sueña con sus experiencias durante esa expedición. Desea dedicar su vida a las exploraciones polares, pero su ambición difícilmente es práctica, pues en la actualidad hay muy pocas expediciones polares. Debido a que no le es posible satisfacer e! más caro deseo de su corazón, se siente descontento y poco dispuesto a cooperar en el trabajo que desempeña; con toda franqueza, ha llegado a convertirse en un verdadero importuno. En vez de soñar en explorar el Ártico, ¿no seria mas sensato explorar las necesidades de su vecindario y organizar a un inquieto guipo de jóvenes vándalos para que formen un club juvenil, o hacer uso de sus excelentes capacidades, que en verdad posee, para ser el guía de un grupo de Niños Exploradores? Podría inspirar en todos esos muchachos en la edad del crecimiento, admiración por la intrepidez, al trabajo de equipo, el desprendimiento y la integridad, esenciales para la conquista de las regiones polares, y de su propio futuro.

Debemos aplicar esa misma prueba a nosotros mismos, si anhelamos obtener el mayor provecho de nuestras capacidades. ¿Es factible nuestra ambición? ¿Cabe dentro de la gama de las posibilidades prácticas? De no ser así, seria prudente desviar nuestras aspiraciones y encauzarlas hacia otros canales. Deberíamos empezar analizando las oportunidades que se presentan ante nosotros. Las situaciones que a primera vista nos parecen barricadas en el camino, mas adelante podrían revelarse como muros que sirven de guía.

En un viaje en ferrocarril cuando me dirigía al Oeste, me sentí atraído hacia una camarero de buena presencia, y entablé conversación con él. Me pregunto que oportunidades había de estudiar farmacología en Chicago.

“Estudio en la Universidad de Arizona” me comentó”, “pero no ofrece algunos cursos que necesito”

“Cómo fue que se decidió a estudiar la carreta de farmacología?”, le pregunté.

“En realidad deseaba estudiar medicina”, me explicó, “pero es muy difícil ingresar en esa rama, pues las escuelas de medicina están atestadas que es punto menos imposible obtener lugar. También pensé en la carrera de odontología, pero la situación es casi la misma. Hay una gran necesidad de buenos farmacéuticos, y creo que podría prestar un verdadero servicio en esa profesión”.

Ese joven estaba enganchando su vagón de resoluciones a un destino práctico. Trataba de adaptar, en una forma realista, sus aspiraciones con la oportunidad. Negada su primera elección y aun la segunda, esto no los desvió del intento desarrollar sus capacidades hacia un servicio práctico y altamente útil.

Una segunda sugerencia es disciplinar nuestras capacidades para alcanzar con ellas una máxima utilidad. El éxito exige previsión y diligencia. Reacciona a la reflexión y al cuidado. Es imperativa una preparación a fondo si queremos hacer un uso máximo de nuestras capacidades. Los mayores recursos que aún quedan por descubrir en el mundo se encuentran debajo de nuestro sombrero y dentro de nuestros zapatos. Es responsabilidad nuestra desarrollados.

Alguien obtiene una promoción, le asigna alguna tarea importante, hace un descubrimiento decisivo o avanza hasta ocupar el puesto de presidente. “Tuvo suerte”, observa una persona envidiosa. “El siempre recibe las oportunidades; siempre están en favor suyo”. En realidad, la suerte o las oportunidades de la vida tuvieron muy poco o nada que ver con ello. La llamada “suerte” por lo general se encuentra en el punto exacto en donde la preparación se reúne con la oportunidad. Durante cierto tiempo, un individuo puede prosperar gracias a sus “influencias, pero en algún momento, alguien que también tiene influencias llegará a desplazarlo. El éxito no se debe a una confluencia fortuita de las estrellas en el momento de nuestro nacimiento, sino a una cauda constante de chispas que brotan de la piedra de amolar de la ardua labor cotidiana.

Se ha llamado a “babe” Didrickson Zaharias e1 fenómeno atlético de todos los tiempos. Esta mujer, originaria de Texas, corría, saltaba, montaba a caballo y jugaba juegos como el baloncesto y el beisbol con una soberbia habilidad. Sus proezas en los eventos de campo y pista le ganaron cinco primeros lugares durante las pruebas olímpicas en el año de 1932, y se convirtió en una sensación internacional cuando en los Juegos Olímpicos celebrados ese mismo año en Los Ángeles se colocó en primer lugar en las carreras de ochenta metros con obstáculos, en primero en lanzamiento de jabalina y en segundo en salto de altura. Después se dedicó al golf. Cuando ganó eh Torneo Nacional Femenino de Aficionados y el Torneo Femenino de Aficionados en Inglaterra, algunas personas dijeron, “Era inevitable. Sencillamente es una atleta natural. Es una campeona automática”.

Sin embargo, los hechos nos hablan de una historia diferente acerca de la campeona automática “. Cuando “Babe” se dedicó al golf buscó un instructor excepcionalmente bueno para que la enseñara. Estudió el juego a fondo, analizó el swing en todos sus detalles y probó cada una de sus partes componentes hasta que estuvo segura de que lo había comprendido bien. Cuando se dirija al campo de práctica, acostumbraba entrenar tanto como duce horas ah día, lanzando hasta mil pelotas durante una tarde. Seguía practicando el swing una y otra vez, hasta que sentía las manos tan adoloridas que apenas podía sostener el palo de golf. Dejaba de practicar el tiempo suficiente para y vendarse las manos antes de volver a tomar el palo de golf. Ese fue el método que empleó para perfeccionar su poderoso swing.

¿Acaso todo esto le da la impresión de que se trataba de tina campeona automática? Se requiere preparación, entrenamiento y un trabajo arduo para convenirse en campeón en cualquier terreno del atletismo. Posteriormente, su valerosa hucha contra el cáncer, haciendo gala de las mismas cualidades elevadas de valor, perseverancia y fe, le ganó la admiración de toda una nación. La señorita Zaharias sostenía la teoría de que a fin de aprovechar al máximo las propias capacidades, debemos prepararnos diligentemente para hacer uso de ellas.

Un sentido de propósito, perfectamente definido, también añade una poderosa motivación cuando queremos lograr lo máximo de nuestras capacidades. Es de dudar que la señorita Zaharias hubiese trabajado seriamente en el perfeccionamiento de su juego de golf sin experimentar el ardiente deseo de jugar en un torneo de campeonato. Y nosotros tampoco cultivaremos y desarrollaremos ah máximo nuestras capacidades antes de que un propósito apremiante nos inspire para hacerlo. Todos sabemos que el propósito significa una gran diferencia; una clara perspectiva de lo que desearnos realizar, y la determinación de llegar a nuestra meta, refuerzan nuestras facultades para lograrlo. Puede significarla diferencia cutre el éxito y el fracaso, entre la frustración y eh placer de vivir, entre la felicidad y ha infelicidad. Las vidas más intensas están motivadas por propósitos dinámicos; las inferiores existen sólo de acuerdo con sus deseos e. inclinaciones. Los éxitos más resplandecientes no son sino reflejos de un fuego interno.

La biografía de Madame Curie, escrita por su hija, nos describe su prolongada lucha para descubrir el radio. Una vez que ella e su esposo Pierre se convencieron de la existencia del radio, lucharon durante cuatro largos años agotadores en la barraca en donde estaba instalado su laboratorio, años llenos de perplejidades y amargos desengaños en su esfuerzo por aislar eh radio. Con una tremenda paciencia trataron toneladas de residuos de pecblenda, kilo por kilo, seguros de que contenía radio. Pero experimento tras experimento fracasaba. En la versión fílmica, después de que fracasó el experimento numero cuarenta y ocho, su esposo cedió a la desesperación. “¡No puede hacerse?’ se lamentó, “¡simplemente no es posible! Quizá se logre en cien años más, respondió lo lograremos en toda nuestra vida’. Madame Curie estaba hecha de un material más inflexible. ‘‘Será una lástima si esto se lleva cien años”, respondió, “pero no me atrevería a hacer menos que seguir trabajando en ello, en tanto que me quede vida”.

Al enfrentarse a tal sentido de propósito, los misterios del radio finalmente se revelaron una noche que ella siempre recordaría corno urja noche de magia. Había pasado la primera parte de esa noche al lado de un hijo enfermo. Cuando por fin un pequeño concilió el sueño, se dirigió a su esposo: ‘‘¿Quieres que vayamos allá un momento?” En su voz se adivinaba una nota de súplica, una nota superflua, ya que Pierre estaba tan ansioso como ella. Tomados del brazo, caminaron por las calles hasta llegar a la barraca. “No enciendas las luces”, le indicó a Pierre, mientras abría ha puerta, y después añadió con una pequeña risa, “¿Recuerdas el día en que me comentaste ‘Me gustaría que el radio tuviese un bello color?’ Entraron a la habitación, en donde un indescriptible y bellísimo color azulado iluminaba la oscuridad. Faltos de palabras, se quedaron mirándola pálida, vacilante y misteriosa de la radiación, el radio, su radio la recompensa por su resolución y su paciente labor.

Una multitud de personas, que van a la deriva, de una parte a otra, sin propósito alguno, se niegan a sí mismas tal realización de sus capacidades y ha felicidad plena de satisfacción que la acompaña. No son seres malvados, simplemente son superficiales. .No son despreciables ni perversos; simplemente están vacíos; sacúdanlos y resonarán corno calabacines. Carecen de alcance, profundidad y Convicción. Sin un propósito, sus vidas, en última instancia, vagan hacia una marisma de descontento.

A medida que dominemos nuestras capacidades, encauzándolas hacia un propósito constante, y emprendamos ci prolongado esfuerzo hacia sí, logro, nos veremos recompensados con magnificas compensaciones. El sentido de un propósito simplifica ha sida y, por consiguiente, concentra nuestras capacidades; y la concentración añade más fortaleza. En una ocasión el rey Eduardo VII de Inglaterra le preguntó al general William Booth, fundador del Ejército de Salvación, cómo era posible que se entregara con una absoluta devoción a urja tarea tan pesada y a menudo ingrata. La respuesta del general Booth es de lo más reveladora:

La pasión de ciertos hombres es el oro,
La pasión de ciertos hombres es la fama.
La pasión son las almas.

La concentración de su voluntad hacia ch servicio de la humanidad acongo¬jada le concedió mayor fortaleza a sus capacidades.

Jane Addams, fundadora de la Casa Hull en Chicago y benefactora mundial, descubrió el propósito de su vida a una muy temprana edad. Cuando apenas tenía seis años, vislumbró la indigencia y la suciedad en las callejuelas de Freeport, Illinois. El espectáculo la impresionó tan profundamente, que insistió en que criando creciera, tendría una casa grande, igual a la casa en donde ella vivía, sólo que se alzaría entre las casuchas corno las que acababa de ver. Ese sentimiento de compasión jamás la abandonó. Sc convirtió en el punto focal de sus capacidades, y la Casa Hull se convirtió en la gran casa hospitalaria que se erguía en medio de las casuchas, realizando así eh sueño de su infancia. Pero ¿habría Jane Addams llegado jamás a ser Jane Addams sin su sentido de propósito, o habría la Casa Hull jamás llegado a existir? Sin un sentido de propósito conveniente, ¿podremos nosotros alcanzar los niveles de logro que está en nuestras manos alcanzar? Sostenidos por un propósito de esta naturaleza, ¿podrá cualquier trabajo arduo bloquearnos o disuadirnos? Consulte algún capitulo difícil de su experiencia personal en busca de la respuesta, quizá el de su lucha para obtener determinado nivel de educación. Se vio obligado a abrirse camino al no contar con medios financieros, y ha marcha fue ardua. Recibió muy poca ayuda, exceptuando la de sus dos manos y su voluntad de alcanzar el éxito. Prescindió de muchas cosas que poseían los demás estudiantes y hubo algunos periodos durante los cuales pensó que no lograría salir adelante, pero de alguna manera lo hizo. Finalmente, llego el glorioso día en que, luciendo el birrete sobre la cabeza y con la toga cayéndole de los hombros, hizo ondear triunfante su pergamino, exclamando, “¡Lo logré!”

Con seguridad no desearía volver a pasar por ese periodo he pruebas, pero, ¿no verdad que algunos de los demás preciados valores personales que obtuvo en aquel entonces no le pertenecerían si el mirrino hubiese sido fácil y la senda sin tropiezos? Sus talentos se templaron y se desarrollaron, aprendió a ser paciente y a resistirlo todo y también conoció el valor del dinero. Los sacrificios que se vio obligado a hacer valieron la pena y no se arrepiente de has penalidades sufridas. La lección es muy clara: en cualquier área que deseemos aplicar nuestras capacidades y encontrar la felicidad del logro personal, debernos estar dispuestos a sacrificarnos en bien de la expansión de nuestros talentos.

Una vez que hemos hecho un inventario de nuestras inclinaciones y capacidades, y que nos prepara para usarlas a la luz de un propósito preciso, el siguiente paso es poner o trabajar a nuestros talentos. Al emplearlos, los desarrollamos.

Aun si nuestras capacidades nos parecen reducidas; o la oportunidad de ponerlas en práctica nos parece insignificante, es muy importante ejercitarlas hasta el máximo. El tercer servidor (le la parábola fue condenado, no por emplear su talento para un mal fin, sino porque fracasó al no usarlo en nada. Esa fue su falla.

La verdad práctica de este discernimiento queda demostrada en todo lo que nos rodea. Las personas que poseen talentos ordinarios a menudo logran más que aquellas con mayores dotes físicas e intelectuales, porque trabajan más arduamente con lo que poseen. En la vieja fábula de la liebre y la tortuga, la liebre podía correr con mayor rapidez que ha tortuga. Tenía bastante más habilidad; sin embargo, la tortuga ganó ha carrera porque empleó su habilidad al máximo. Siguió caminando trabajosamente, mientras que la liebre se demoraba a lo largo del camino. “El triunfo de la carrera no siempre corresponde al más veloz”, como tampoco el logro y el éxito corresponden a quienes poseen el ingenio más vivo y el coeficiente de inteligencia más elevado. Muchos individuos fracasan tratando de alcanzar el éxito, por la misma razón por la cual Jim no se convirtió en un hombre acaudalado durante la época del auge del oro. Jim siguió siendo un haragán en medio de grandes riquezas. Como explicaba un amigo suyo, “Jim tiene la fieltre del oro, pero no tiene el principio de excavar”. No debemos conformarnos con tanta facilidad. Por nuestro propio bien, debemos desdeñar el camino fácil y no conformarnos con segundos lugares; ¡es muy importante el “principio de excavar!’’ Cuando con ayuda de nuestras capacidades nos enfrentamos a algo difícil cada día, a cierta tarea que parece estar más alta de ellas, ejercitamos ha voluntad, la meato y el cuerpo para un buen fin. A medida que domínamos las cosas más arduas, adquirimos ha habilidad para hacer frente a tareas más difíciles y para asumir ursa plena responsabilidad. Mientras luchamos, maduramos. Después de que Paderewski tocó delante de la Reina Victoria, la soberana exclamó entusiasmada: Señor Paderewski, ¡es usted un genio!” “Ah, Su Majestad”, replicó él, “tal vez lo soy, pero antes de ser un genio fui un esclavo”.

Al poner a trabajar a nuestros talentos, la imaginación añade a nuestras capacidades un sorprendente alcance. Abre puertas de logros y de felicidad, que no intuíamos y que en otros tiempos hubiésemos creído que estaban más allá de nuestras amas visionarias esperanzas de alcanzar. El poder de la imaginación es una de las mayores posesiones del hombre, una de las cualidades que hacen de él un ser único. Piense en tratar de hacer girar una obstinada tuerca en un tornillo, empleando sólo los dedos pulgar e índice. Hace muchos años, después del descubrimiento de la palanca y de la rueda, algún genio imaginativo ideó una extensión de esos dedos índice y pulgar; así nació la primera llave de tuercas, y hoy día las herramientas especializadas realizan la labor de muchas manos poderosas. Imagine que trata de clavar una alcayata usando el puño cerrado. En el remoto pasado, los individuos creativos pusieron a trabajar su imaginación tratando de resolver ese problema; primero usaron una piedra conveniente para clavar una primitiva estaca y más adelante inventaron un tosco martillo. Así se multiplicó la fuerza del hombre. La imaginación se sintió fascinada por el fuego, y la máquina de combustión interna apresó sus llamas. La imaginación observó al vapor, y la máquina de vapor se convirtió en servidora de la humanidad. La imaginación contemplo unos dedos mecánicos separando las semillas de la vaina del algodón; soñó en una escritura no manual que podría multiplicarse; concibió medios mecánicos para sembrar y cosechar el grano; dominó al rayo; lanzó a través del aire maquinas más pesadas que el aire mismo y, finalmente, logró dividir el átomo para liberar su fuerza. Un paso tras otro, la imaginación ha conducido a la humanidad hasta la cima del logro. Ha producido cada uno de los artículos que usamos, ha realizado todos los descubrimientos en bien de nuestra salud y seguridad, ha construido todas las iglesias e instituciones y ha patrocinado las múltiples complejidades de la civilización moderna. Es el ingrediente más inapreciable de los adelantos morales, sociológicos y científicos de una época ni mejor y de una vida personal más feliz. La imaginación es creativa y la industria está plenamente consciente de ello. La Aluminium Company of America acuñó una nueva palabra, ‘‘imaginería ‘‘. La compañía explica que en la imaginería ‘‘se deja que la imaginación se remonte y después, tiradas a la ingeniería, se encauza hacia la tierra”.

Sería sensato aplicar el mismo principio al uso de nuestras capacidades. Como dijo Marco Aurelio, “Como sean tus pensamientos, así será tu mente: ya que el alma toma su colorido del pensamiento”. Cuando fallamos en hacer uso de la imaginación, nuestras vidas se convierten en una rutina, la cual nos conduce por la senda de la complacencia, y la complacencia es mortal para la expansión creativa de nuestras habilidades. La imaginación contempla cada situación con una mirada fresca, descubriendo posibilidades hasta ahora inadvertidas. Por ejemplo, una niñita francesa, hija de un parisiense pobre, oraba pidiendo dinero para contratar los servicios de un modelo que posara para cita; había nacido prácticamente con el pincel en la mano y para ella, la pintura era una pasión devoradora. Pero en el patio de su casa no caía un solo franco en respuesta a sus plegarias. Entonces un día mientras caminaba por el mercado, recurrió a su imaginación en busca de tina solución a su problema. ¡y allí estaba, parado, robusto y quieto delante de sus ojos, en espera de que lo pintara! Había encontrado su modelo, ¡el caballo de un agricultor! Estaba segura de que al animal no le importaría posar para ella y por supuesto, a ella no le importaba pintarlo. En una ráfaga de excitación, corrió en busca del caballete y los pinceles. Hoy día en el Museo de Arte Metropolitano de la ciudad de Nueva York, podemos admirar un famoso cuadro titulado “La Feria de Caballos”, pintado por Rosa Bonheur, que alcanzó la fama por su magistral arte de pintar caballos.

La imaginación es algo muy importante. También lo es et entusiasmo. En la parábola, el hombre que escondió su talento sepultándolo en la tierra, carecía de ambas cosas. Incluso un estudio superficial de las personalidades que han alcanzado el éxito revela que todas, sin excepción, están imbuidas de entusiasmo por su trabajo, y llenas de vida con ideas para el futuro. Están emocionadas por lo que hacen y comunican su emoción a los demás. Sus habilidades adquieren un poderoso impulso del cuál carecían sin el entusiasmo.

En una ocasión un arquitecto construyó un modelo de una bellísima iglesia, diseñada por él mismo. El modelo era algo exquisito por su simetría, líneas y detalles, pero le faltaba algo: carecía de vida y era frío. Entonces, colocó una luz en el interior y de pronto desapareció esa inercia. La pequeña iglesia resplandecía radiante, llena de vida y belleza.

El entusiasmo hace lo mismo con nuestras capacidades, las ilumina con una luz interna. Las hace resplandecer con calor y vitalidad, La palabra misma proviene de la raíz que significa “poseído de los dioses”; esto nos aclara tanto e1 origen corno la importancia que los antiguos concedían a la cualidad del entusiasmo. Un vista-so a sus sinónimos nos revela por que es así; afán, calor, ardor fervor, inspiración, vigor. No hay nada como o el fuego para encender el fuego; cuando nos sentimos inflamados por el entusiasmo, nuestras fuerzas se expanden y toda nuestra efusión se vuelve contagiosa.

Pero el entusiasmo, la imaginación e incluso el propósito no pueden alcanzar objetivos satisfactorios a menos de que haya aunados a un esfuerzo persistente y firme. De manera que todo esto se deduce que debemos perseverar en el uso de nuestros talentos.

Un hombre acertó escuchar a un anciano irlandés que le daba algunos consejos a su u joven a punto de abordar un barco para ir en busca de fortuna. ‘‘Ahora bien, Michael, hijo mío”, manifestó del anciano, “no olvides nunca los tres huesos y así lograrás salir adelante“. La curiosidad del espectador lo impulsó a preguntarle al anciano irlandés que bahía querido decir eso de los tres huesos. “Por supuesto, se lo diré”, replico el anciano hijo de Erin, con un destello de luz en los ojos. “No cree que podría trata, del hueso del deseo metas, el hueso de la mandíbula y el hueso de la columna vertebral? Es el hueso del deseo el que nos hace perseguir las cosas; el hueso de la mandíbula ayuda a hacer las preguntas necesarias para encontrarlas; y el hueso de la columna vertebral es el que nos obliga a seguir adelante hasta obtenerlas!

A fin de encontrar la felicidad que se deriva del uso máximo de nuestras capacidades, debemos preservar su empleo, haciendo que respondan a nuestro mandato. A menudo el esfuerzo persistente significa la diferencia entre el éxito del hacha vanos si no se continua hasta asestar el ultimo, de la misma manera desperdiciamos nuestras energías, a menos de que hagamos gala de una gran tenacidad para resistir hasta que se derrumben los muros de la dificultad y hagamos valer nuestras habilidades. Ciertamente, jamás nadie a logrado nada que tenga un valor perdurable, exceptuando a aquellos que se ha atrevido a persistir a pesar de las circunstancias adversas, Algo en su interior fue superior a los obstáculos con los que tropezaron

Una sugerencia final es colmar nuestro espacio actual hasta que rebose. Cualquiera que sea el puesto que ocupamos, podemos concederle el beneficio de buenos para este trabajo. Es un puesto demasiado insignificante para una persona de mi talento. Aquí no hay oportunidad alguna de incrementar mis aptitudes”. Con desprecio, se rehúsa a invertir todas sus capacidades en ese mezquino trabajo. Inevitablemente se vuelve descontento, inquieto y desgraciado. Fracasa en sus responsabilidades; fracasa en alcanzar su futura oportunidad; y lo que es peor todavía, se defrauda a si mismo.

Un hombre de negocios cuyo éxito era bien conocido, y muy respetado en uno de los estados del Oeste de Estados Unidos, declara que durante sus primeros años su madre le entregó un regalo inapreciable, una visión de servicio. “Arthur” le dijo, “lo que importa no es cuanto puedes obtener de un trabajo”. Lo que cuenta es qué tan bien puedes hacer ese trabajo”. El éxito y la influencia que irradian de su vida, plena de bondad, revelan hasta qué grado ha perseguido esa visión. Al volver a narrar ese incidente, declaraba ‘‘A lo largo de todos estos años, jamás he olvidado lo que dijo mi madre ese día. He tratado de vivir de acuerdo con el principio de no de qué tanto, sino que tan bien”.

El talento, igual que los músculos, se desarrolla gracias al ejercicio. Si fallamos al tratar de proyectarnos, siguiendo simplemente los movimientos en espera de que se presente algo mas adecuado para nuestras capacidades, nos encaminamos hacia una continua frustración. Podemos pensar que poseemos la suficiente capacidad que nos garantice un comienzo desde la cima, pero casi la única oportunidad de- comenzar desde la cima es cavando un agujero!

Consideren esta frase tan sabia: “Dios jamás ha colocado a nadie en un lugar demasiado pequeño para que no pueda crecer”, cualquiera que sea nuestro lugar, en el rancho, en la oficina, detrás de un mostrador, frente al escritorio de un maestro, en, la cocina, llevando un uniforme o cuidando a un niño, siempre que colmarnos ese sitio con lo mejor de nuestra capacidad, el crecimiento personal será inevitable. Hay por lo menos tres cosas que empiezan a suceder. Realizamos una mejor labor en lo que hacemos. Incrementamos nuestros talentos mediante su empleo enérgico. Y nos preparamos para asumir una mayor responsabilidad y alcanzar más amplias oportunidades.

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